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Hubo un primer hincha. Uno que primero gritó. Uno que le donó el nombre de su oficio de inflar (o hinchar) al mundo del fútbol. Prudencio Miguel Reyes leía su cédula de nacimiento.
Dicen que a principios del siglo 20, en el Uruguay futbolero, este señor Prudencio se encargaba de inflar (hinchar) los balones de cada partido. Esta labor la ejercía como utilero y talabartero (artesano especializado en trabajos en cuero) del Parque Central, la sede del Club Nacional de Fútbol (el segundo equipo uruguayo por antigüedad).
Prudencio soplaba, claro, porque antes no habían máquinas que llenaran las pelotas, estamos hablando de otros tiempos. De esta manera, y por utilizar tanto el aire, podemos imaginar la capacidad y potencia de los pulmones del señor Prudencio. Que poca prudencia tenía, pues dicen que éste, que hinchaba las bolas, gran vozarrón tenía. Parece que los más estruendosos cántitos de apoyo a su Club Nacional, los entonó primero Prudencio, el hincha.
Ricardo Soca, editor del portal el Castellano.org, cuenta en “La fascinante historia de las palabras” que durante los partidos de la época, algunos aficionados solían comentar «Mirá cómo grita el hincha», esto ante las ruidosas demostraciones de fanatismo de Prudencio.
La documentación de Soca consigna que “poco a poco la palabra hincha se fue aplicando a los partidarios del Club Nacional que (como Prudencio) más gritaban en los partidos; más tarde se extendió a los demás y, finalmente, a los partidarios de todos los clubes”.
Así las cosas, la palabra hincha, como adjetivo para los aficionados, viajó al resto del mundo hispanohablante con los Juegos Olímpicos de 1924 y 1928, cuando Uruguay ganó sendas medallas de oro. Ya el término era del mundo para la primera Copa Mundial de Fútbol en Montevideo, Uruguay, en 1930, organizada por la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA).
Prudencio, el hincha, el que hinchaba el balón, era un gritón. Era el fanático que resonaba y hacía que los demás siguieran su melodía leal a la camisa.
Ahora son muchos los Prudencios. Son los hinchas fieles a su bandera. La aman. La celebran. La bendicen. La defienden. La lloran. Son sus once los que juegan. Es su selección. Es su vida. Es su fútbol, con y sin prudencia.
Cualquier hincha argentino celebra este gol de Diego Armando Maradona, el hoy director técnico de la selección de Argentina en Sudáfrica, con lágrimas en los ojos, como las del narrador. Este acontecimiento ‘divino’, para muchos, ocurrió en el Mundial de 1986 en México, durante el partido de cuartos de finales entre Argentina e Inglaterra. El resultado: Maradona 2, Inglaterra 1.
Merece escuchar la siguiente narración como ejemplo vivo de la pasión que genera este deporte.