Por: Taysha M. Jiménez Rivera

Excluyendo el aspecto moral, simbólico o de entretenimiento que proveen las películas, estaremos enfocándonos en la representación realista de la vida silvestre. La cinematografía puede crear en los espectadores una variedad de reacciones según la forma en que es transmitida, recibida
y entendida. Como producto de estas percepciones, surge la respuesta de la audiencia.
Con esto me refiero a los movimientos desarrollados tanto positivos como negativos en el mundo de los animales. Algunas películas logran proyectar un mensaje positivo ya sea en torno a un animal protagónico o sobre la fauna, y la respuesta de la audiencia ante esta presentación resulta ser
positiva también.
Una de estas es “Happy Feet”, dirigida por George Miller. Critica diversos
aspectos sobre la involucración humana en ecosistemas marinos promoviendo un mensaje positivo en cuanto a la necesidad de tomar acción para ayudarlos. A través de ella, desean crear conciencia sobre el impacto negativo que puede generar la interrupción de la cadena alimentaria para los pingüinos. Demostrando que debido a esto sufrirán de hambruna. Una exposición positiva fue un artículo publicado en ABC News por Bill Blakemore el año de estreno de “Happy Feet”, donde
declaran la urgencia en conservar y proteger 12 especies de pingüinos en estado de amenaza.
Hoy día, como ejemplo, la especie del Pingüino Emperador (Mumble – protagonista) y Pingüino Adelie (Ramón – amigo del protagonista) se encuentran en estado de conservación y salvos del estado de
amenaza. A diferencia del caso anterior, hay películas que podrían categorizarse como “irónicas”. Esto porque, aunque el mensaje transmitido fue compartido con las mejores intenciones (positivo), ocasionó una respuesta negativa siendo el efecto inverso. Un ejemplo sería “Finding Nemo” dirigida por Andrew Stanton.
A pesar de que promovió el rechazo hacia el cautiverio de peces
como mascotas, la demanda del pez payaso conocido en la película como Marlin (el padre) y Nemo (el hijo) aumentó un 40% en ventas actuales, llevando esta especie marina cerca a la extinción en varias regiones y así ocupar un espacio en la lista de especies en peligro. De acuerdo con Travis
M. Andrews de The Washington Post, declara que después del estreno de la película, un millón de Ocellaris clownfish se capturan cada año y más de 400,000 terminan en el mercado de Estados Unidos. Esta práctica ha ido creando consecuencias en el “chain reaction” sobre la relación
simbiótica o mutuamente benéfica que posee este pez con las anémonas. La anémona se enfrenta a grandes desafíos sin su amigo defensor y proveedor de nutrientes. Entonces comienza la cadena: menos anémonas provocará la posible disminución de algas verdes ya que también poseen una relación simbiótica entre sí. La ausencia de anémonas provoca pérdida de refugio y carencia de exposición a la luz para las algas verdes. Como efecto, estas no podrán oxigenar los ecosistemas marinos ni terrestres.
Las algas verdes contienen clorofila, por ende, son capaces de realizar
fotosíntesis y producir oxígeno. El Centro de Investigación Dinámica de Ecosistemas Marinos de Altas Latitudes establecieron que estas macroalgas participan principalmente en la producción global del aire. La acumulación de esta consecuencia, en caso extremo, puede desenvolver un sin
número de muertes por falta de oxigenación y pérdida de alimento.
Por último, existen películas como la de “Jaws”, dirigida por Steven Spielberg, que desarrollan un mensaje negativo sobre el animal, en este caso acerca del Gran Tiburón Blanco, que provoca e incita una respuesta negativa por parte de la audiencia. Presentaron al animal marino
como una gran amenaza al ser humano, incluyendo personificaciones como malicioso y vengativo.
Después del lanzamiento, miles de pescadores comenzaron a cazar y asesinarlos como trofeos según BBC News. Llevando a ciertas especies a una declinación poblacional significativamente alta. El gran tiburón blanco en la costa norte de América descendió un 50% después del estreno de
la película, porciento sugerido por George Burgess. Además, en el noroeste del Océano Atlántico entre 1986 a 2000 descendió un 79%. Otras especies como los tiburones martillo y tiburones tigre descendieron un 89% y 65% respectivamente de acuerdo con la investigación de la Dra. Julia
Baum (como se citó en BBC News, 2015). Desencadenando un aspecto negativo donde se interrumpe la vida rutinaria de estos animales y la naturaleza.
Aquí también entra en juego el “chain reaction”, porque los tiburones blancos ayudan en la limpieza del océano. Poseen la habilidad de detectar a su alrededor, mediante el campo magnético, la localización de animales
marinos enfermos. Al consumirlos, eliminan de cierta manera los organismos que pueden propagar enfermedades a otros y evita a que conduzca a un descenso en la población.
El peligro no solo recae en la extinción del animal, sino también en el “chain reaction”. El efecto reacción o domino es una de las principales amenazas hacia la fauna. Existe una conexión entre todos los animales y la naturaleza. Si uno se afecta, el resto del círculo se perjudicará también.
La cinematografía, ¿estará tomando en consideración las consecuencias que pueden surgir por medio de sus mensajes? o ¿Más vale el lucro que la fauna? Ahora le pregunto a usted: El impacto del mundo cinemático en la vida silvestre, ¿crea más bien que mal o más daño que ayuda?
La autora es estudiante de Biología Molecular de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras.