Aunque este ensayo cinematográfico evita revelar el final de las películas a discutir, sí detalla algunas escenas cruciales. Si prefieres evitar “spoilers”, primero ve Under the Skin (2013) y Nymphomaniac Volumen I y II (2013).
Recientemente vi dos películas que utilizan a sus complejas protagonistas como desafiantes figurones de proa para llevar a cabo su visión artística. Jonathan Glazer enUnder the Skin (2013) y Lars Von Trier en Nymphomaniac Volumen I y II (2013) logran ambiciosas historias de cine gracias a la caracterización de los personajes femeninos en su centro.
Las películas tientan al público con temas que invitan a la lectura cuidadosa sobre los roles femeninos en ese arte voyeur por excelencia. Los dos filmes exploran subtextos sobre el género, los cuerpos, lo natural y lo anti natural, lo permitido y lo prohibido, entre otros temas.
Susan Bordo explica en su ensayo Unbearable Weight: Feminism, Western Culture and the Body cómo el cine y la televisión han creado un estándar de femineidad que reduce ese género a la construcción de lo que llama “la apropiada presentación superficial de su ser”. A través de las imágenes de los medios masivos aprendemos las reglas que definen “la ropa, forma de cuerpo, expresiones faciales, movimientos y comportamientos que son requeridos de la mujer”, es decir, características que reducen lo que ser mujer a estos componentes superficiales.
Tortuosas, densas y explicitas, Under the Skin y Nymphomaniac tal vez no sean atractivas para el público promedio en la temporada de blockbusters veraniegos. Sin embargo, para el que esté dispuesto a desenlazar sus idiosincrasias, ambas incitan diferentes reflexiones sobre la representación del sujeto femenino que Bordo identifica.
I’m a black ocean, leaping and wide, / Welling and swelling I bear in the tide[1]
Los primeros dos actos de Under the Skin revelan los métodos predilectos de su protagonista, un extraterrestre que utiliza el cuerpo de una mujer atractiva como segunda piel para seducir hombres, sumergirlos en el océano negro de su interior y vaciarle hasta las entrañas.
Aunque la cara que vemos es femenina, nunca se aclara el género de la criatura que se esconde tras el antifaz de la actriz Scarlett Johansson. Sin embargo, el público nunca se cuestiona cómo es que la criatura logra llevar a tantos hombres de la mano a sus muertes gracias al estereotipado rol del cuerpo femenino en la sociedad patriarcal. Porque ¿quién no seguiría a Johansson a cualquier parte? ¿Verdad?
Así es que la película de Glazer comienza a subvertir expectativas, matizando las relaciones entre cuerpos femeninos y masculinos. Desde la introducción a su protagonista, Under the Skin claramente tiene mucho interés en examinar la corporeidad del humano.
La cámara nos enseña al extraterrestre que busca acostumbrarse a su cuerpo femenino. Entona balbuceos como infante para familiarizarse con el sonido de su voz y camina con expresión perpleja entre la muchedumbre humana de la ciudad.
Pero también nos enseña la faceta del cazador al asecho, una mujer guapa y sonriente que conversa y coquetea con seguridad para aventajarse de los componentes superficiales de la femineidad y lograr su finalidad.
Una de las victimas del extraterrestre está atrapado y no lo sabe
Acercándose al clímax de la historia, el extraterrestre vacía cuerpos sin piedad hasta que se topa con un hombre severamente desfigurado. Después de que el extraterrestre hace uso hábil de la piel que habita, la de Johansson, la historia acomoda a su cuerpo atractivo, poderoso en su sexualidad, en yuxtaposición con uno vulnerable. Los dos cuerpos, el atractivo del protagonista y el de un hombre casi tan desfigurado como Joseph Merrick, chocan en el primer momento de ternura en lo que hasta entonces era una película experimental de suspenso.
En la escena en que se conocen , la mirada femenina, sabia, hábil, casi clarividente, ignora la estética por completo para ver lo que esconde a flor de piel el hombre desfigurado: un humano hambriento de contacto físico con el otro, famélico de ternura.
El personaje de Johansson utiliza esos comportamientos “requeridos” de la mujer que Bordo identifica para seducir al hombre desfigurado como hizo con sus otras víctimas, pero se arrepiente y no lo consume, usa su cuerpo atractivo como un arma pero se apiada de su presa en el último momento para dejarla ir.
Igual que el sujeto femenino es reducido a una forma de cuerpo, expresiones faciales, movimientos y comportamientos requeridos, el sujeto desfigurado también es comúnmente reducido a cualidades superficiales de su realidad física. La película aprovecha dichos estereotipos para colorear la reunión entre sujetos marginados.
El extraterrestre adopta una identidad falsa robando la ropa de un cadaver
En una entrevista, el director de Under the Skin cuenta que quería llevar a su protagonista “femenino” por un proceso de descubrimiento paulatino en el que los encuentros con la humanidad y sus cuerpos lo llevarían a un cambio natural. La película evita la epifanía dramática, recurso que se explota sin cesar en las artes narrativas.
Para formular su comentario sobre la femineidad y la naturaleza de nuestros cuerpos humanos, falibles y difíciles de entender, esta historia de ciencia ficción y suspenso prefiere la complejidad naturalista sobre los absolutismos simplistas del cine popular.
Mujeres al borde de una vida de sexualidad libre
Mientras que la protagonista de Glazer es una mujer anónima, la de Lars Von Trier se llama simplemente Joe y al igual que el extraterrestre de Johansson, las actrices que hacen de Joe son pieza clave del argumento de Nymphomaniac Vol. I y II.
Dos actrices comparten el rol sustancioso de Joe, la auto diagnosticada ninfómana, cuya historia conocemos a través de su narración autobiográfica y los flashbacks de la película.
Charlotte Gainsbourg interpreta la Joe de cuarenta y tantos años, que cuenta las aventuras sexuales de su juventud a un hombre modesto e intelectual llamado Seligman (Stellan Skarsgård). Stacy Martin encarna la Joe adolescente y adulta de la que Gainsbourg conversa.
La Joe (Charlotte Gainsbourg) adulta busca el placer en el dolor de una situación extrema
La versión de Nymphomaniac de dos volúmenes (existe una versión inédita de cinco horas que no va a salir al cine) dura cuatro horas, en las que explora distintos aspectos de la complicada y cambiante relación que tiene Joe con su sexualidad a través de su vida, sin tornarse aburrida o repetitiva, un logro por sí solo.
El filme es un ambicioso proyecto cinematográfico que aprovecha su extensa duración para ir más allá del entretenimiento pueril que podría traer consigo los detalles sensacionales de una vida de sexo sin prohibiciones para profundizar sobre la sexualidad de una mujer en particular. Es esa polifacética construcción narrativa acerca la híper sexualidad la que desinfla la dicotomía passe de los medios masivos que insisten en reducir la identidad femenina a una de dos opciones: la puta o la santa.
Ambos el director y las actrices tuvieron el cuidado de crear una taxonomía sexual para Joe que evita el cliché, concentrándose en incidentes inocentes, sensuales o de lascivia desenfrenada por igual.
Tomando las lecciones de Bordo, Nymphomaniac tiene un visible desdén por la superficialidad, evidenciado por su dirección artística minimalista. Desde la ropa, el mise en scène, hasta el diálogo, Von Trier favorece la simpleza sobre la estética, enfocándose exclusivamente en el desarrollo de su personaje.
La Joe de Charlotte Gainsbourg siempre es franca, contando los juegos masturbatorios de su niñez en el baño de la casa con la misma convicción que cuenta cómo años después dejó a su hijo solo en la casa sin niñera para cumplir una cita con su master sadomasoquista. Y aunque los capítulos de la vida de Joe se organizan alrededor de sus experimentos sexuales, no se limitan a esos exclusivamente.
La relación de Joe con su padre, por ejemplo, es tierna y llena de compasión. Y más importante aun, no recae en los redundantes y reductivos daddy issues que usualmente atan la sexualidad de la mujer a esa relación tan formativa. Junto a su padre, Joe aprendió a cuestionar su propia visión de mundo y a apreciar la auto reflexión.
En el volumen dos, después de una crisis existencial que pone a Joe a dudar de su compromiso con el disfrute de su lujuria torrencial, la protagonista se topa con lo que parece ser el árbol de su esencia, metáfora para su individualidad sugerida por su padre.
La imagen de Joe frente a su árbol, torcido por el viento pero desafiante, es el petardo final que la película utiliza para desmontar los tabúes sexuales de la cultura occidental.
Con este canto operático al individualismo, este coro góspel al yo, la protagonista de Von Trier se aferra de manera inextricable a su identidad de ninfómana después de muchas victorias y derrotas. A través de la historia que cuenta, Joe reconsidera sus acciones hasta reclamar su sexualidad, aceptando como natural uno de los comportamientos que le prohibimos a la mujer cuando la atrapamos entre esas dos identidades anteriormente mencionadas, la puta y la santa.
Joe y su padre (Christian Alater) caminan por el bosque
El artificio de los directores Jonathan Glazer y Lars Von Trier es embriagador. En estos sus más recientes proyectos fílmicos los directores mantienen el enfoque en el género femenino de sus protagonistas para lograr escenas tan brillantes que queman la retina y dejan marcas en el hipocampo tan primales como las pinturas de Lascaux.
La colaboración con las actrices es primordial en ambas obras y todas las mencionadas empapan cada segundo que están en pantalla con personalidad y bravura, derrocando toda representación “apropiada”, superficial y reductiva de su ser.
[1]Cita del poema Still I Rise de Maya Angelou.