Todo lo suyo tiene que ver con verdades. Es que el periodista salvadoreño Óscar Martínez no es un tipo que se dedique a comer cuentos. De hecho, ni siquiera se dedica a contarlos.
Él narra verdades, las verdades de la Centroamérica que lo ha criado, las verdades de los menos afortunados que se lanzan tras un sueño pero acaban viviendo una pesadilla, las verdades de mujeres violadas y secuestradas que viven la trata internacional, las verdades del transportista de cocaína, las verdades de los pandilleros de la Mara Salvatrucha, las verdades de ese El Salvador drenado por la dolarización.
Son verdades de violencia, violentas verdades, verdades ni más ni menos. Son verdades como las que logra recoger en el libro Los migrantes que no importan (Icaria Editorial, 2014), en el que relata 14 crónicas producto de más de un año de convivencia con los migrantes indocumentados que atraviesan México para llegar a Estados Unidos. O verdades como las que han aparecido durante la pasada década en publicaciones internacionales como El País (España), CIPER (Chile), Gatopardo, Día Siete y Proceso (México), o en espacios cibernéticos como las voraces páginas cronistas Gatopardo o El Faro.
Pero, ¿cómo ve Martínez la verdad del puertorriqueño y de Puerto Rico, puesta en el espejo de la verdad del centroamericano? Aprovechamos la visita de Martínez esta semana a Borinquen para irnos mano a mano con él. La entrevista está dividida en dos partes, pues fue mucho lo que hablo Martínez con Diálogo. Es que Puerto Rico también es Centroamérica. ¿Y quién mejor que el contador de violentas verdades de Centroamérica para decirnos cómo se ve desde afuera la violenta verdad de Puerto Rico? Aquí va la primera parte de nuestra plática.
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Diálogo: Hablemos ahora específicamente de El Salvador, tu país. ¿Qué efectos has visto en tu país y en Centroamérica luego de la dolarización que en 2001 realizara Francisco ‘Paquito’ Flores de la mano de George W. Bush?
Óscar Martínez: La dolarización fue un golpe brutal por varias razones. La primera es que Francisco Flores malversó $13 millones de la corporación conocida como Taiwán o China Taipei. Ahora mismo, él enfrenta un proceso ante la justicia. En 2001 decidió dolarizarnos. Primero, era un presidente intratable de la derecha. Hizo un proceso de dolarización inconsulto. Los colones como moneda local desaparecieron. La cuestión del cambio de colones era de 8.75 a un dólar, y todas se convirtieron hacia arriba. El comercio no equiparó el cambio. Más aún, nos metió en un problema serio, que es que revertir esa dolarización es un problema mayor. Nos generó un gran dilema no solo para esa administración. Ha sido nefasto. Es algo de lo que ya nos acostumbramos, pero no podemos salir. Es difícil volver a emitir moneda. Yo todo esto lo digo, entendiendo desde el principio que El Salvador siempre ha estado con mucha aspiración de agringarse, pero la dolarización fue algo grotesco.
Diálogo: De igual forma, ¿qué efectos has visto que han sentido tu país y Centroamérica a raíz de movimientos como la Revolución Bolivariana en Venezuela y los movimientos de izquierda de inicios de siglo en el Brasil que buscaba reconstruir Lula?
Martínez: Todas estos gobiernos de izquierda han generado un contrapeso, y al menos en El Salvador lo que he visto es que se vive las repercusiones de la creación de un nuevo grupo de acaudalados que por primera vez son de la izquierda, contrario a los de antes, que eran los de derecha. Ahora, por ejemplo, tienes acaudalados que vienen del FMLN (Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional). La izquierda por ejemplo, recibe respaldo del ALBA (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América), una organización regional pero con base en Venezuela, y por ende hay beneficios como el petróleo. Pero de igual forma, con el FMLN vemos un partido cerrado, que ha sido incapaz de lidiar con el problema de seguridad pública, que se alinea con los sectores religiosos, que aún le falta mucho por hacer con los derechos de las mujeres, que no permite matrimonios del mismo sexo, que se opone a los derechos de aborto. La izquierda que en El Salvador generó todo ese movimiento para salir de una dictadura militar represora, parece haberse olvidado o al menos no ejecutan para el pueblo. Funcionan como un gobierno de corte populista, con algunas medidas, pero no generan cambios estructurales. También hay que recordar que ya la Guerra Fría acabó y poner las cosas en cuestión de derecha e izquierda es bien difícil. Te habla un periodista de un país que esta desconsolado con sus políticos. Parece una pista de carreras de relevo, donde el primer corredor está borracho, al segundo le falta una pierna, y así por el estilo. Parece que competimos con nosotros mismos por último lugar.
Diálogo: Pero entonces, ¿dónde ves la culpa de los Estados Unidos en todo esto?
Pues primero, hay que volver a ver eso del narcotráfico. El crimen organizado esta decidido desde los tiempos de [Richard] Nixon, por la Convención de Palermo, que tiene más de cuatro décadas. En Palermo se estableció que el crimen organizado incluye la trata humana, el secuestro, entre otras cosas, y sí, el narcotráfico. Pero por alguna razón, Estados Unidos nos metió en la cabeza que lo más que tiene que preocuparnos es la droga. Aquí yo soy muy honesto. Yo prefiero que pase una tonelada de cocaína por El Salvador a que pase una víctima de trata. Prefiero que se venda marihuana y no que venga un grupo que bregue con la extorsión. A mí no me convence esa persecución e Estados Unidos para con la droga. Ha hecho que el problema escale, que Latinoamérica se cunda de inseguridad pública de carencia de empleos dignos, de florecimiento de los carteles y de sus reinados.
Entonces, con respecto a los migrantes, Estados Unidos siempre ha respondido con escupitajos al cielo. Las pandillas de las Mara Salvatrucha y el Barrio 18 surgieron en el sur de California como respuesta y defensa al ecosistema que ya allí existía. Estados Unidos optó por deportar cuatro mil pandilleros y ahora mismo son 60 mil los que solamente hay en El Salvador, y siguen migrando, tanto de afuera hacia adentro como de adentro hacia afuera. Siempre Estados Unidos ha considerado que es una opción sacarlos de su territorio, pero no entienden que eso es como ponerle curita a una persona con cáncer.
Diálogo: Bien, ¿podrías hablarnos un poco ahora sobre tu experiencia con los migrantes indocumentados que atraviesan México para llegar a Estados Unidos? Dinos lo primero que se te venga a la mente y elaboremos de ahí. Empecemos con tu encuentro con los carteles y tu travesía por el sector de la Arrocera.
Martínez: Precisamente, esta semana hubo un albergue, el albergue FM4, que cerró sus puertas por amenazas del crimen organizado, en Jalisco, Guadalajara. En México, la barbarie y el desinterés por los migrantes siguen ocurriendo. Sobre la Arrocera, eso era un camino en Huixtla, Chiapas, al que así se le conocía por los hilos de arroz que allí quedaron en desuso. Allí los migrantes iban sometidos a la ley de los traficantes de humanos. Más de un 80% de las mujeres centroamericanas que por allí pasaron sufrieron algún tipo de abuso. Pero ante esto, la lógica de los migrantes ha sido desarticular algunos flujos migratorios y abrir otras rutas. Lo que sí no parece que dejará de pasar es que se siga huyendo de Latinoamérica. Pero en México, al ser los migrantes centroamericanos una población muy pobre e inculta es muy fácil moverlos y engañar y por eso, grupos como [el Cartel de los] Zetas, que fue creado en 1997 bajo la sombrilla del Cartel del Golfo y luego se independizó en 2007, entendieron que los centroamericanos eran un gran negocio. La trata de mujeres es un delito voraz y terrible, la trata humana en general lo es, pero es un gran negocio. Es bien fuerte ver cómo se quiebra la moral en estos procesos violentos, deshumanizadores y prolongados.
Diálogo: Antes de despedirnos, quisiéramos que nos hablaras de lo que vive ahora mismo tu pueblo salvadoreño, con la cruenta batalla con las pandillas. ¿Qué le recomendarías a un puertorriqueño que ahora mismo fuera a El Salvador?
Martínez: En este preciso, preciso momento, si no tienes que ir te digo que no vayas. Las pandillas hicieron un paro de autobuses, asesinaron siete transportistas, y hay una guerra en la calle. Lo que ellos quieren es ablandamientos de las medidas carcelarias y diálogo con el gobierno. Este gobierno hizo una tregua con las pandillas, pero la tregua se deshizo y han decidido actuar con violencia, hablo tanto del Barrio 18 como del Mara Salvatrucha.
Diálogo: ¿No ves de alguna forma la posibilidad de que estas pandillas logren institucionalizarse en la política salvadoreña, quizás siguiendo una línea como la de los carteles en Colombia en la década de los ochenta o hasta el mismo FMLN?
Martínez: Es que es muy difícil que se vayan a convertir en partidos políticos, porque contrario a lo que mencionas, aquí no hay ninguna reivindicación política. Son grupos de criminales, y, claro, tienen sus necesidades que incluso pudieran parecer justas, según como se miren, pero básicamente reaccionan al gobierno. Van de tú a tú. Tuvimos un gobierno de derecha, de seis años de mano dura, y ahora seis años de un gobierno de izquierda, que intentó el diálogo, pero nada ha funcionado. Ha sido el año más violento desde la posguerra que comenzó en 1994, más violento que el 2009, donde se rompieron todos los récords de violencia. Son tiempos bastantes oscuros en El Salvador.
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