El hombre de la guayabera, mirada perdida y cabellera blanca, todavía los visita. Ellos, que quizás ya no son los mismos, que tal vez tienen otros rostros, otros cuerpos, otras historias, ante la ley siguen siendo lo mismo. Pero no. El hombre de la guayabera, mirada perdida y cabellera blanca, los ve con otros ojos. Los reconoce por lo que son. Por eso, los estudia con el alma, les ayuda a descubrir otros caminos con la enseñanza, y eso, a pesar del encierro, los conduce hacia la libertad ansiada donde la pluralidad heterogénea es posible, justa y necesaria. Ese hombre de la guayabera es Fernando Picó. El maestro, el profesor, el historiador, el sacerdote, el jesuita, el hombre, el ser humano, que por si fuera poco, hace historia sin la necesidad de escribirla. (Foto: Ricardo Alcaraz)