No hace mucho se me pidió que reflexionara sobre las implicaciones lingüísticas de referirse a un grupo de hombres y mujeres como “todos y todas”. ¿Era necesario utilizar esa frase en lugar de usar el masculino genérico? La verdad es que no le dediqué tanta importancia en ese momento; sin embargo, es menester de un futuro maestro analizar a profundidad este fenómeno. Aquellos que aspiramos a enseñar tenemos que comprender a cabalidad la realidad lingüística a la que nos enfrentamos. Además, debemos asumir posturas bien reflexionadas para no transmitir un mensaje erróneo a los estudiantes. Utilizaré como referencia la noticia “La Real Academia Española, contra el ‘todos y todas’” para desarrollar el análisis.
El periódico La Nación publicó la noticia titulada “La Real Academia Española, contra el ‘todos y todas’”. En esta se expone la reacción de la Real Academia Española (RAE) a construcciones gramaticales como “alumnos y alumnas”. La Academia hizo un informe, titulado “Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer”, en el cual “critica las nuevas guías sobre el lenguaje no sexista elaboradas en España por universidades … que proponen, por ejemplo, usar palabras como ‘la ciudadanía’ en lugar de ‘los ciudadanos’ … para hablar de grupos compuestos por hombres y mujeres. Ignacio Bosque fue el autor del informe antes mencionado, aprobado unánimemente por los académicos. En resumidas cuentas, la RAE prefiere la utilización del masculino para referirse a los hombres y mujeres en conjunto.
Establecida ya la recomendación de la Academia, es meritorio que se reflexione sobre la recomendación del lenguaje no sexista que promueven las guías antes destacadas. En primer lugar, según Bosque, es incorrecto afirmar que hay en la lengua “comportamientos verbales sexistas”. No hay tal cosa como lenguaje no sexista. El lenguaje es lenguaje, un sistema; los sexistas son los seres humanos. El lenguaje se puede interpretar como sexista según el uso que se le dé o, más bien, según la interpretación del receptor. Para evidenciar este punto discutiré brevemente lo que la lingüística llama la teoría del signo lingüístico, esbozada por Ferdinand de Saussure.
Saussure establece que el signo lingüístico se compone de significado y significante. Por ejemplo, “niño” es el significante que se utiliza en español para designar un infante varón. Como se puede apreciar, no hay una relación directa entre “niño” y la realidad que designa (en nada se parecen). Por otro lado, en inglés el significante para designar la misma realidad es “boy”. De esa manera, el signo lingüístico es arbitrario, es decir, puede manipularse. La sociedad establece por acuerdo –tácito o explícito– a qué se va a referir cada signo lingüístico. Si aplicamos la teoría del signo al fenómeno de “todos y todas”, es válido afirmar que pudo haberse escogido el femenino como el género no marcado y hoy la historia sería diferente.
En segundo lugar, tampoco se puede decir que no es necesario implementar mecanismos en la sociedad para evitar el machismo y el sexismo. El patriarcado ha regido gran parte del mundo y todavía se lucha para que la mujer tenga mayor visibilidad en la sociedad. Es por esta razón que entiendo por qué se recomienda utilizar un lenguaje “no sexista”. También soy consciente de que el lenguaje tiene un poder increíble socialmente. Esta es una de las causas por las que surgen ramas de estudio como la sociología del lenguaje y la sociolingüística, porque la lengua está insertada en la sociedad. Como se demostró anteriormente, es la sociedad la que establece los parámetros para la utilización del lenguaje. Independientemente de la arbitrariedad del signo lingüístico, se debe tomar en cuenta si se utiliza el masculino genérico con la intención de mantener el machismo. Si constantemente se mencionan a “los hombres”, por ejemplo, estos serán los que mayor presencia tendrán socialmente. Por consiguiente, son válidas las dos vertientes del asunto. Sin embargo, es necesario abordar este fenómeno con una actitud científica y objetiva, con una actitud lingüística, para poder tomar una decisión coherente.
Ignacio Bosque apunta que “el uso genérico del masculino para designar los dos sexos está muy asentado en el sistema gramatical”. De forma natural se utiliza el masculino genérico porque esa es la estructura del español. Cambiar esa utilización del masculino es, como menciona Bosque, forzar la lengua. Bajo esta proposición me inclino a la utilización del masculino en registros coloquiales o familiares, puesto que en el habla esta construcción es la que impera. Cuando se habla en estos registros no necesariamente se es consciente de si se es sexista o no; simplemente se habla.
Ahora bien, en el lenguaje oficial y en el salón de clases me oriento a la utilización de frases como “todos y todas” en la medida en que sea posible. Hago esta distinción porque no siempre se va a poder visibilizar a la mujer. Bosque señala algunas expresiones en las que la visibilidad de la mujer no es posible, por ejemplo, “los reyes” y “mis tíos”. Si bien se entiende el poder del lenguaje para apoyar el machismo, tampoco se puede limitar la lengua. Abstenerse de usar estos términos sería asesinarla. Por lo que sí, enseñemos la inclusión de la mujer a través del lenguaje, pero mantengamos viva la lengua dejándola que tome su curso natural.
No obstante, aun cuando se enseñe la utilización del lenguaje “no sexista” no se va a obligar a un estudiante a utilizarlo constantemente. Tampoco se va a penalizar al estudiante por no utilizar este tipo de lenguaje; al fin y al cabo, el uso del masculino genérico, prescriptivamente, es lo que se recomienda. Por ejemplo, si un estudiante expresa “todos nosotros”, no encuentro propio corregirlo para que diga “todos nosotros y todas nosotras” (no tiene sentido). De la misma manera, si una estudiante feminista en todo momento insiste en utilizar un lenguaje “no sexista” (aun en registros coloquiales y familiares), no soy nadie para impedírselo. Esta conducta ya es parte de su sociolecto y debe respetarse. En conclusión, establecer una postura extremista en relación con este fenómeno es contraproducente lingüística y pedagógicamente. Lo más saludable es mantener un balance entre las dos vertientes para atender el problema social en cuestión y mantener viva la esencia del español.
Luego que el coordinador de los trabajos de la Nueva Gramática de la Lengua Española, Ignacio Bosque, se expresara en contra del lenguaje “inclusivo” representado en el uso de los dos géneros en expresiones como “todos y todas” (http://www.rae.es/sites/default/files/Sexismo_linguistico_y_visibilidad_de_la_mujer_0.pdf), las reacciones de educadores y trabajadores de la lengua no se han hecho esperar.
Con argumentos lingüísticos y sociolingüísticos a favor y en contra de esta postura, tres estudiantes de Pedagogía en Español, Nivel Secundario, analizan el tema. Estos alumnos forman parte del curso ESPA 4012 Lingüística Hispánica II, de la Universidad de Puerto Rico en Cayey, ofrecido por el Dr. Héctor Aponte Alequín.