
Los ojos de Edwin Sánchez, dramaturgo que emigró a Nueva York, muestran una incomodidad esporádica, como si no perteneciera al lugar que ocupa. Dejando atrás su trayectoria exitosa como autor, su mirada salta de rostro en rostro quizás en busca de una aceptación que no sabe que se ganó hace mucho tiempo. La realidad es que detrás de esas pupilas corre todo un mundo de recuerdos e incomodidades, que le surgen a un escritor que pertenece a la diáspora y llega a su país; un país que no necesariamente lo va a tratar con cariño.
“Me tomó mucho tiempo sentir que tenía el derecho de estar en la Isla. Siempre sentí que estaba siendo puertorriqueño de la manera incorrecta, como si existiera una manera correcta, y me tomó mucho tiempo superar eso”, comentó Sánchez quien visitó la isla la semana pasada para presenciar el montaje universitario de su obra, Unmerciful Good Fortune, a manos de Christopher Olsen y Rosalina Perales. La obra fue montada por los profesores y estudiantes del curso de Teatro Bilingüe de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras.
El caso de Sánchez es especial. Al ser puertorriqueño y homosexual, se encuentra en un área gris tanto en Nueva York, su lugar de residencia y cuna del prejuicio hacia los “spiks”, como en Puerto Rico, su lugar de nacimiento y sociedad mayormente cerrada hacia la cultura LGBT.
Sánchez nació en Isabela y fue bautizado por su madre como boricua, identidad que todavía reconoce. Treinta días después de ver la luz, se muda a la caldera nuyorican que es el Bronx junto a su familia, para que 13 años después regresara a Puerto Rico. Aquí se topó con el amor a la escritura, la primera producción de su trabajo a cargo del Ateneo y una cultura machista que no le dio espacio a sus decisiones sexuales, lo que eventualmente lo regresó a Nueva York.
“Empecé a escribir porque quería crear una familia con mis personajes y con los actores que conocía. Cuando eres marginado y encuentras a otras personas marginadas, se siente bien. Cuando eso desapareció, me enamoré simplemente de escribir”, explicó Sánchez, quien también fue masticado y escupido por el mundo del actor cuando lo escogían para roles estereotipados, como el “gangster” o el ladrón.

“Me sentía bien puertorriqueño en Yale porque era el único”, admitió Sánchez (Ivana Alonso / Diálogo)
El isabelino ha escrito obras como Icarus, Floor Show: Doña Sol and her Trained Dog y Trafficking In Broken Hearts, que le otorgó el reconocimiento que tiene hoy día dentro del gremio teatral. Actualmente trabaja en una novela y en otra obra que por el momento se titula The Boy Who Stole New York. Esta obra essobre un hijo cuyo padre murió de SIDA.
En su gran mayoría, el trabajo de Sánchez toca el tema del latino dentro de los Estados Unidos, especialmente en Nueva York. El dramaturgo reconoce que hasta las obras de su repertorio que tienen personajes estadounidenses como The Road tienen rasgos latinos o lo que puede ser una universalidad latina en donde nuestras raíces no se imponen en los problemas globales que nos relacionan como seres humanos.
“Trafficking In Broken Hearts se produjo más o menos diez años después de que la escribí, pero las personas estaban receptivas a la verdad en ella. Pienso que eso es a lo que responden la mayoría de las personas”, dijo Sánchez, cuyas obras se han puesto en escena en naciones como Rusia y China, lo que rompe con la barrera del latino.
Sánchez se cataloga como un dramaturgo terco ya que sabe que puede escribir personajes que se conecten más con la mayoría blanca de los Estados Unidos, pero no lo hace. A pesar de que conoce más la literatura anglosajona, ha vivido entre latinos toda su vida quienes sirven de una buena fuente de inspiración. Son esos personajes universales los que lo han llevado a estudiar una maestría en Yale y a ganarse múltiples premios en los años noventa como el Berrilla Kerr Foundation Award y el Princess Grace Playwriting Award.
“Me sentía bien puertorriqueño en Yale porque era el único. Lo que pasa con lo nuyoricans es un amor de lejos. Tienes que aguantarlo más fuerte porque no lo tienes cerca. Cuando estás aquí en la Isla, no es que lo den por sentado, pero lo viven 24/7. A pesar de eso, yo soy completamente puertorriqueño”, mencionó Sánchez.
Ese estigma que existe en la sociedad norteamericana hacia los puertorriqueños atrasó su carrera ante los directores artísticos de diferentes teatros. Los ejecutivos no producían sus obras aguantándose de excusas débiles como “el final de la obra no se entiende” cuando el público presente en las lecturas dramatizadas captaba el mensaje completo de su escritura.
“Es un trayecto diferente para los escritores latinos. Cuando metía personajes latinos en mis obras, siempre pensaban que era autobiográfico así que tenían en mente que yo era un estafador como el principal de Trafficking In Broken Hearts. Nosotros siempre vamos a ser escritores latinos, pero David Mamet nunca será un escritor blanco sino que simplemente escritor”, expresó.
El puertorriqueño admite que siempre le ha interesado montar una obra en español en la Isla. Sin embargo, no se aventuraría en tocar temas de la sociedad actual puertorriqueña ya que no le sería completamente honesto en el sentido de no haber vivido las situaciones boricuas en su complejidad.
Hoy día, Sánchez enseña dramaturgia en Primary Stages en la ciudad de Nueva York. Eso no le impide visitar la Isla y disfrutar del cielo puertorriqueño el cual él diferencia al neoyorquino por no tener rastros químicos. Al igual, se siente más aceptado que antes en su país de origen. Es entonces que entendemos que su mirada no busca aceptación, sino que alimenta la pupila de inspiración latinoamericana para todos los escritos que elaborará en el futuro.