
No debe haber mucha gente en Puerto Rico que ignore cómo funciona un semáforo y qué el conductor tiene que hacer si la luz está verde o roja. La luz amarilla, sin embargo, es la menos respetada de las tres.
Y es que, aunque ante una luz amarilla se supone que el conductor reduzca automáticamente su velocidad porque pronto viene la roja, no siempre resulta así. En menos de un segundo algunos conductores consideran su velocidad, su prisa, cuán cerca está el carro de la intersección y cuánto tráfico hay en la vía de rodaje, entre otros factores. De ahí se decide si los conductores siguen las reglas de tránsito o si aceleran el vehículo, tratando de pasar la intersección antes de que la luz cambie. Otros conductores no lo piensan dos veces y automáticamente aumentan su velocidad ante un semáforo en amarillo.
El “dilema de la luz amarilla”, es decir, reducir o acelerar ante la luz amarilla no es sólo una decisión personal. Como grupo, los conductores demuestran un interesante patrón de conducta que puede ser medido científicamente. Esta fue la conclusión de un estudio reciente completado por científicos de la Universidad de Cincinnati, bajo el liderato de Zhixia Li.
El científico decubrió que ciertos escenarios o condiciones hacen que los conductores sean más propensos a pasarse la luz amarilla. Por ejemplo, conductores de vehículos pesados, como camiones de remolque, tienden a acelerar ante una luz amarilla comparado con conductores de automóbiles, minivans y camionetas (pick up). En teoría, esta reacción se entiende porque un camión es mucho más difícil de detener que otros vehículos livianos. Por una razón similar, se observó que los vehículos que iban más rápido se pasaban la luz amarilla con mayor frecuencia comparado con vehículos similares que iban a una velocidad moderada.
El investigador también notó que la duración de la luz amarilla era un factor adicional a considerar. En aquellas intersecciones donde el semáforo se programó para que la luz amarilla durara tres segundos, los conductores no se pasaban la luz amarilla frecuentemente. Si la luz amarilla duraba cuatro segundos, la cantidad de gente que se pasaba la luz amarilla era tres veces mayor. La cantidad de conductores que no reducían ante la luz amarilla fue nueve veces mayor cuando ésta duraba cinco segundos comparado con tres segundos. Una posible explicación es que muchos de los conductores viven en el área y se “conocen” los semáforos, sabiendo así cuales de éstos cambian rápido y cuáles toman más tiempo en cambiar a rojo.
Un descubrimiento sorprendente fue que aquellos que conducían por el carril derecho eran 60% más propensos a no reducir su velocidad comparado con conductores de vehículos similares que iban por el carril izquierdo. Como el carril derecho es el carril “lento”, este resultado parece contradecir la idea de que a mayor velocidad, más probable es acelerar ante la luz amarilla. Aunque no hay una explicación obvia, es muy probable que el científico continúe su proyecto de investigación con otros tipos de intersección y en otras áreas geográficas para así confirmar sus resultados y desarrollar posibles teorías que expliquen cómo los conductores reaccionan ante el dilema de la luz amarilla.
Este estudio tiene importantes aplicaciones para el Departamento de Transportación y Obras Públicas de Puerto Rico. Por ejemplo, programar los semáforos para que la luz cambie de amarilla a roja en un máximo de 3 segundos aumentaría el número de conductores que respeten la luz amarilla, disminuyendo así el riesgo de accidentes de tránsito, sobre todo en intersecciones de alto tráfico.
Para acceder al texto original puede visitar Ciencia Puerto Rico.