La vergüenza de Nueva Delhi es que es la capital de la violación de India. El último episodio que involucró a menores de edad no hace más que subrayar el trágico hecho de que no ha cambiado nada desde aquel 16 de diciembre de 2012.
Entonces, una estudiante de fisioterapia de 23 años fue víctima de una violación grupal en un autobús en movimiento, lo que derivó en un malestar generalizado en todo el país
Numerosos sociólogos coincidieron en que las protestas masivas que sacudieron la capital de India fueron la punta del iceberg, pues había un malestar contenido contra la falta de respeto por las leyes y una fallida gobernanza.
El último incidente no hizo más que dejar un sórdido juego de responsabilidades entre el gobierno de Nueva Delhi y el central, mientras las violaciones en la capital se triplicaron desde 2012.
Para todo lo que se habló de las reformas del sistema de justicia penal y de una justicia rápida, la apelación a la pena de muerte de los cuatro imputados por el caso de 2012 está pendiente en la Corte Suprema.
En los tribunales de primera instancia, las condenas dictadas por violación representan apenas entre 23 y 27 por ciento del total, lo que no hace más que envalentonar a los agresores, pues no tienen por qué temerle a la ley.
La Policía de Nueva Delhi, con 77.000 de efectivos, sostiene que en la mayoría de los casos, los agresores son procesados por la justicia. Pero estuvieron muy ocupados manteniendo la seguridad del Foro India-África para escoltar al violador en un infame caso de violación de Uber en diciembre de 2014 ante la justicia y acelerar el trámite judicial.
La vigilancia policial es tanto parte del problema como de la solución, al igual que los políticos.
En los canales de televisión nacional se insiste en que hay que ahorcar a los violadores. El alto tribunal de Madras está seguro de que la castración de los agresores sexuales de menores de edad tendrá resultados mágicos.
Pero las autoridades están más preocupadas de que esos crímenes distraigan la atención de la imagen que quiere dar Nueva Delhi como importante destino turístico o que distraigan la atención de sus esfuerzos de vender otra historia de India.
“Un pequeño incidente de violación en Nueva Delhi publicitado en todo el mundo basta para costarnos miles de millones de dólares en términos de turismo”, declaró un ministro del gobierno de la Alianza Democrática Nacional. Y si bien se retractó de esa declaración, el daño ya estaba hecho.
Más que la pérdida de unos cuántos dólares, la situación apunta a un fracaso generalizado en materia de políticas de género, que se refleja en el desequilibrio en la razón entre los sexos, pues hay muchas menos mujeres por cada 1.000 hombres.
¿La proporción incide en los delitos sexuales contra las mujeres cuando se compara con países con mejor equilibrio de género? Es interesante señalar que los científicos sociales identificaron una fuerte relación inversa entre el equilibrio entre los sexos y los asesinatos y otros delitos violentos en India.
En estados con un gran desequilibrio entre los sexos se observó una elevada incidencia de asesinatos; un mayor equilibrio se asoció con menos asesinatos.
Hace muchos años, Philip Oldenburgh calificó a los estados del país con peor relación entre los sexos, la mayoría en el norte y noroeste, como “triángulo de las Bermudas para las niñas”.
En marcado contraste, se observó una relación afirmativa entre las relaciones de género y la delincuencia en el sureño estado de Kerala, que tiene la mayor razón por sexo y algunas de las tasas más bajas de delincuencia, no solo de asesinatos, sino también de otros delitos, según una investigación de Jean Dreze y Reetika Khera.
¿Ese razonamiento puede extrapolarse a delitos sexuales contra las mujeres, incluidas las violaciones? Según los últimos datos del Buró Nacional de Investigación de Delitos, Nueva Delhi claramente es atípico, pues en 2014 tuvo una de las más bajas proporciones por sexo y de las mayores incidencias de delitos sexuales del país por un margen sustancial.
En la capital, se registra la tasa de delincuencia, es decir la incidencia de delitos sexuales cada 100.000 mujeres, más elevada con 86,96. Si bien el dato es muy sugerente, se observa que la relación en los 35 estados y territorios de la unión es apenas inversa y nada significativa. En otras palabras, es en parte cierto, pero no refleja toda la historia.
Kerala, con el mejor equilibrio de género, muestra por qué es cierto, pues tiene una tasa de delitos contra las mujeres que supera el promedio nacional. De hecho, siete de cada 10 estados con la mayor razón por sexo también tienen la mayor incidencia de delitos sexuales contra la población femenina respecto del promedio nacional.
La investigación ahora reevalúa el llamado modelo de desarrollo de Kerala, que presentó la posibilidad de un mayor desarrollo social en los niveles de ingresos más bajos por habitante.
¿Cómo se reconcilia ese modelo con la creciente violencia de género, enfermedades mentales y la rápida incidencia de la dote y delitos asociados en el estado? Kerala no es ningún lugar seguro para las mujeres.
En un fascinante informe, Mridul Eapen y Praveena Kodoth, del Centro de Estudios de Desarrollo, en Thiruvananthapuram, observan: “Los cambios en la estructura y en las prácticas familiares en el siglo pasado tuvieron vastas consecuencias para las relaciones de género”.
“Las alteraciones en el matrimonio y en las prácticas de herencia y sucesión debilitaron el acceso de las mujeres y el control de los recursos heredados, la persistencia de una estructura laboral definida según el sexo limitó los reclamos de las mujeres a las fuentes de riqueza ‘adquiridas’ o independientes”, añaden.
Lo que ocurre en Nueva Delhi no es más que una expresión concentrada de la situación del resto del país. Es deseable hacer todo lo posible para garantizar la igualdad de género, incluso en la policía.
El infanticidio en perjuicio de las niñas debe terminarse cueste lo que cueste. Los valores familiares y sociales que favorecen a los varones también deben cambiar.
Una verdad oscura y preocupante es que las mujeres, incluso las menores de edad, suelen ser violadas por miembros de su familia y otras personas conocidas como vecinos. Es necesario contar con servicios de protección infantil, como la creación de guarderías para las madres trabajadoras, en especial para los sectores más pobres de la sociedad, para que las niñas no queden sin atención.
Finalmente, solo la vigilancia de una ciudadanía sensible a las cuestiones de género minimizará el número de violaciones.
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Traducido por Verónica Firme