La educación es un derecho humano esencial. Incluso algunos van más allá y afirman que la educación, como derecho, debe ser gratuita para todos y que no caben consideraciones económicas en los debates.
No obstante, hasta los derechos humanos básicos utilizan recursos escasos, y deben competir entre sí, en la distribución presupuestaria. La sociedad ha de decidir cuánta educación desea consumir sin olvidar que con ello sacrifica la satisfacción de otras necesidades básicas.
Entre la economía y la educación se dan numerosas relaciones e interacciones. Los procesos educativos integran, implican y determinan diversos aspectos económicos de importancia para su funcionamiento. Son estos puntos de intersección entre la economía y la educación los que determinan el análisis económico de los procesos educativos.
Por esta razón, las consideraciones económicas sobre la educación son importantes e ineludibles, ya que esta absorbe una cantidad de recursos productivos que podrían dedicarse a otras prioridades. Una vez que los recursos productivos y económicos son destinados a la educación, pueden ser utilizados con mayor o menor efectividad y eficiencia. Del grado de efectividad y eficiencia con que se administren los recursos dependerá el beneficio de la educación, obtenida a partir del control económico de los costos y del cálculo de los beneficios que genera.
La economía puede aportar a la educación sus modelos de gestión que garantizan una administración eficaz de los recursos económicos destinados a la enseñanza, y que aumentan así su rendimiento.
A partir de estos planteamientos, la educación superior constituye uno de los instrumentos principales con que cuenta el Gobierno de Puerto Rico en su intento de estimular el desarrollo económico del país. El gasto público destinado a esta finalidad es considerado, por consiguiente, una inversión de futuro.
La oportunidad que supone la educación en general, y particularmente la educación superior, para consolidar el crecimiento y posterior desarrollo económico, no es ajena en nuestro país. Desde el nivel preescolar hasta la educación superior, el acceso a la educación de calidad tiene un valor social intrínseco, que se refleja en una población mejor preparada, un mayor bienestar y una fuerte cohesión social. Por tanto, el nivel educativo se considera un indicador clave del desarrollo humano de cualquier país.
Ante la crisis actual, Puerto Rico ha perdido el camino que conduce hacia el crecimiento y desarrollo económico, por lo que la educación tiene un papel crítico, tanto para mejorar las habilidades y capacidades productivas, como para promover la integración y la movilidad social.
Las instituciones de educación superior son las que proporcionan esta formación, encaminadas a alcanzar el progreso tecnológico, la creación e innovación del conocimiento, directamente ligada a la investigación científica y, por lo tanto, a la formación de científicos. Además del impacto directo de la educación superior en el desarrollo socioeconómico del país, el avance educativo tiene un efecto directo en la remuneración personal. El nivel de educación alcanzado se asocia a ingresos más altos.
De otra parte, la educación, tiene un impacto potencial directo en la igualdad económica de la sociedad. No es sorprendente encontrar que, mientras menos educada sea la población de un país, menor será el ingreso per cápita, y tal vez esté más concentrada la distribución del ingreso nacional. Por tanto, si la educación es una inversión que aumenta los ingresos individuales, su efecto social es el alimento de los ingresos colectivos de la sociedad en su conjunto. Es decir, la educación genera también unos rendimientos sociales de tipo económico. Esto muestra otro punto de estrecha relación entre educación y economía; la contribución de la educación al crecimiento económico de las sociedades.
A partir de este contexto socioeconómico, resulta evidente que Puerto Rico enfrenta el reto urgente de alcanzar altas y sostenidas tasas de expansión económica y de generación de empleos a fin de aliviar la actual precariedad económica. Para lograrlo, es necesario actualizar la estructura productiva e identificar fuentes de inversión de capital, para competir en los mercados, no sobre la base de salarios bajos, sino de mayor valor agregado y de complejidad tecnológica. Dicha transformación requiere de capital humano calificado y de un sector empresarial dinámico con un fuerte compromiso innovador. Tal combinación es indispensable para reducir la brecha entre el ritmo de progreso tecnológico y científico, y al final de cuentas del desarrollo económico del país.
Sin duda, la Universidad de Puerto Rico es fuente de la vasta proporción de investigación científica y labor creativa, del total que se realiza en el país. En este sentido resulta relevante identificar los principales retos que enfrenta la Universidad de Puerto Rico (UPR), con el objetivo de capacitar a la población para hacer frente a la revolución tecnológica y científica en un contexto cada vez más globalizado, como exponente de la formación y de la producción de conocimiento en la sociedad.
En principio, fortalecer la UPR es un factor clave para aumentar la competitividad de la estructura productiva y acceder a un nivel de alta expansión económica de largo plazo. Ciertamente, la UPR mantiene el avance de la ciencia y la tecnología; sin este conocimiento sería altamente improbable que Puerto Rico alcanzara el desarrollo económico.
Es importante destacar que, al analizar los efectos económicos de la universidad pública, los argumentos se centran solo en la erogación de presupuesto que representa para el país. Más aún, a nuestro juicio, este impacto económico es solo un aspecto de su influencia social en el país y no necesariamente el más relevante. De hecho, se comparte el punto de vista de que la universidad pública es la conciencia de la sociedad de la que emergen. La UPR ha sido verdaderamente influyente y fundamental para la construcción y el reforzamiento de los valores democráticos en nuestro país.
El primer centro docente del país desempeña un papel clave en la enseñanza y en la investigación, así como en el campo de las artes y de las ciencias. La universidad pública ha sido tradicionalmente una puerta de entrada a la educación superior para la clase media y la clase baja, carentes de medios para costear una formación privada de nivel. Estas funciones fortalecen la cohesión social, la formación de capital humano y la difusión del conocimiento.
En síntesis, y por las razones antes expuestas, la contribución de la universidad pública al crecimiento y desarrollo económico en Puerto Rico engloba una amplia gama de funciones de carácter social, cultural y político que no puede ser evaluada exclusivamente en términos de su impacto económico. En particular, la universidad pública cumple un papel fundamental de preservación y expansión de nuestra cultura y herencia histórica, asunto de mayor importancia, sobre todo en el actual contexto de la globalización.