
SOBRE EL AUTOR
Por Armando Candelaria Nieves
Hoy viernes, 8 de mayo, se cumplen 70 años de la culminación de la Segunda Guerra Mundial en suelo europeo. En el Pacífico, la llamada Gran Guerra se extendió por tres meses más luego de esta fecha, hasta la rendición de Japón en agosto de 1945. Sobre 60 millones de personas murieron durante los seis años que duró el conflicto, la mayoría de estos civiles.
Bajo una ideología de odio o el pretexto de la “guerra total”, se cometieron numerosos crímenes de guerra y contra la humanidad, muchas veces por ambos bandos, que demostraron hasta donde es capaz de llegar el ser humano para infligir daño a sus iguales.
La Segunda Guerra Mundial surgió, entre otras razones, como resultado de situaciones que su conflicto antecesor no puedo resolver. El fin de la Primera Guerra Mundial, que se extendió desde 1914 hasta 1918, trastocó el esquema de poder mundial con el colapso de varios imperios europeos, que tradicionalmente habían dominado la esfera geopolítica y económica del mundo. Además, el Tratado de Versalles, principal documento de “paz” entre el gobierno alemán y los poderes Aliados, debilitó enormemente a Alemania y culpabilizó por la guerra únicamente a ese país europeo.

Firma del Tratado de Versalles en el Salón de los Espejos el 28 de junio de 1919. (Pintura por William Orpen / Imperial War Museum)
Las disposiciones punitivas del Tratado, como las reparaciones de guerra y la pérdida de territorio, la crisis económica mundial y la debilidad del gobierno durante la posguerra provocaron un clima de desasosiego en la sociedad alemana. Aprovechando esta realidad y utilizando un discurso de odio, superioridad racial y nacionalismo, el Partido Nacionalsocialista (Nazi) poco a poco fue ganando territorio político hasta lograr la consolidación de su poder, con el nombramiento de Adolf Hitler como canciller de Alemania en 1933.

Tropas de la Sturmabteilung (SA), la Schutzstaffel (SS) y el Nationalsozialistisches Kraftfahrkorps (NSKK) en formación de atención durante un congreso del Partido Nazi en la ciudad de Núremberg el 9 de noviembre de 1935. (Colección de donaciones de los Archivos Nacionales / Administración de los Archivos Nacionales)
Denunciando el Tratado de Versalles, la Alemania nazi realizó un ambicioso proceso de crecimiento armamentístico, remilitarización e incorporación territorial durante la década de los años treinta. Tropas “voluntarias” fueron despachadas para asistir a los nacionalistas durante la Guerra Civil Española y adquirir, a su vez, experiencia de combate.
En 1935, la región del Sarre volvió a incorporarse a Alemania; al año siguiente, fuerzas alemanas entraron en la zona desmilitarizada de Renania sin enfrentar oposición. En marzo de 1938, tras un plebiscito, Austria fue anexada a Alemania, mientras que en septiembre de ese mismo año, el Acuerdo de Múnich permitió a Alemania añadir a sus dominios partes de Checoslovaquia, todo en un intento por apaciguar los ánimos y evitar otra guerra en Europa.
Con cada violación al Tratado de Versalles, cada concesión hecha por los Aliados y el constante discurso beligerante de Hitler, quedó evidenciado que todos los caminos dirigían hacia una potencial guerra. La Liga de las Naciones, nacida luego de la Primera Guerra Mundial, fue incapaz de hacer valer el principio de “seguridad colectiva”, cuyo objetivo era prevenir otra Guerra, lo que prácticamente proscribió la razón de ser de la organización.
El primero de septiembre de 1939, con la invasión de la vecina Polonia por fuerzas alemanas, lo inevitable finalmente se había materializado, y el continente europeo nuevamente se vio sumido en otro conflicto armado. El Pacto Tripartita de 1940, que conformó los Poderes del Eje entre Alemania, Italia y Japón, aseguró que esta nueva guerra alcanzaría proporciones mundiales.

Tropas alemanas marchan por las calles de Varsovia en Polonia en septiembre de 1939. (Administración de los Archivos Nacionales)
La Segunda Guerra Mundial afectó directamente a gran parte de la población mundial: desde los cielos de Londres hasta los inhóspitos desiertos del norte de África, desde las grandes batallas navales en el océano Pacifico hasta el asalto de las playas de Normandía. Otros tantos sintieron sus efectos aún estando completamente alejados del combate.

Paracaidistas del Primer Ejército Aerotransportado descienden sobre Holanda durante la operación Market Garden en septiembre de 1944. (Administración de los Archivos Nacionales)
Paralelamente con el combate militar, otro tipo de guerra, una alimentada por el odio y la ideología, sacudió al continente europeo, ya que más de seis millones de judíos fueron asesinados conforme a la política racial del régimen nazi.
Junto al Holocausto judío, millones de romaníes (gitanos) comunistas, polacos, homosexuales, los discapacitados física y mentalmente y otros tantos “indeseables”, fueron sistemáticamente ejecutados durante el transcurso de la guerra. Aún cuando la derrota era inevitable, el régimen nazi se aseguró de continuar esta estrategia genocida hasta el final del conflicto.

Un miembro del Einsatzgruppe D se prepara para dispararle a un hombre sentado a la orilla de una fosa común en Vinnytsia, Ucrania, durante el Holocausto. Presentes en el fondo se encuentran miembros del ejército alemán, del servicio laboral alemán y las juventudes hitlerianas. (Suministrada).
El fin de la Guerra y el inicio del proceso de descolonización
Con la victoria de los Aliados en 1945, el mundo comenzó el largo período de reconstrucción, y tal como había sucedido tres décadas antes, el panorama mundial quedaría por siempre transformado.
Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, los Estados Unidos y la Unión Soviética se consagraron como las dos superpotencias del planeta y rápidamente pasaron de ser “aliados” a rivales ideológicos, cada uno estableciendo sus respectivas esferas de influencia, dando paso a la Guerra Fría.
El desarrollo de las primeras armas nucleares durante la Guerra significó que, por primera vez en la historia, la humanidad contaba con el potencial para destruirse a sí misma rápidamente. El espectro de la destrucción nuclear, con la carrera armamentista entre ambas superpotencias, se mantuvo presente durante todo el período de la postguerra y Guerra Fría y, al día de hoy, no ha desaparecido completamente.
El final de la Segunda Guerra Mundial marcó el comienzo de un importante proceso de descolonización en varias regiones del mundo, el cual se extendió mucho tiempo después de haber finalizado la Guerra. Naciones como Reino Unido, los Países Bajos y Francia vieron desaparecer los imperios coloniales que una vez sirvieron para solidificar su lugar como potencias mundiales. Los intentos para recobrar dichos territorios encontraron, en muchos casos, resistencia armada por parte de grupos que, al haber combatido contra la ocupación de las fuerzas del Eje, entendían que habían adquirido su derecho a la autodeterminación.

El mariscal de campo Wilhelm Keitel firmando los acuerdos con los términos de rendición del ejército alemán en los cuarteles del ejército ruso en Berlín, Alemania, el 7 de mayo de 1945. (Administración de los Archivos Nacionales)
Con el fin del conflicto mundial, la Liga de las Naciones fue reemplazada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y rápidamente experimentó una serie de retos que pusieron a prueba su capacidad para resolver problemas y mantener la paz mundial.
En 1948, la ONU tuvo que enfrentarse a la creación del estado de Israel, otro resultado de la Guerra, ya que el Holocausto aumentó los deseos del pueblo judío de tener su propio territorio, lo cual desató oposición en los países árabes de la región. Lejos de hallar una solución para satisfacer a todas las partes involucradas, el conflicto árabe-israelí persiste actualmente, bajo un manto de incertidumbre.
Más tarde, en el 1950, con la península coreana dividida tras la culminación de la Segunda Guerra Mundial, fuerzas norcoreanas invadieron a Corea del Sur. Una coalición multinacional de la ONU, liderada por los Estados Unidos, fue organizada para resistir dicho ataque en una guerra que, técnicamente, nunca terminó.
Han sido muchos los aciertos y desaciertos de la ONU por los pasados setenta años, pero el hecho de que durante este tiempo no haya surgido una tercera confrontación militar de proporciones globales demuestra, por lo menos, una mayor efectividad que su organización antecesora. El esquema mundial heredado al final de la Guerra está lejos de ser perfecto, pero se ha logrado mantener cierta estabilidad por un tiempo prolongado en comparación con los 21 años que pasaron entre el fin de la Primera Guerra Mundial y el principio de la Segunda.
A 70 años del fin de la Segunda Guerra Mundial, se espera que haya conmemoraciones en distintos países que de una forma u otra sufrieron la influencia del conflicto. Rusia, y los países que una vez estuvieron bajo la esfera de influencia de la Unión Soviética, por ejemplo, recordarán este evento el sábado 9 de mayo, durante el llamado “Día de la Victoria”. No solamente se estarán conmemorando siete décadas del final de la Guerra, sino que este aniversario representa, quizás, la última instancia en donde una cantidad significativa de veteranos podrá conmemorar el evento, ya que cada año son menos los que quedan.
No hay duda que la Segunda Guerra Mundial es uno de los eventos más sombríos de nuestra historia, que no debe ser olvidado si pretendemos nunca volver a cometer una confrontación de tal magnitud. De la misma forma, sin embargo, tampoco podemos negar que la Guerra y sus resultados, han representado uno de los momentos decisivos en la historia moderna y el desarrollo de nuestro mundo durante los últimos setenta años.