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Uno de los posibles orígenes etimológicos de la palabra dengue es la frase en lengua Swahili “Ka-dinga pepo” en la que describe esta enfermedad como un mal producido por un espectro. Es increíble como hoy día, con la tecnología del siglo XXI y la vanagloria científica que tenemos ante el avance que hemos tenido como especie, aún sigamos sufriendo de una enfermedad milenaria y que todavía genera supersticiones y miedos incluso irracionales. El primer caso presumible como dengue registrado en la historia se encontró en una enciclopedia médica china, de la dinastía Jin, que data de los años 265 a 420. En esta documentación se habla de un mal que vinculaba agua envenenada con insectos voladores. Ya en 1781 se reporta el primer caso como tal. Pero ahora, en el año 2010, el dengue sigue siendo un terrible mal que aqueja a la humanidad. En Puerto Rico, se riega la voz en los medios de comunicación de que posiblemente se declare una nueva epidemia a finales de esta semana o en las próximas, así como pasó en años anteriores en diversos países y como se ha dado a lo largo de la última década en países suramericanos como Colombia, Ecuador, Paraguay, Perú, Venezuela y Brasil. Esta propagación, no la del virus sino la de la información que anuncia la epidemia, viene acompañada de un temor que hace palidecer a la población tanto como lo hace la enfermedad. A los supermercados y colmados llegan centenas de personas a comprar varias latas de repelentes de insectos, mientras los ciudadanos miran con terror a cuanto mosquito, mosca, abeja e insecto volador encuentran, así como a todo aquel que tosa o estornude demasiado. Lo irónico es que las campañas de información resultan inefectivas pues aunque el temor inunda a la población, son muy pocos los que realmente entienden qué es a lo que deben temerle y los pasos a seguir para prevenir la enfermedad. En primer lugar, debemos reconocer al portador de la enfermedad. No, esto no quiere decir que hay que mirar a los ojos a todo aquel que nos acompaña en el viaje en guagua para ver si tiene dengue, para entonces correr, huir. De hecho, es imposible que se transmita este mal-histeria- de persona a persona. Con reconocer al portador me refiero a que es necesario entender que el insecto que transmite esta enfermedad, el Aedes aegypti, es un mosquito que tiene líneas blancas en las patas, reconocibles como puntos blancos visibles a la vista. El ciclo activo de este insecto es durante el día, siendo más probable un encuentro con este durante la mañana y cada vez menos probable a medida que atardece. En segundo lugar, hay que saber que estos mosquitos no vuelan muy lejos y que son las aguas empozadas las que ayudan a la proliferación de los “patas blancas”. Por lo tanto, si uno se encarga de verificar que no haya focos de reproducción cercanos a nuestros lugares habituales, las probabilidades de infección disminuyen notoriamente. Es menester nuestro deshacernos de neumáticos y gomas viejas que puedan llenarse de agua, al igual que tiestos vacíos, zafacones, potes y demás envases que se encuentren al aire libre y puedan recolectar agua de lluvia. En tercer lugar, si uno no puede evitar los empozamientos de agua, entonces se hace imperativo la compra de repelentes de insectos. También es importante no caer en pánico. Si bien el dengue es una enfermedad que no debe ser tomada a la ligera, tiene cura con el tratamiento adecuado. En todo caso es importante no tomar ácido acetilsalicílico, es decir, aspirinas, ya que esta medicina tiene un efecto anticoagulante en la sangre y en caso de un dengue hemorrágico (la versión más fuerte y peligrosa de la enfermedad) podrían producirse severas hemorragias. En lugar de aspirinas es preferible el acetaminophen (Panadol, Tylenol) que no tiene este efecto sanguíneo. El dengue es una enfermedad que debe ser tomada en serio. Pero no debemos permitir que el miedo y la falta de información la conviertan en un espectro al cual temerle irracionalmente. Simplemente tomemos las medidas verdaderamente efectivas y de sentir alguno de los síntomas asociados con esta enfermedad (fiebre, dolores de cabeza y dolor intenso en las articulaciones, inflamación de los ganglios linfáticos y erupciones en la piel puntiformes de color rojo brillante en el tórax y piernas) visite al médico y conserve la calma.