Todo lo suyo tiene que ver con verdades. Es que el periodista salvadoreño Óscar Martínez no es un tipo que se dedique a comer cuentos. De hecho, ni siquiera se dedica a contarlos.
Él narra verdades, las verdades de la Centroamérica que lo ha criado, las verdades de los menos afortunados que se lanzan tras un sueño pero acaban viviendo una pesadilla, las verdades de mujeres violadas y secuestradas que viven la trata internacional, las verdades del transportista de cocaína, las verdades de los pandilleros de la Mara Salvatrucha, las verdades de ese El Salvador drenado por la dolarización.
Son verdades de violencia, violentas verdades, verdades ni más ni menos. Son verdades como las que logra recoger en el libro Los migrantes que no importan (Icaria Editorial, 2014), en el que relata 14 crónicas producto de más de un año de convivencia con los migrantes indocumentados que atraviesan México para llegar a Estados Unidos. O verdades como las que han aparecido durante la pasada década en publicaciones internacionales como El País (España), CIPER (Chile), Gatopardo, Día Siete y Proceso (México), o en espacios cibernéticos como las voraces páginas cronistas Gatopardo o El Faro.
Pero, ¿cómo ve Martínez la verdad del puertorriqueño y de Puerto Rico, puesta en el espejo de la verdad del centroamericano? Aprovechamos la visita de Martínez esta semana a Borinquen para irnos mano a mano con él. La entrevista está dividida en dos partes, pues fue mucho lo que hablo Martínez con Diálogo. Es que Puerto Rico también es Centroamérica. ¿Y quién mejor que el contador de violentas verdades de Centroamérica para decirnos cómo se ve desde afuera la violenta verdad de Puerto Rico? Aquí va la primera parte de nuestra plática.
Diálogo: Saludos, Óscar. Esta es tu tercera vez en Puerto Rico. ¿Cuál es tu parecer sobre Puerto Rico, comparado con el que tenías antes de venir? En el poco tiempo que has pasado acá durante tus tres viajes, ¿cuán atinado ves que ha sido aquel parecer inicial, mirándolo ahora mismo?
Óscar Martínez: Yo me sorprendí bastante con Puerto Rico. Las tres veces que he venido han sido reciente, este año he venido dos veces, el año pasado vine una y el que viene espero regresar. Pensé que era más agringada la cosa, pensé que me iba a encontrar algo menos latinoamericano, y eso considerando que creo que la región centroamericana se agringó ya hace un tiempo. Pero acá hay esta serie de formas de comportarse, una manera de ser latino… Después de venir varias veces, pues entiendo perfectamente cómo esto es un país radicalmente distinto a Estados Unidos y me queda la impresión de que Puerto Rico es la esencia del latino en su estado puro. Son las impresiones de entrada que he tenido, pero sé que va más allá ante la cuestión política y económica, y ahora con la deuda, pues no he hecho una lectura mayor.
Diálogo: ¿Dónde sitúas a Puerto Rico en cuanto a Centro- y Latinoamérica?
Martínez: Es algo que no entiendo. Me parece que están completamente aislados de Latinoamérica, son esencialmente latinos, pero me da la impresión de que están aislados. Me parece que hay muy poco vínculo con Latinoamérica. Casi todo veo que gira sobre lo que pasa en Estados Unidos. Me da esa impresión, y estoy convencido de que en Latinoamérica nos enteramos de lo mínimo que sucede en Puerto Rico. Siempre lo que pasa en Puerto Rico pasa por otro filtro, no veo ese vínculo necesario directo. Ojalá eso cambie.
Diálogo: ¿Qué paralelismos ves entre Borinquen y El Salvador? Lo digo porque creo que alguna similitud encuentro con respecto a la violencia que se vive ahora mismo en El Salvador y la que acá se vivió hace unos cuatro, cinco años, cuando derrocamos a Honduras como el país con más asesinatos con armas de fuego per cápita gracias al ímpetu del crimen organizado que remolca el narcotráfico.
Martínez: Yo sí tenía conocimiento de la alta incidencia en los asesinatos de armas de fuego en Puerto Rico. Para mí que el tema de narcotráfico, más bien el término, ya queda en desuso, yo prefiero referirme como un todo al crimen organizado y no narcotráfico. Estoy convencido de que la percepción de las personas, especialmente con los periodistas, va creciendo hacia el problema del crimen organizado. Pero, te digo, yo en Puerto Rico respiro, puedo caminar en las calles, siento una tranquilidad pasmosa en aquellas zona que internacionalmente son mal afamadas o afamadas románticamente como lugares peligrosos. En Centroamérica sucede que somos sociedades que hemos sabido poco cómo ejecutar la paz. Nunca hemos vivido en paz, desde las sublevaciones de los campesinos durante inicios del pasado siglo, hasta los ochenta y nuestras propias guerras civiles, las guerrillas, además de una posguerra violentísima. Hablo del Centroamérica de Honduras, Guatemala y El Salvador.
Diálogo: ¿No incluirías a Nicaragua?
Martínez: Pues no, porque Nicaragua es un país muy pacífico. Es el país más pobre de Latinoamérica, pero no es un país violento. En El Salvador multiplicamos por diez el índice de homicidio que hay en Nicaragua. El norte de Centroamérica es un muñeco mal armado que todos deberían tener de ejemplo de cómo las cosas no se tienen que hacer. Hay unos proceso de conflictos, unos procesos sociales terribles que nunca se han remendado. Las pandillas, por ejemplo, les dan a los jóvenes mejores opciones que el Estado. Hay una división de clases con una brecha muy grande, hay Estados que más que Estados, que más que gobiernos, funcionan completamente polarizados. Hace tiempo que no tenemos gobierno, que lo que tenemos son partidos políticos, gobiernos que solo les interesan las próximas elecciones.
Diálogo: Eso que dices de una brecha abierta entre las clases socioeconómicas es algo que quizás se empieza a ver en Puerto Rico con la situación económica, la cuestión de la deuda. Parecería cómo si acá los ricos se estuviesen poniendo más ricos, la clase media se vuelve más pobre y los que son pobres no encuentran mucha salida que no sea la ayuda de un gobierno que ya no aguanta más. ¿Ves eso en Puerto Rico, pero con el efecto agregado del crimen organizado?
Martínez: Lo que te puedo decir es que si presienten que esa brecha se va a abrir, o se está abriendo, sepan que es un abismo bien grande y deténgalo. Eso genera sociedades violentas, genera violencia de Estado y condiciones difíciles para desarrollar la sociedad, porque hay una minoría que se vuelve privilegiada, que se puede mover en los espacios públicos y una mayoría que no. Si ustedes creen que caminan hacia ese abismo deténgalo. Son brechas muy difíciles de cerrar. Tardan décadas en cerrar esos barrancos.
Otra cosa que preveo en Puerto Rico es que le tienen mucho miedo al avance del narcotráfico, pero yo entiendo a esa gente que prefiere vender cocaína que estar como esclavo despierto a las 5:00 a.m. para mezclar cemento o virar hamburguesas. Entiendo perfectamente, porque el periodismo se trata de entender, y entonces hay que entender por qué tu vecino en vez de cargar cemento prefiere cargar otro polvo que le deje más sustento económico. Estamos en una sociedad de consumo y si quieren drogas la van a tener. En una charla en Nueva York decía eso, preguntaba qué es lo que les asusta, si alguien quiere eso, pues eso es lo que hay. La droga es un polvo, es una yerba. Estados Unidos es muy inteligente al decir que si intentas corromper a un policía o al sistema, pues te atacarán. Pero del Río Bravo hacia abajo hay una doble moral muy absurda con respecto a esto de las drogas.
No entiendo por qué perseguir la droga. No sé cómo funcionaría una legalización, pues para llegar a una farmacia habría otras medidas administrativas, y que un Estado dé la orden de no arrestar distribuidores, de no arrestar gente con gran relación con el capital y que generan violencia. Vos puedes establecer de forma tácita las reglas de un mercado, pero no cómo detener la violencia y la corrupción. Los Estados dictan leyes y procedimientos. Me parece absurdo el clavarnos con algún tipo de persecución, es un caballo suelto que nunca vas a atrapar, así que es mejor hacerlo amigable.
Para leer la segunda parte pulse aquí.