Esta es la segunda parte de una serie de artículos en torno a la figura de la escritora Muna Lee y el desarrollo de la novela policial en Puerto Rico.
Antecedentes criminales en Borinquen
Se han dado como antecedentes del género policial el enigma de la esfinge de Edipo, las dotes detectivescas de Hamlet, algunas fábulas clásicas y el Zadig de Voltaire. Otros antecedentes remiten a la novela gótica inglesa del siglo 18 y a la novela jacobina de comentario social.
Parientes cercanos fueron los folletines sensacionalistas y la novela naturalista, marcada por el cuerpo de creencias seudocientíficas asociadas con la eugenesia: la búsqueda de una raza perfecta a la par con la denuncia de rasgos físicos y sociales percibidos como degeneraciones enfermizas. Con la institución de las ciencias forenses y la normalización de los procesos de vigilar y castigar, el género policial, que en sus inicios idealizaba la figura del criminal, se decanta hacia una escritura más ambigua, aunque de fondo consolador. La sagacidad del detective y el poder de la ciencia son hilos de luz en las tinieblas de un mundo incierto.
En Puerto Rico se cultivó una literatura folletinesca sobre crímenes y patologías sociales: el Cofresí de Tapia, novela inspirada en las aventuras de un criminal, El monstruo, de Zeno Gandía, Inocencia, de Del Valle Atiles. Incluso La charca puede leerse en alguna medida como la historia de un crimen (el asesinato de un inocente a manos del villano Galante) y la figura de Juan del Salto como un prototipo del investigador que utiliza métodos policiales (la observación y el interrogatorio).
Las novelas “de ley, crimen y castigo” en Puerto Rico adoptaron el discurso de la eugenesia: el jíbaro anémico y letárgico, “pusilánime degenerado” con las taras de la herencia; el mito de la caída y la expulsión del paraíso en la trama de la mujer abusada, o de la loca, avatares de la isla doncella que es una de las metáforas fundacionales de la sociedad isleña. Desde luego, incluso esta figuración tiene antecedentes en la novela sensacionalista y el folletín, tampoco era una invención nativista.
La forma folletinesca del relato sensacionalista, ya en su variedad ”true crime”, subsistió hasta bien entrados los años cincuenta. Entonces se publicaba una serie llamada “novelas de misterio que escribió la realidad” en uno de los suplementos dominicales. El libro Los que murieron en la horca, de Jacobo Córdova Chirino, es una compilación de crónicas o relatos patibularios, acaso una versión criolla de los relatos del subgénero “Newgate”.
En todo caso, a pesar de que sobran antecedentes en nuestra literatura en torno al tema de la patología criminal, las novelas de Newton Gayle deben ser las primeras policiales escritas o ambientadas en Puerto Rico en plena edad de oro del género. Son novelas de atmósfera urbana cuando en la isla, con alguna excepción, se escribían novelas sociales de la tierra. Son novelas inevitablemente políticas, pero de otra manera. Una lectura de las primeras tres de la serie revela, además una apropiación singular de la fórmula policial.
Highball de crimen con espionaje: la novela policial política
En una apostilla a Our Man in Havana, Christopher Hitchens propone una subcategoría para situar algunas novelas de Graham Green, “the whisky fictions”: “Alcohol is seldom far from the reach of Greene΄s characters, and its influence was clearly some kind of daemon in his work and in his life”. También se puede hablar de la presencia del alcohol en las novelas de Newton Gayle, pues las aguas espirituosas estimulan la inteligencia del investigador y acompañan la intrigante sociabilidad de los personajes. Conviene leerlas acompañadas de la sección de cocteles del libro Puerto Rican Cook Book, de Elizabeth B. K. Dooley, la Mrs. Dooley que además de estar casada con el comerciante Henry W. Dooley y de ser una pintora paisajista talentosa, tenía fama de buena anfitriona en la colonia anglosajona del Condado. Muna Lee escribió, en la introducción del libro de cocina de Mrs. Dooley, que a pesar de las raíces europeas, norteamericanas y caribeñas de muchos platos “all these recipes have enjoyed a sea-change; all have become Puerto Rican…”. Léase en el libro de Dooley la definición de un swizzle, bebida que Robin Upwood, narrador de las novelas de Newton Gayle, consumía en la barra del Hotel Condado Vanderbilt : “Swizzles are mixed drinks typical of the West Indies. They are usually compounded with rums as the principal ingredient, although gin or brandy or bitters are also used. But the virtue of the drink lies in its being mixed with a swizzle-stick which not only beats the drink to a froth, but imparts its own flavor to the drink”.
El comienzo de la serie de novelas coincide con el fin de la Prohibición de las bebidas alcohólicas en Estados Unidos y sus territorios. Ese dato y un ejemplar de la revista The New Yorker, le dan la pista a Greer para resolver el asesinato de un senador de Estados Unidos en The Sentry Box Murder. El highball o mezcla de licores, es una imagen útil para caracterizar las novelas de Newton Gayle. La primera de la serie, Death Follows a Formula, recoge el clima político de la década de la Gran Depresión, la ominosa figura de Hitler, la pugna entre alemanes e ingleses por una fórmula que sustituirá a la gasolina y la desconfianza entre sectores conservadores de Estados Unidos y sus antagonistas británicos. Tiene matices de la novela de espionaje, pues el detective es reclutado por el Foreign Office británico. Que el espacioso territorio narrativo se haya tramado en Puerto Rico, una “tierra inadvertida”, como diría Concha Meléndez en una conferencia pronunciada en 1940, refleja una fascinante paradoja, además de la formación de los autores: el conocimiento del mundo de la diplomacia, las conferencias internacionales a las que asistía Lee, el trasmundo de la geopolítica y el petróleo, tan vigente aún y cercano al trabajo de Guinness, la afinada inteligencia de ambos en el conflictivo mundo internacional de la década que concluyó con el inicio de la Segunda Guerra Mundial.
La novela comienza en aguas internacionales, a bordo del trasatlántico Teuton, donde viaja un abigarrado conjunto de millonarios y sus satélites: un banquero judío inescrupuloso, descrito con cierto grado de antisemitismo; un millonario de Oklahoma; un feroz latinoamericano; un periodista de Nueva York que sigue los pasos de Hitler. Todos tienen los móviles y los medios para matar en los muelles y en los escenarios burgueses de Londres. En una mansión campestre se reúne el elenco de sospechosos y en el ámbito de una oficina de estilo modernista, con muebles de cromio y pisos revestidos de maderas tropicales, se denuncia a un criminal con delirios de grandeza, un súper hombre a quien se teme y se admira. La trama, los escenarios y los personajes se fueron cocinando en torno a libros, cocteles y conversaciones de sobremesa en casa de los Muñoz Lee, de los Guinness Ashford y quién sabe si de los Dooley, en el Condado.
Para más detalles sobre esta serie de artículos y para la obteción de las notas al pie de página no dudes en comunicarte con Mariana García Benítez a la siguiente dirección: marianagarciabenitez@gmail.com
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