Casi ninguna playa del caliente y turístico mar Caribe escapa de la erosión, un problema que fuentes científicas califican de extendido e irreversible en estos ecosistemas de alto interés económico y que funcionan como barreras de protección de la vida tierra adentro.
“El fenómeno de la erosión está generalizado en el Caribe”, dijo a IPS el geógrafo Luis Juanes, investigador del recién creado y estatal Instituto de Ciencias del Mar de Cuba y quien participa en la coordinación científica de un proyecto de la Asociación de Estados del Caribe (AEC) para proteger las costas arenosas de los efectos del recalentamiento planetario.
La iniciativa regional “Impacto del cambio climático en las costas arenosas del Caribe: alternativas para su control” pudiera comenzar a implementarse este año, luego que culminen las negociaciones entre la AEC y el principal donante para el proyecto: la Agencia de Cooperación Internacional de Corea del Sur.
“Las playas caribeñas tienen una tendencia erosiva irreversible”, apuntó Juanes en una entrevista exclusiva, sobre un problema cuyas “causas principales están asociadas a las acciones incorrectas del ser humano en la zona costera, como extracciones de arena para la industria de la construcción y edificaciones turísticas encima de la duna”.
No obstante, el científico remarcó que investigaciones de autores locales y foráneos encontraron incluso este tipo de deterioro en playas vírgenes, de cayos deshabitados, lo que se justifica solo por la elevación del nivel del mar y otras consecuencias del calentamiento planetario.
Por ello, la AEC, fundada en 1994 y que agrupa a 25 países del llamado Gran Caribe, aprobó inicialmente en 2016 y ratificó en una cumbre en marzo de este año esta propuesta de Cuba, dentro de un programa mayor de enfrentamiento y adaptación al cambio climático.
Ese programa incluye también un proyecto contra el arribo de sargazos (macroalgas) y otro sobre la presencia de especies exóticas como el pez león.
Para financiar el programa, la AEC capta fondos de la cooperación para mitigar y adaptar al nuevo escenario climático esta región diversa, con pequeñas islas muy vulnerables y países continentales, pero que tienen en común economías en desarrollo con limitados recursos para la preservación ambiental.
Hasta el momento, el proyecto contra la erosión de las costas arenosas recibió en torno a un cuarto de millón de dólares de Holanda y Turquía, precisó Juanes. Y se prevé un aporte de $4.5 millones de Corea del Sur, para alcanzar los objetivos trazados durante cuatro años de implementación.
Además, cada país miembro de la AEC que confirme su participación contribuirá con recursos y base logística.
La coordinación de la iniciativa ya ha recibido el interés de Antigua y Barbuda, Colombia, Cuba, Dominica, Guyana, Haití, Jamaica, República Dominicana, San Vicente, Santa Lucía y Trinidad y Tobago, aunque la convocatoria sigue abierta.
La iniciativa persigue mejorar las prácticas de preservación y rehabilitación de playas en el Caribe con el establecimiento de una red regional para el monitoreo de la erosión, la elaboración de un Manual de Ingeniería de Costas, la capacitación del personal técnico y profesional, los intercambios científicos y la dotación de equipamiento, entre otros objetivos.
“Parte de los temas que se conversan con la contraparte coreana, es la colaboración de algunas instituciones científicas de ese país en el aporte de una infraestructura mínima con algunas tecnologías modernas como drones y radares costeros”, avanzó Juanes.
Una meta clave radica en obtener datos para modelar el efecto de la erosión costera hasta 2100 en el área del Gran Caribe, que está obligado a hacer un uso sostenible de las playas arenosas, su principal recurso natural para el desarrollo turístico.
Muchas de sus naciones dependen de la industria del ocio, sobre todo los pequeños estados insulares donde el turismo representa como promedio 25% del producto interno bruto y constituye el sector con el ritmo de crecimiento más alto de cada economía local.
Juanes indicó que la preocupación por el problema surgió “fundamentalmente en los principales centros turísticos” de la región en las últimas décadas del siglo XX. De manera general, apuntó que los países han adoptado medidas legales de protección costera y soluciones ingenieras en las playas turísticas.
Pioneras en la materia, instituciones científicas y empresas estatales cubanas han compartido sus experiencias locales de protección y recuperación costera con países del área como Haití, Jamaica, México y República Dominicana, aseguró el científico.
El experto alertó que el “tipo de modelo de desarrollo turístico que venimos desarrollando resulta insostenible” y el Gran Caribe debe frenar el actual deterioro de las costas arenosas porque carece de los recursos millonarios que requiere mantener playas de forma artificial, como hace el estado de Florida, en Estados Unidos.
“Si tenemos deterioradas nuestras playas y ecosistemas en el Caribe, en pocos años la competencia con la oferta del turismo en el propio Estados Unidos será irresistible”, dijo sobre el gran país emisor de visitantes internacionales a la región caribeña.
Mientras las playas de Varadero, en Cuba, de la Riviera Maya, en México, y de Punta Cana, en República Dominicana, por citar algunos ejemplos, autofinancian estudios y costosos mantenimientos con vertimientos de arenas extraídas en las profundidades, muchas playas fuera de las rutas turísticas están relegadas al olvido y la contaminación.
En respuesta, el proyecto de la AEC preparará “al menos tres proyectos ejecutivos de recuperación de playas en tres lugares críticos de tres países diferentes y con menos posibilidades económicas”, informó Juanes.
Pero puntualizó que se hará solo “la preparación conceptual, trabajo de campo y modelación” porque la ejecución es millonaria y quedará a cargo de los Estados.
“Una solución comunitaria y consciente es adoptar la playa de la que se beneficia la gente”, aseguró Ángela Corvea, la coordinadora del proyecto de educación ambiental Acualina, que moviliza a las autoridades y la comunidad en limpiezas del litoral en el municipio habanero de Playa, en el lado oeste de la capital cubana.
“Nadie limpia esas playas”, lamentó Corvea sobre la zona salpicada de playas mayormente rocosas, con unas pocas arenosas. Por ello, Acualina convoca desde 2003 a la población infantil y juvenil a recoger la basura en tres barrios del litoral, donde se incluye La Concha, la única playa arenosa de libre acceso del municipio.
“Estas acciones comunitarias, si las hicieran todas las personas que se bañan en las playas, mejorarían su preservación”, abundó la activista. “Y para hacer esas cosas nadie en el mundo tiene que esperar por una orden o un decreto”, sostuvo, en referencia al poco efecto en la práctica de las leyes ambientales en distintos países de la AEC.
En otro país insular del Gran Caribe, República Dominicana, IPS comprobó uno de los mayores ejemplos de la deplorable situación ambiental de muchas playas cuando están ajenas a la explotación turística.
Montones de basuras colonizan las dunas de la playa El Gringo, en el municipio dominicano muy industrializado de Bajos de Haina. “El problema de la contaminación de la playa se ha hablado mucho en la junta de vecinos, necesita limpieza y hasta dragado”, indicó Mackenzie Andújar, un plomero de 41 años vecino del lugar.