Ante un evento catastrófico o alguna crisis personal, son muchos los que únicamente quieren olvidar. Olvidar lo ocurrido, dejarlo atrás escondidito en algún recóndito escondrijo de la mente a ver si así el dolor no florece. Como si se tratara de algún despiste mental… “aquí no pasó nada”. Pero pasó. Y en el caso del Holocausto fue a más de 6 millones de personas que “le pasó”. Bueno, mi error, seamos más específicos: más de 6 millones de cadáveres, porque personas afectadas son muchas más. Desde los campos de concentración hasta el sótano que sirvió de escondite por años, desde las duchas hasta los hornos, son muchos los lugares que se imprimieron de forma terrible en la memoria de millones de personas. Gracila Nabel de Jinich se dedica a recolectar esas memorias. Todo empezó cuando Steven Spielberg le hizo un acercamiento para que coordinara la recolección de testimonios de personas en Latinoamérica que vivieron la Shoá, o el Holocausto. Esto en un esfuerzo por documentar, por tener defensa contra el negacionismo que aún hoy existe como bien demostrara con su ejemplo el obispo británico Richard Williamson recientemente. Pero luego se convirtió en algo más. Graciela empezó a utilizar los testimonios para hacer documentales y materiales con los que pudiera no sólo documentar un hecho sino educar. Fue así como la actual directora del Museo del Holocausto en Buenos Aires terminó aliada la Universidad De La Matanza, en Argentina, para crear el documental “Mujeres de la Shoá” expuesto recientemente en Puerto Rico en colaboración con el Museo del Holocausto de Puerto Rico. Su trabajo ahora se trata no sólo de documentar, sino de trazar lazos, crear puentes, trascender fronteras y barreras para que la información llegue. Porque Graciela sabe de esa marca en la memoria que deja un evento como éste, sabe que por más que se le esconda o se niegue, el dolor no deja de existir y el hecho no desaparece. Y durante más de 20 años se ha dedicado a algo más que luchar por los derechos humanos, se ha dedicado al rescate de la memoria para hacerle frente al dolor, al horror de lo sucedido, para que no olvidemos. Para que no suceda de nuevo.
Dentro de las matemáticas yo no me dedique a la matemática pura sino a la matemática en el aula, relacionada siempre con los chicos en la escuela, con los docentes, con capacitaciones, así que siempre estuve en el área de la educación…. En determinado momento yo dirigí la escuela Betel. La escuela Betel es en Argentina una institución, más allá de una escuela… y es una institución que se abrió siempre a los derechos humanos. Incluso en épocas de la dictadura militar, a la escuela Betel llegaban las madres y las abuelas de la Plaza de Mayo, los periodistas que luchaban por los derechos humanos y por la ética, y yo recuerdo haberlos visto en época en que yo era directora, caminando por los pasillos. Yo creo que fue eso lo que a mí me impulsó a empezar a estudiar temas que tienen que ver con los derechos humanos, con la ética, y mucho más allá… y me metí absolutamente con el tema del Holocausto, porque creo que para poder hablar de derechos humanos, y de democracia, y de ética, y contra todo tipo de dictadura es el Holocausto el tema central.
Cuando uno termina de ver este tipo de film suelen suceder dos cuestiones que, si bien son absolutamente contrarias por definición, para mí son lo mismo en el fondo y en profundidad. Muchas veces lo que sucede cuando uno termina de ver este tipo de film testimonial es que el silencio que hay es tan terrible que cada uno se va en ese silencio y como consigo mismo. Y sucede todo lo contrario, que es un aplauso, como si fuera el mejor film o puesta en escena de Hollywood, de lo mejor de lo mejor, que también es algo exagerado y yo creo que ambos hablan de la tristeza que produce este tipo de testimonio. Se me ocurre que tanto ese silencio como ese aplauso exagerado son exactamente lo mismo: la impotencia ante el relato del horror.
El tema del Holocausto es tan amplio, tan triste, tan profundo, tan abarcador que por algún lado había que empezar. Y fuimos acotando, y en el acotar, yo dije en algún momento que hay un tema que a mí me interesa, especialmente porque yo estudié con una profesora maravillosa, Raquel Odara, que fue una de las primeras en estudiar el tema del Holocausto y de las primeras que se dedicó a estudiar que pasó con las mujeres. De esta manera recortamos por cuestión de género, recortamos por un homenaje. Por otro lado, las mujeres han tenido una valentía muy especial. Las mujeres han tenido que hacerse cargos de ellas, de sus hijos, de los primitos, de los tíos, de los abuelos, pero también de sus maridos, que muchas veces -todos sabemos cuando la mujer queda sin trabajo es una historia- pero si el hombre queda sin trabajo, encerrado, el tema es otro. La depresión, la impotencia, falta de poder, los deja muy relegados. Las mujeres se hacían cargo también de levantar el ánimo de esos hombres.
Absolutamente. Para mí es una de las herramientas más valiosas de los últimos tiempos, en todo sentido: para cosas buenas y para cosas malas. Como bueno ahora el Museo del Holocausto de Puerto Rico tiene una propuesta de comenzar a hacer unas realizaciones testimoniales que bien vale la pena. Eso además permite que trascienda el quehacer de un país en otro, de un continente al otro…cada uno pone también la propia vivencia de su lugar que es una forma de trascender la frontera… Y nadie tiene pretensión de ser Steven Spielberg, porque en realidad no lo somos, pero (con “Mujeres de la Shoá”) producimos un material que sí puede llegar a la sociedad, que sí puede decir contra todo tipo de negacionismo esto sucedió y que la da la posibilidad a otro de comprometerse.
Yo diría que el tema del Holocausto es un tema de la humanidad y es por eso que nos concierne a todos. Y no importa cuanto sepas de lo que pasó en la Segunda Guerra Mundial, lo más importante es entender que las víctimas fueron lo judíos, pero esto le pasó a la humanidad.