Evidentemente, nos encontramos en la semana sagrada dentro de las tradiciones judeocristianas, lo que da paso a diferentes representaciones teatrales de los evangelios y miles de via crucis alrededor del mundo. Jesús muere y resucita un sinnúmero de veces así como los personajes de Hamlet han muerto millones de veces. Uniéndose a este canon de teatro religioso que acoge las tablas para esta época, El evangelio apócrifo de las mujeres, escrita por el fallecido Abniel Marat, tuvo su estreno en el Corralón de San José como parte del 56to Festival de Teatro Puertorriqueño.
Uno puede mantener la fe en lo que se quiera creer al ver esta producción. Ya en el siglo XXI, las artes no se afilian a ninguna creencia así como no descartan alguna. Sin embargo, este montaje dirigido por Josean Ortiz no necesariamente refleja que tiene su lugar dentro de las iglesias del País, del mundo o de la era medieval; mucho menos en el teatro.
Marat escogió reelaborar los hechos que narra la Biblia luego de que Jesús, actuado por Jerry Segarra, muere crucificado. Tal y como dicta el título, la obra de un acto se concentra mayormente en las mujeres que rodeaban al profeta: la Virgen María, actuada por Provi Seín; María Magdalena, interpretada por Frances Cardona; y Miriamne (que también representa a Marta, hermana de Lázaro), actuada por Mariana Quiles. Entre los tormentos sentimentales por los que todas pasaban, Miriamne es la que decide documentar todo lo que ocurrió en el tiempo que transcurrió entre la crucifixión y la resucitación.
El texto es el texto. No se necesita el crédito bíblico para que se escenifique un momento crucial en la historia de Jesús de manera interesante; lo siga al pie de la letra o no. Sin embargo, la obra de Marat se encuentra obstaculizada por su dramaturgia extremadamente pobre. Es sorprendente ya que este mismo autornos ha entregado monólogos impactantes y teatralmente ricos como La tongo, que toca el tema queere Isander, que demuestra los estragos de un sacerdote gay dentro de la religión.
El llevar un texto reconocido por una tangente femenina atrae mucho desde lejos. No obstante, este pierde cualquier encanto una vez comienza, tanto para la comunidad religiosa como para los que van a disfrutar del arte dramático. Un texto que aguanta múltiples interpretaciones teatrales intenta ser totalmente realista cuando se puede llevar a cabo de una manera abstracta (para dar un ejemplo de muchos) y alcanzar un montaje refrescante. El público impío va a querer que El evangelio… acoja su lugar en un altar católico y el cristiano no aguantaría algunos detalles que podrían considerarse blasfemos.
Sin embargo, esta idea de que el montaje se trabaje mejor en las iglesias solo funciona en papel o en pensamiento. En un resultado de mala dirección, la escena que demuestra la resucitación de Jesús (escrito como “El otro” ya que el mismo actor encarna a Lázaro y a Barrabás también) logra ser una imagen homoerótica entre Segarra y Eric Yamil, quien interpreta a un ángel en el momento y a Juan el resto de la obra. Lo que pueden ser revelaciones sobrenaturales terminan reflejándose como el clímax sexual entre este ángel y Jesús; inaceptable para el religioso y sorprendente (o gracioso) para el dogmáticamente indiferente.
El espacio donde se representa la obra también muestra un problema serio. El Corralón de San José puede ser un lugar mágico y acogedor para escenificar cualquier obra con un ambiente exacto a los corrales de comedia españoles que montaban textos de Siglo de Oro. Los que se sienten en las primeras filas no tienen problema alguno. Es el espectador que le toque un espacio en las últimas filas quién tendrá que batallar con una visión limitada del espectáculo al tener una columna de cemento entre los dos grupos de público: algo que se puede usar a favor de un montaje experimental, pero no de un montaje frontal como lo es El evangelio….
En el lado actoral, Quiles, quien ha encantado en montajes como El niño que enloqueció de amor, sobreactúa un papel que trabaja mejor de manera más interna en un espacio tan pequeño. Segarra, por su parte, resulta caricaturesco en su encarnación de Lázaro y Barrabás como dolorosamente clichoso en el papel de Jesús.
El elenco no salva mucho a la producción. Actores como Eric Yamil y Carmen Sánchez, quien interpreta a la madre de Judas, son los únicos que tienen sus momentos en dondesobresalen un poco. El problema es que todos hacen lo que pueden con un texto dramatúrgicamente débil dirigido de una manera pobre.
El material de origen no es el problema en El evangelio apócrifo de las mujeres. Un montaje igual de tenebroso que su banda sonora y equivalente al misterio que rodea la historia de Jesús hubiese salvado a la obra de su texto blando. De esta forma hubiésemos visto una producción fresca dentro del ofrecimiento teatral boricua.
Dirigido de manera más cuidadosa, la producción sí trabajaría excepcionalmente en cualquier parroquia puertorriqueña y se recibiría con la ovación precisa que le daría su comunidad.
El evangelio apócrifo de las mujeres sigue en escena desde mañana, viernes hasta el domingo en el Corralón de San José de la Calle San José del Viejo San Juan. Las funciones son a las 8:30 p.m. y la entrada es libre de costo.