¿Qué voy a estudiar? ¿A que universidad iré? ¿Me acostumbraré a la vida universitaria? Son preguntas que me atormentaban durante mi último año de escuela Superior. Preguntas que con el tiempo se fueron disipando, hasta que decidí entrar a la Universidad de Puerto en Río Piedras (conocida como la UPI) por la facultad de Comunicación Pública. Finalmente había decidido que quería ser periodista. Mi familia y amistades estaban felices por lo que sería una nueva aventura en mi vida, sin embargo me dieron cientos de advertencias. “No comas en el centro de estudiantes que te van a poner a bailar la pelúa, averigua los salones que te tocan días antes de que empiecen las clases para que no se den cuenta de que eres “prepa”, no le preguntes a ningún estudiante donde queda algún edificio porque te van a dar una dirección equivocada mejor quédate perdida”. Al entrar a la UPI en el 2005, nunca bailé la pelúa ni me dieron direcciones incorrectas, creo que supe esconderme bien porque jamás se percataron de que yo era “prepa”. Mi primer año universitario fue inolvidable porque me di cuenta de que la UPI no era tan mala como la habían pintado. Cuando llegué por primera vez a la universidad, estaba muy clara de que quería ejercer la profesión de periodismo. Pero nadie me advirtió que en algunas ocasiones iba a ser tan difícil y frustrante lograr esa meta. Fue en ese año de “prepa” que conocí a mi primera profesora de redacción, Lourdes Lugo, en una clase titulada Redacción para los medios.
Mi única experiencia en la escritura había sido en la redacción de ensayos para algunas clases de español que había tomado en la escuela superior, y pensaba que escribía muy bien. Pero tremenda sorpresa me llevé cuando la profesora Lugo comenzó a enseñarnos el primer mandamiento de un periodista, aprender a escribir el “lead”. Ese primer párrafo que contenía nada más y nada menos que el aspecto más importante de la noticia y le permitía al lector conocer de qué trataba el suceso noticioso. Tengo que admitir que mis primeros “leads” fueron catastróficos porque siempre me faltaba algún dato, aunque creía que lo había añadido todo. La profesora tuvo que batallar muy fuerte conmigo porque no lograba componer el párrafo como ella lo pedía. Con el pasar del tiempo fui aprendiendo a redactar mejor mis notas, hasta que me tocó mi primer reto como periodista para el trabajo final de la clase. La asignación consistía en entrevistar a una figura pública con el propósito de redactar una semblanza sobre algún aspecto importante de su vida. El escrito requería de una estructura un poco más flexible y debía ser redactada con la mayor creatividad posible. Imagínense como me puse, no conocía a ninguna figura pública y no tenía la menor idea de cómo contactar a una. Como principiante al fin, me encontraba en un total desespero hasta que se me encendió el bombillo. Decidí que mis entrevistados serían el dúo de reggaeton de aquel momento, Rakim y Ken-Y, y lo mejor es que vivían en mi pueblo, Gurabo. A los pocos días, realicé la entrevista y redacté mi semblanza. Me esforcé demasiado para lograr que fuera casi perfecta, sin embargo la profesora no pensó lo mismo. Se me habían olvidado algunos datos, tuve algunos errores ortográficos y a juicio de la profesora, la nota parecía más una obra de relaciones públicas que un escrito periodístico. Fue así como aprendí a tener un poco más de cuidado en la manera en la que redactaba mis escritos para evitar que se colara mi opinión. Aunque pareciera que empecé mi carrera universitaria con el pie izquierdo, no perdí la fe y trataba de aprender lo más que podía para dar lo mejor de mí. Así fue como caí en la reincidencia y volví a tomar otro curso de redacción con la profesora Lugo. Aunque ese curso, Redacción Periodística I, fue diferente y cambió mi vida para siempre. Muchos alumnos me cuestionaban el por qué había tomado otro curso más con esa profesora tan difícil, y aunque yo tampoco conocía la respuesta no sentía arrepentimiento. La clase de Redacción Periodística I, fue una de las experiencias más inolvidables en la UPI ya que consistía en llevarnos al campo de trabajo donde encontraríamos las noticias importantes que veíamos a diario en los periódicos y en la televisión. Cuando digo que fue la mejor experiencia de mi vida universitaria no miento, porque durante este semestre visité el Tribunal de Primera Instancia de San Juan y el Capitolio, las dos fuentes de noticias más importantes de Puerto Rico. En mi travesía aventurera por la UPI, conocí todo tipo de profesores. Aquellos que decían “la A es para mi porque lo se todo, la B es para el libro porque yo lo escribí, la C es para los pupitres porque nunca faltan y la D y la F serán repartidas entre ustedes”, hasta los que hacían de cada clase una nueva aventura y se desvivían hablando de Homero, la Iliada, Carl Marx y Troya. Hoy, recuerdo con tristeza y alegría aquellos momentos. A pesar de que en muchas ocasiones lloré, también tuve momentos de alegría que me han llevado a ser lo que soy hoy día y a poder decir que me graduo con todas las herramientas necesarias para sobresalir en el campo laboral. Me voy con amistades, experiencias buenas y malas, profesores inolvidables, malicia y una diversidad de conocimientos. Hoy, me convierto en una ex alumna graduada que a su vez se convierte en una “prepa” del mundo del periodismo dispuesta a expandir sus conocimientos y poner en práctica todo lo que aprendió en la UPI. Nunca bailé y nunca me mojaron. Sin embargo, aprendí que si eres “prepa” y te hacen bailar, baila; si te mojan, ríe; si te gritan prepa, responde “soy prepa de corazón y qué”. Aprendí que hay que disfrutarse los años universitarios al máximo, hay que reír, llorar, aprender y sobre todo sacar lo mejor de cada experiencia en el mundo de la UPI y en cualquier institución, porque son experiencias que nunca se olvidan y que durarán para toda la vida.