
“…Dicen que la guerra es entre bandas, que se matan entre ellos. Pero nadie sabe dónde se encuentra la frontera entre lo que es suyo y lo que no lo es. Los vehículos de los carabineros, los puestos de control de la policía y los helicópteros que empiezan a sobrevolar a todas horas no tranquilizan, casi parecen acotar el terreno. Quitan espacio. No calman. Circunscriben y hacen el espacio mortal de la lucha todavía más angosto…”. Roberto Saviano Preámbulo La estructura empresarial del narcotráfico es muy similar a la de cualquier tienda o negocio. Existen pequeños, medianos y grandes narcotraficantes así como existe el colmadito de la esquina, Pitusa y Wal-Mart. El punto es el área pre-establecida para vender la mercancía. Un punto puede vender marihuana, cocaína, heroína y pastillas de toda clase. Toda esta mercancía entra y sale de la isla con relativa facilidad. Las autoridades federales han clasificado a Puerto Rico como un “High Intensity Drug Traffic Area”. Solo un 2% de los furgones que entran son inspeccionados. La diferencia fundamental entre una tienda convencional y un punto es la mercancía que se intercambia. La tienda ofrece productos legales, mientras que el punto ofrece productos ilegales. La ilegalidad del producto que se vende en los puntos hace que las reglas del juego cambien. La tienda debe protegerse de robos. Para esto, tiene, a nivel elemental o superior, un sistema de vigilancia. El punto también. El jefe del punto, quien es mejor conocido en la calle como “el bichote” tiene que velar por su mercancía. Ésta es amenazada de robo o de confiscación por parte los usuarios, la competencia o la policía. El negociante que desea abrir una tienda compra o alquila el local, llena los documentos que le exija el gobierno y arranca con su plan de mercadeo. El bichote no alquila local alguno, ni mucho menos registra su negocio. Se impone. Reúne un equipo de trabajo, se apropia de un espacio y arranca con su plan de conquista. La guerra del narcotráfico es inherente al narcotráfico mismo. La ilegalidad del producto limita el alcance de las autoridades. No existen regulaciones para un producto ilegal; más bien, penalidades por relacionarse con el mismo. El enfoque es más remedial que preventivo, más prohibitivo que educativo. Cuando Rafael “Churumba” Cordero propuso la legalización de las drogas como alternativa para debilitar el narcotráfico en el Municipio Autónomo de Ponce, la propuesta parecía tan absurda, que para la mayoría, era inconcebible. Al entender más a fondo el narcotráfico y sus prácticas, la lógica de dicha propuesta gana definición. Desde las entrañas de El Castillo -Tipo Toyota grih ejtá claro. Residente. Informa por radio el vigilante de la entrada principal del residencial. “Está claro” es el código que utiliza el vigilante para dejarle saber a sus colegas que el vehículo está libre de sospecha y puede entrar al residencial. Los narcotraficantes le llaman a este residencial El Castillo. Éste se compone de alrededor de 10 edificios que ocupan dos bloques. Hay dos entradas, pero solo una es la principal. La entrada principal conduce hacia los edificios horizontales, mientras que la segunda entrada, desemboca rápido en el estacionamiento para visitantes. De todos los edificios solo uno está construido de manera vertical. Este edificio alto es denominado La Torre. El vigilante de la entrada principal es quien mejor conoce los vehículos, las caras de los residentes y las de los “customers” – clientes. Si entra un vehículo desconocido, entonces “no está claro”. El vehículo es detenido y se le pregunta hacia dónde se dirige. Si va a visitar a un residente se le envía hacia la derecha y se le ordena que se estacione en el área designada para los visitantes. Si es un “customer” se le ordena que pase hacia el lado izquierdo y siga hasta el final. El vehículo es vigilado desde la entrada hasta la salida. Entrar a El Castillo requiere conocimientos y reconocimientos de códigos muy importantes. Faltar a uno de estos puede costar la vida. Cuando se entra en carro al residencial, se apagan las luces para que todos puedan ver cuántos hay dentro del vehículo y cuáles son sus intenciones. Si se tiene papeles ahumados se bajan los cristales. Se conduce con mucha precaución y se evita todo tipo de movimientos bruscos. No se le mira fijo a nadie y se habla con respeto y firmeza. Evitar cualquier conflicto es el arma más eficiente dentro de El Castillo. La labor del “runner” y La Torre -Tamoj “ready”. Le contesta el vigilante de La Torre al vigilante de la entrada principal. “Estamos ready” significa que el rifle está cargado y que su operador está listo para cualquier acción. Desde La Torre se vigilan principalmente dos áreas. La primera: las calles que rodean al residencial. El vigilante de la torre tiene la responsabilidad de notificar cualquier “limosina” que se acerque a estas vías. “Limosina” es como se le llama en El Castillo a las patrullas de los policías. La segunda: vigilar el “muerto”. El muerto es un área que se designa para esconder el grueso de la mercancía mientras el “runner”, “dealer” o “tirador” la va vendiendo. El “runner” se queda con una cantidad mínima encima. El resto de la mercancía se queda escondida en el muerto. Cada vez que el “runner” vende la poca mercancía que carga encima tiene que virar y buscar más en el “muerto”. Así que el “runner” se pasa del “muerto” al punto y del punto al “muerto” durante todo su turno. La idea es que si “se tiran los guardias” el “runner” puede huir con mayor comodidad porque no carga con mucho peso. Si los policías logran arrestarlo no se llevan la mercancía completa. Por esta misma razón los “customers” tienen que pagar en billetes. No se aceptan monedas. El exceso de menudo en los bolsillos pondría al “runner” más lento y vulnerable en caso de emergencia. Como toda organización capitalista el principio y el fin es la ganancia. Si los policías se llevan la mercancía, entonces hay pérdidas. Si arrestan a los empleados también. El bichote tiene la responsabilidad de conseguir representación legal para sus empleados y pagar las fianzas necesarias para ponerlos en libertad. Robarse la mercancía del “muerto” no es una posibilidad. Si alguien tratara de robársela recibiría un disparo de rifle al instante. La Torre está “ready”. El “muerto” está protegido… pero existen vulnerabilidades. Los días lluviosos son un poco más tensos. El “runner” tiene que cargar con toda la mercancía encima para que no se moje. Si la mercancía se moja se pierde mucho dinero. La mercancía en el “muerto” puede tener un valor aproximado de $3,000 a $6,000. Esto varía dependiendo del punto y de su clientela. El territorio y la marca El vigilante de la torre anuncia la llegada de la mercancía. -Do argentinoj, do argentinaj y do mono. Se refiere a dos paquetes de heroína, dos de cocaína y dos de marihuana. La “mula” – que es la persona que carga con la mercancía encima desde el punto A hasta el punto B – celebra con emoción lo lejos que se siente de poder ser identificado como mula. -Voy culiaito por ahí. Pasando por El Bohío. “Culiao” significa que actúa de manera tal que no levanta sospechas. El Bohío es una glorieta que queda entre La Torre y los otros edificios. En el Bohío se reúne el combo – grupo de amigos – a pasar el rato y vacilar. -Tamoj “ready” papi-, anuncia La Torre. -¿Dónde eh qué eh? -En el apaltamento del primel piso. Ese ej el 101. ¡Tengo hambre puñeta! ¿Qué pasa con el tulno? La mercancía llega al apartamento designado. En éste se corta o se divide en pequeñas bolsas o cápsulas. Estas bolsas o pequeñas cápsulas se colocan dentro de unas bolsas más grandes. Una bolsa contiene bolsitas de marihuana, otra contiene bolsitas de cocaína y la otra contiene sobrecitos de heroína. Las tres bolsas van directo al muerto. En el mundo de los negocios se le presta particular atención al espacio físico-geográfico. Para aumentar las probabilidades de éxito los negociantes investigan el área donde emprenderán sus negocios. Lo mismo hacen los narcotraficantes. El bichote debe conocer muy bien el área donde instalará su punto, saber cuánta competencia tiene a su alrededor y cuáles son las vulnerabilidades del espacio. La competencia y los policías son su mayor preocupación. El barrio, residencial o urbanización se convierte en el fuerte. Es al mismo tiempo punto de ventas y punto de protección. El bichote va ganado respeto y poder hasta que se proclama rey. Las decisiones sobre el rumbo de El Castillo las toma él. Los vecinos disfrutan, a menor o mayor grado, de ciertos privilegios que otorga el punto. Si algún vecino se queda corto para pagar el carro, sabe que el bichote le puede resolver. En Navidad, el bichote produce un evento grande, al nivel de cualquier fiesta patronal se quiere. El lechón en la vara, la barra abierta, el artista favorito del barrio, y poder pagar el agua antes de que la corten son algunos de los privilegios que otorga la complicidad. El callar la verdad, ignorar la voz de la conciencia, vivir con miedo a que se zafe un tiro y sufrir peligro constante son algunas de las desventajas de ser residente de El Castillo. Todo el barrio tiene que “cerrar el pico”. El que abre la boca es un chota. Antes al chota se le castigaba con un tiro en la boca. Ahora el castigo es borrarle toda la cara. Se le vacía una .45 en la cara y hasta que el forense no estudie su dentadura es imposible confirmar su identidad. Ese es el precio que paga el chota. El mensaje es sencillo y directo: “Si estás pensando en abrir la boca, piénsalo bien, porque eso te convierte en chota y al chota se le borra la cara”. En “la calle” – así se le llama a lo vinculado a la cultura del narcotráfico – la competencia se enfrenta de manera distinta. Se dan distintas formas de auto-regulación. Todas están relacionadas con el territorio y lo que el mismo representa. Un residencial grande que contenga 100 edificios estaría dividido por secciones. Del edificio #1 al #20 se tira la marihuana y la cocaína; del edificio #21 al #30 la heroína; del #31 al 40 se tira otra marca de cocaína y pastillas, y así por el estilo. Cada punto puede tener su propio bichote o todos pueden pertenecer al mismo. Lo importante es que si algún negocio abarca haste el edificio #20, los encargados de ese entorno nada pueden hacer en el edificio #21. Aquel que sea sorprendido vendiendo fuera de su zona está fuera del juego. Las drogas tienen marcas como tienen marcas los productos dentro del mercado legal. La diferencia es que las marcas en el narcotráfico no solo representan calidad sino la apropiación del territorio en el que se mercadea y vende el narcótico. Hay distintas maneras de colocar marcas. Se le ponen sellos a los paquetitos, tapitas de distintos colores a las cápsulas, distintos colores para los sobrecitos y hasta símbolos en las pastillas. Si el bichote se percata de que hay alguna otra marca que se está vendiendo en el área averigua dónde es que está el nuevo punto y envía a un adicto como mensajero. El adicto llega al punto de la competencia e informa que “tienen que arrancar” – alejarse del área. Si todo fue un mal entendido o la competencia no quiere guerra, se retiran y buscan otro territorio. Si la intención es precisamente apropiarse del territorio, le pegan un tiro al adicto y lo tiran cerca del punto enemigo. Esto claramente es una declaración de guerra. Al final, el que mejor se imponga es quien se queda con el territorio. El bichote que quiere más poder y reconocimiento se tira a la conquista de puntos. Se estudia el área y el “traqueteo”, y luego “quítate tu pa’ ponerme yo”. Para ganar en la calle – en el negocio del narcotráfico – hay que sobrevivir. Para sobrevivir hay que imponerse, mantenerse en movimiento, arriesgarse, conquistar, ser temido, estar en la boca de “todo el mundo”.Para esto se necesita “un combo que vaya a toas”: los gatilleros. El gatillero y su oficio La posición del gatillero, sicario o asesino a sueldo es tal vez la más extrema de todas. El gatillero es un kamikaze. El tiempo de su sobrevivencia depende de la astucia con la que realice su trabajo. Debe ganar fama para que lo contraten, pero no puede ser demasiado famoso. Mientras más eficiente sea su trabajo, mayor va a ser la paga y la demanda por sus servicios. La manera cómo asesina y a quién son su porfolio profesional. “Fuletiar” a un enemigo es “rankiarse” –subir de nivel-. El especialista en armas, que no necesariamente es el gatillero, prepara el peine y ajusta el gatillo de la pistola de tal manera que al halar el gatillo éste se queda pegado disparando hasta que se acaben todas las balas. Un peine de $40.00 puede cargar hasta 33 balas. Cuando todas las balas o la mayoría de ellas alcanzan a la víctima, entonces se dice que “lo fuletiaron”. Le vaciaron encima el peine que estaba “full” – lleno de balas. El “fuleteo” muestra pericia y determinación. Asegura que la víctima sea eliminada. Esto aumenta las probabilidades de mejores contratos para el gatillero. Si el gatillero tiene la oportunidad de ver a su víctima “brincar en el piso”, entonces definitivamente está “rankiao”. Gana reputación y comienza a ser más temido. Dispararle a su víctima repetidas veces con un arma potente y observar como su cuerpo repica contra el suelo a causa del impacto de las balas es una manera de demostrar la dureza y determinación del que dispara. Además, es una manera eficiente de aumentar las contrataciones. El gatillero es kamikaze porque está destinado a ser asesinado. Con muchísima suerte acaba en la cárcel. Cuando un gatillero comienza a ganar demasiada fama y pericia se torna “peligroso”. El gatillero es un profesional con unas funciones específicas dentro del narcotráfico. No puede representar amenaza alguna para el bichote y mucho menos para su punto. Por la naturaleza de su oficio, el gatillero tiende a inclinarse a la temeridad. Cuando éste comienza a ofrecerle tiros a todo el que se le plante de frente y se piensa más poderoso que cualquiera, entonces tiene que ser eliminado. Su mismo combo llama a la policía y lo chotean o lo asesinan. Se van de “bailoteo” una noche, se montan en el carro con él, lo asesinan y lo queman dentro del vehículo. -Tipo Toyota grij está claro. El vehículo dobla a la derecha. -Leru y su combo (se ríe). -¡Ejtán máj que clara! -Papi tu le vaj a tenel que dal deo a esa nena… -¡Si se pone frejca!.. ¿Con quién anda? -¡Taj enchulao cabrón!… ¿Tamoj ready? -¡Yo ejtoy ready papi! En El Castillo todo fluye con normalidad, de la misma manera que en el resto de los puntos del País. Los arrestos y los asesinatos son parte del narcotráfico. Si matan o arrestan al runner se busca a otro que lo sustituya. Al igual que cuando un empleado de una tienda renuncia se contrata a otro. Si el bichote es arrestado, lo sustituye una persona de confianza. Si el gerente de la tienda se va de vacaciones el asistente de gerente lo sustituye. La fila del desempleo es larga. Aunque el trabajo en el punto representa para muchos la lacra de nuestra sociedad, para muchos otros representa el sustento de su familia. La eficacia del narcotráfico y su aparente inmortalidad reside en la ilegalidad de la mercancía que manejan. La estructura, las leyes y las prácticas del narcotráfico se montan precisamente sobre la ilegalidad de su producto. La explosión de contrabando que estalló como resultado de la prohibición del alcohol en los años 30 esclarece este fenómeno. Según el economista Eduardo Kicinski, cuando la policía realiza sus operativos impacta la oferta, pero no la demanda. Si la oferta baja, el precio del producto sube; si el precio del producto sube, el margen de ganancias es mayor. Más dinero para el bichote. Mientras las drogas sean ilegales el narcotráfico seguirá creciendo. La coacción no da indicios de resolver el problema, más bien ha revolcado el hormiguero. -¿Tamoj ready? *El autor es estudiante graduado de la Escuela de Comunicación Pública de la UPR. Su identidad ha sido protegida por un pseudónimo.