La noticia de la muerte del comediante mexicano Roberto Gómez Bolaños, mejor conocido como Chespirito, nos llega en medio de los preparativos de la Navidad, la discusión en el País sobre un nuevo impuesto al petróleo y un reclamo de los maestros para que no se les reduzca el bono.
Con la partida de Chespirito, he reflexionado sobre lo universales que resultaban sus comedias, al punto de que en Puerto Rico por lo menos tres generaciones crecimos viendo sus programas.
Para mí, el más especial y carismático de sus personajes es el Chavo, ese niñito huérfano que tantas lecciones nos enseñó. No es que quiera endiosar a Chespirito y negar que la serie tenía alto contenido de violencia y uso excesivo de estereotipos, pero con el Chavo aprendimos demasiadas lecciones.
La primera de ellas, el valor de la familia y sus manifestaciones. En la vecindad, no habían familias tradicionales, pero el Chavo añoraba pertenecer a una, aunque fuera prestada. Para el Chavo no eran importantes las cosas materiales porque dormía en un barril y su mayor bendición era poder conseguir algo para comer.
En su comunidad habían madres y padres solteros, una bruja que ayudaba al prójimo y un casero, que con tacaña bondad, le permitía al Chavo vivir en ese lugar sin ser llevado a un orfanato. Su vida era sencilla, sus amigos incondicionales y por eso logró llegar a millones de televidentes.
Hace varias semanas, antes del fallecimiento de Chespirito, mi hijo me recordó uno de los episodios del Chavo y tengo que confesar que me hizo llorar. Se trataba del episodio sobre el Día del Maestro.
En el programa, los niños de la vecindad esperaron calladitos al profesor Jirafales para felicitarlo en su día. Todos le trajeron regalos al profesor, cada uno de acuerdo a sus posibilidades. De hecho, hasta Godines aseguró al profesor que le había comprado un regalo, pero que lo había olvidado en su casa.
Cada vez que el profesor recibía un obsequio, les decía a los alumnos que ¨lo importante no era el regalo, sino las buenas intensiones¨.
Finalmente, el Chavo interrumpió al profesor para anunciarle que él también le había llevado un regalo. Se levantó del pupitre y le llevó una caja de cartón decorada con un lazo destartalado.
El profesor recibió el regalo con mucho entusiasmo, abrió la caja y dentro de la misma había un papel con un mensaje que leía, ¨Prometo portarme bien¨. En otra versión del episodio el mensaje leía, ¨Lo quiero mucho¨. Con sorpresa, el profesor Jirafales le contestó que era el mejor regalo que había recibido…
Gracias Chavito, hasta siempre.