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Michael Jackson está muerto. Eso, mi querido Watson, ya no es noticia. Pero todavía ando perpleja. Es la muerte de una era. El guante en una sola mano, el agarrarte tus… ¿cómo decirlo?… “partes privadas” sin parecer un pervertido sino un bailarín con refinamiento y estilo. El primer cambio “transracial” mucho antes de que lo “transgénero” se volviera “in”, y, cómo olvidar, el “moonwalk”. Oh dios, los ochentas sin Michael son imposible. Mucho menos los noventas con sus “boy bands”, frutos de la perfecta tripleta de baile, buenos ritmos y “lover boy flow” que Michael hizo su marca personal. Y hasta al nuevo milenio llega su esfera. Sólo vale decir que hay, incluso, una categoría de los premios Guinness para el grupo que más gente se aglomere para bailar “Thriller”. Van por 242, perfectamente sincronizados. No, en serio, hablo medio en broma porque resulta prácticamente imposible comentar sobre Jackson sin caer en, al menos, un leve sarcasmo. El hombre era un chiste ambulante. Nada más vale ver sus apodos. De un titular “Rey del Pop” pasó a un burdo “Wacko”. Pero la cultura popular siempre necesitará de sus estrellas caídas, de sus “underdogs” por ser redescubiertos. De sus Britneys… que nunca se hubieran podido ser sin sus Elvis Presleys, Johnny Cash, y por supuesto, sin sus Michael Jacksons.
Y bueno, una cosa es que se muera Heath Ledger, Selena o Aaliyah. Eso es trágico, triste, conmovedor y todo lo demás que le quieras añadir al drama estelar popular. Pero que se muera Michael Jackson así de sopetón, como quien anuncia un “comeback” en el momento en que su credibilidad no podría estar más por el piso, eso es otra cosa. Razones pa’ morirse no le faltaban-si los queridísimos lectores perdonan la falta de “political correctness” ante los muertos-. Con las eternas acusaciones de pedófilo, su cordura seriamente cuestionada, su carrera extinguida y una bancarrota más total que la de las de Lehman Brothers y Fannie Mae combinadas, ciertamente dan ganas de dejarse caer y como dice mi abuela “estirar la pata”. Pero válgame, Michael Jackson se murió. No ha habido una figura (con su correspondiente muerte, obvio) tan reveladora desde Elvis Presley. Quizás ese fue el gran “comeback” de Michael. Su último truco como rey del espectáculo pop, el morirse cuando menos los esperábamos. No porque fuera joven y estuviera en el ápice de su carrera. No, eso sería muy cliché y Michael hizo una vida de establecer nuevos parámetros, no de seguirlos. Se murió cuando menos lo esperábamos porque ya nos había acostumbrado a que siempre estuviera ahí, en la periferia pero cerca del “spotlight”, ‘adobaíto’ y autopreparado con sus propias locuras, listo para ser la punta de lanza de nuestras bromas, una sombra de su pasado y de su propio éxito. Hasta que no pudo más. Hasta que el “moonwalk” reconoció que podrá dar la ilusión de detener el tiempo pero no puede aguantarlo. Y mucho menos retrocederlo. *Escrito originalmente publicado en el blog de la periodista, ComUnArte (http://comunarte.wordpress.com/) **La foto del bloque fue tomada de: http://www.mikepaulblog.com/