Recordemos el 1979. La música disco, los ritmos coloridos y el vestuario neón formaban un umbral majestuoso para toda una década fabulosa. Queen lanza Don’t Stop Me Know y Michael Jackson graba Off The Wall, en donde se encuentran canciones históricas como “Rock With You”y “Don’t Stop ‘Til You Get Enough”.
En la pantalla grande, Ridley Scott nos mantuvo en horror con Alien y Rocky Balboa entrenaba para la revancha contra Apollo Creed en Rocky II. Los ochenta se preparaban para una explosión que pintaría todas las paredes de nuestros cuartos con afiches y fotos de lo popular.
Entonces, ¿cómo es que toda esta presencia cultural se pierde de vista en Riding 79? En su debut directoral, la puertorriqueña Karola Hawk llena varias sillas del equipo de producción para entregarles un proyecto algo incompleto a los cineastas de su tierra natal, que claman por mucho más.
En Riding 79 vemos como Migue, interpretado por Lorenzo James Henri, se monta en la calle obstaculizada que son los últimos momentos de la década del setenta para salir de ellos un joven crecido y maduro. Luego de la muerte de su padre puertorriqueño, Mick, como le llaman sus amigos, es dejado a cargo de su hermanita asmática en suelo boricua, ya que su madre no puede cuidarlos, cuya razón es inexistente en el texto
Bajo el techo de sus abuelos, cuya figura paterna lo es Axel Anderson, en su último rol cinematográfico, y entre la flora del campo puertorriqueño, Migue se enfrenta a desesperaciones, bullies y amoríos falsos que aportan a su crecimiento.
La falla del filme de Hawk no está en su formalidad técnica. La producción es una profesional, cuyo trabajo de cinematografía y edición es digno de mencionar. El problema de Riding 79 recae en su libreto, escrito por Hawk, lleno de diálogo torpe y trama débil junto a la representación de éste en cámara.
Ya hemos visto esta historia de formación anteriormente. Es en The Graduate de Mike Nichols donde Benjamin se enamora de mujeres que evidentemente no son lo que en realidad busca. En Riding 79, Mick quiere viajar a un espectáculo en San Juan durante Año Nuevo provocado por el amor que le tiene a una estrella del hula hoop que vio en una revista pornográfica.
Sofía, interpretada por Madalyn Horcher en Riding 79
En Pretty In Pink de John Hughes tenemos la historia del personaje secundario, que vive locamente enamorado de la protagonista para ser rechazado por ella constantemente, mientras que en Riding 79 es Sofía, interpretada por Madalyn Horcher, quien mantiene su amor por Mick callado. Es una trama dirigida hacia una audiencia joven, que no le entrega nada nuevo como reflejo o respuesta a la verdadera realidad de la juventud del setenta.
Por otro lado, la falta casi total de elementos de la década del setenta es algo inquietante en una película cuyo año está enmarcado en su título. El final de la década es casi susurrado a lo largo del filme con el uso de tocadiscos y la presencia de carros de marcas estadounidenses, cuyas dimensiones son monumentales. Son elementos que también se pueden encontrar en cualquier campo puertorriqueño hoy día.
Por otro lado, la música de la época brilla por su ausencia. No se escuchan los indicios de música animada como el disco, ni bandas punk en el cuarto de Mick, el roquero, y menos escuchamos trompetas y trombones de la salsa gorda de los setenta. Sin embargo, canciones de la madre de la salsa electrónica, Buscabulla, suenan entre paisajes playeros y estribillos de guitarras pop rock acompañan a Mick en sus peripecias.
Es aún más sorprendente la falla en la ropa que presenta Riding 79 si conocemos el trabajo de vestuario de Hawk en películas como Runner, Runner, Fast Five y The Rum Diary. El vestuario utilizado remite al estilo playero que se encontrarían en tiendas como Pac Sun y Bora Bora, que nos trae al presente igual que el fallo musical de la película, y nos da el mismo problema.
En el lado actoral, la producción también se cae entre emociones forzadas y líneas dichas vagamente. Horcher y Kevin González, en el rol de Cacique, el bully, son los más creíbles en sus personajes. Sin embargo, Henri y sus dos compañeros, interpretados por Tristan Jarred y José Cañellas (cuyas faltas de acento puertorriqueño al hablar inglés pasa por desapercibido) muestran unas actuaciones impuestas y falsas en sus personajes, en especial el protagonista en las escenas de desespero.
Riding 79 tiene mucho elemento cuestionable y mucha historia de formación que ya hemos visto tanto en el extranjero como localmente. Aunque riamos en indiferencia o en felicidad, Casi Casi de Jaime y Tony Vallés se nos quedó de alguna forma en la mente, mientras que Riding 79 no.
Hawk demuestra una gran profesionalidad técnica en una producción cuya finalidad pudo haber sido mucho más de lo que es. La debilidad que muestra Riding 79 no llega a mucho y solo deja un sabor amargo en lo que pareció ser otro marco ejemplar en el cine juvenil puertorriqueño, cuando lo vimos venir en la distancia.