Recientemente en la Escuela de Comunicación de la UPR, Río Piedras, el estudiante de maestría Luis Jefté Lacourt, defendió la primera tesis en la Isla a través de la cual se aborda desde un punto de vista académico el tema de los llamados “muñequitos japoneses” o anime. Los cruces culturales entre las culturas orientales y occidentales resultan ser siempre materia prima de investigaciones académicas. Y es que hay algo, un qué se yo de todo lo que recibimos de las culturas orientales que nos fascina a la vez que nos confunde. Probablemente algo así haya experimentado usted hace unos años con la incursión en la televisión local de varias series de dibujos animados con una estética y una serie de relatos muy distantes de los ya tradicionales “muñequitos” provenientes de Estados Unidos, en especial de empresas multimediáticas como Disney. La distancia geográfica, así como los trasfondos culturales tan distintos entre una cultura caribeña matizada por las vertientes históricas hispánicas y norteamericanas, y una cultura oriental, heredera de una historia altamente violenta, se han encontrado irremediablemente en el modo en el que los boricuas consumen estos contenidos. Y sí que los consumen, hay convenciones, grupos de fanáticos y espacios físicos o virtuales- en los cuales los entusiastas del anime se reúnen a compartir sus conocimientos sobre ese mundo y a debatir sobre uno de los puntos más importantes que entraña: ¿al hablar de anime hablamos de arte o no?
Algo de esto, entre otras tantas cosas, fue lo que abordó el estudiante de maestría Luis Jefté Lacourt, en la tesis que recientemente defendió en la Escuela de Comunicación de la Universidad de Puerto Rico, bajo la dirección del Dr. Héctor Sepúlveda. El proyecto, titulado La transculturalidad del anime y su integración en Puerto Rico a través del espacio televisivo, es el primer documento en su clase en el país. La primera referencia trabajada localmente respecto a este fenómeno cultural que cuenta con un notable grupo de adeptos, muchos de los cuales dijeron presente en la defensa de tesis. “Hay un sector que se lo toma bastante en serio. No diría que es la mayoría, es un sector bastante específico el que se toma esto como una religión, están pendientes no necesariamente en consumir si lo pueden conseguir por Internet, más bien van a vestirse y a participar de otros intercambios. Ahora en el aspecto de la apreciación como arte debo decir que es mucho menos. Yo he sentido que tengo mis amigos pero ellos están en los libros de la gente que los estudia”, explicó Lacourt con relación a los seguidores del anime en la Isla. Una de las preguntas del panel de profesores giró en torno a cuáles son los elementos que interpelan directamente a los jóvenes locales. A juicio de Lacourt, algunos de estos son, en primer lugar, el consumo de los videojuegos y, en segundo lugar, la participación activa en los eventos en los que pueden interactuar como lo son las convenciones, es decir, la práctica social que esto implica.
Del mismo modo, Lacourt aclara que cuando se habla de anime hay que tener en cuenta que se trata de una producción cultural influenciada directamente por el comic japonés, el manga, aunque se diferencian en la estética. Contrario al caso de los comics norteamericanos en los que se pueden ver multiplicidad de estilos, de muchísimos autores. Sin embargo, en el caso del manga una de las primeras cosas que Lacourt apunta basado en sus investigaciones es que “todos se ven iguales”, hay una sintonía estética. “También se observan otras diferencias por ejemplo tienes en una de las series a un grupo de jóvenes que se montan en un aparato y destruyen la ciudad mientras están tratando de matar a un monstruo y matan más gente de la que salvarían tratando de matar al monstruo. Esa destrucción de los circos, de los edificios de la ciudad es un aspecto que resalta y uno de los más importantes de la idiosincrasia japonesa. Recordamos la historia de Godzilla, por ejemplo, y hay que entender que esas reacciones y esos tratamientos artísticos, son parte de una reacción y tensión que viene a raíz de unas circunstancias históricas dentro del país de Japón, que obviamente estamos hablando de la bomba de Hiroshima y Nagassaki”, explicó Lacourt, quien además añadió que otro elemento muy presente es la idea de los robots gigantes y toda la noción de la llamada tecnocultura en la cual la presencia de la tecnología en la vida cotidiana es un dado. Así como la hiperbolización de las reacciones, el tratamiento de los temas sexuales como algo cotidiano o más bien alejado del tabú y la identificación del “otro”, de esas minorías, de modo específico y claro como lo sería el caso de los chinos quienes visualmente son fácilmente identificables en estas caricaturas.
En cuanto al tema de la violencia el Dr. Sepúlveda planteó una premisa importante. “Puede resultar preocupante que no surgiera de tu generación una reflexión sobre la violencia, al parecer se ve como algo natural y eso nos preocupa a los sociólogos. Sobre todo cuando sabemos que los que mueren y son asesinados muchas veces son los adolescentes”, cuestionó el profesor quien de otra parte, celebró el hecho de que un estudiante graduado tome la decisión de estudiar fenómenos de su propia generación. “Hay un elemento también de transculturalidad. Occidente ve en la violencia japonesa o lo que vemos representado en el anime, en el manga como algo natural porque nosotros también somos violentos. Si bien es cierto que los japoneses atacaron Pearl Harbor no tiraron bombas en Estados Unidos (continental) ni cosa que se parezca, o sea que Estados Unidos reaccionó de manera mucho más violenta. Aceptamos su violencia por razones obvias, quizás nosotros somos más violentos”, finalizó el recién graduado del programa graduado de comunicaciones.