Digamos que El Punto en la Montaña es un programa de intercambio de jeringuillas con usuarios de drogas intravenosas que busca prevenir el contagio del VIH/SIDA y Hepatitis C (VHC) en Puerto Rico.
Digamos también que su trabajo –o mejor dicho, su contribución al país– responde a que alrededor de un 50% de todos los casos de VIH/SIDA en la isla son atribuidos al uso de drogas intravenosas. Esa cifra es la más alta en los Estados Unidos y en toda América Latina, según informa el portal cibernético de la organización.
Agreguemos que para el 2010 el nivel de fatalidad asociado con el VIH/SIDA en Puerto Rico fue seis veces más alto que el de los Estados Unidos, y que de acuerdo a información provista por la Coalición Nacional VHC, cerca de 53 mil personas están infectadas al presente con VHC en Puerto Rico.
Actualmente, el tratamiento más efectivo para lograr la cura del VHC ronda los $94,000. No obstante, informes gubernamentales en Puerto Rico han señalado que aproximadamente 1.5 millones de personas no cuentan ni tienen acceso a cubierta médica.
Ante esa realidad, El Punto en la Montaña (EPM) cobija a los marginados, a los que de cierta manera han quedado en el olvido por las estructuras del sistema y el poder destructivo y seductor del mundo de las drogas.
“Una de las cosas importantes de los programas de reducción de riesgos es que cada paquete de equipo que proveemos garantiza una mejor salud en la persona que lo recibe. Nosotros buscamos evitar que la persona tenga que compartir sus materiales para evitar más contagios de Hepatitis C y VIH/SIDA”, expresó Nilda Rivera, coordinadora de EPM.
Cada paquete de equipo entregado por EPM contiene jeringuillas esterilizadas y nuevas, toallas con alcohol, pequeñas botellas con clorox, así como profilácticos y otros materiales necesarios para manejar el consumo de drogas y sus padecimientos de forma segura. De este modo, EPM busca evitar que la persona utilice en más de una ocasión las agujas y el resto de los materiales.
“Generalmente entregamos 30 ganchos a cada uno, pero además de eso, ellos nos entregan todas las jeringuillas que puedan devolver para decomisarlas de una forma segura y así garantizar que el proceso se haga de la mejor forma”, dijo Rivera.
“Es absurdo que la guerra contra las drogas gaste millones de dólares. Lo que gasta el sistema carcelario en un solo individuo es suficiente para educar este país. Tienen que darse cuenta que una jeringuilla cuesta 13 centavos y un tratamiento de VIH $180 mil. En el caso de la Hepatitis C, tienes un tratamiento cuyo costo sobrepasa los $90 mil cuando a las farmacéuticas les sale en $500. Este problema se puede erradicar”, señaló Rivera, al tiempo que destacó la importancia de atacar esta realidad con una mayor participación ciudadana y un compromiso real por parte del gobierno.
Diálogo tuvo la oportunidad de acompañar a EPM en dos intercambios de jeringuillas llevados a cabo en Cidra y Cayey. Ambos municipios son parte de las localidades que EPM impacta con su iniciativa comunitaria todas las semanas.
“Atendemos cerca de 30 personas en Cidra, y en Cayey alrededor de 20. Pero cada semana puede pasar cualquier cosa. Es impredecible la cantidad exacta de gente que impactamos porque pueden surgir muchísimas situaciones, además de que las personas también tienen sus percances, trabajan en los puntos como vigilantes o sencillamente no llegan”, subrayó la coordinadora.
El primer intercambio de jeringuillas que presenció este medio tuvo lugar a las afueras de un residencial público, donde llegaron cinco usuarios. Todos recibieron sus equipos y fueron orientados sobre cómo tratar sus padecimientos. Uno de ellos expresó su agradecimiento y aprovechó nuestra presencia para resaltar la importancia de este tipo de iniciativa, pues “gracias a esto muchos han logrado mejorar sus condiciones físicas y evitar más contagios”.
“Sinceramente ellos han tenido la misma actitud con nosotros desde el principio. La humildad siempre ha estado. Su trabajo lo hacen de corazón, no es que ellos vienen aquí por simplemente hacerlo. Ellos vienen, te dan el servicio, dedican de su tiempo, te tratan como gente y te hacen sentir alguien, no importa quién seas”, manifestó uno de los beneficiados, que no puede ser identificado y que ha recibido las ayudas de EPM por más de cuatro años.
Y es que para el grupo de EPM las tensiones que puedan surgir a lo largo de sus travesías no son más significativas que el compromiso de atender los padecimientos de un sector destinado a ser marginado, utilizado y olvidado por las autoridades y otros sectores. Importa poco –o nada– las miradas frías de los gatilleros de los puntos, o de quienes simplemente definen la acción esperanzadora como una pérdida de tiempo.
“Yo estoy tratando de quitarme, pero no hay ayudas más allá de esto que me ayuden a quitarme de una vez y por todas”, comentó un usuario, quien también aprovechó para manifestar que es importante que la gente apoye más las iniciativas como EPM, porque “habemos muchos que queremos echar pa’ lante, pero que nos hace falta más gente que trabaje de corazón. Y mira, te lo digo yo, que estuve recluido y a los cuatro días me dijeron ‘pero si ya tú te estás sonriendo, quiere decir que estás bien’, y me soltaron”.
El desconocimiento, así como la falta de ayudas efectivas para las personas que padecen de VHC y para los usuarios en general, continúan siendo parte fundamental de los reclamos de muchos y una de las futuras áreas a ser trabajadas por grupos como EPM.
Si bien los casos de VHC continúan siendo una epidemia silenciosa en Puerto Rico, no es menos cierto que iniciativas como EPM siguen abriendo caminos alternativos para el bien de muchos puertorriqueños. Quizás, al momento, el reto más importante es lograr que su labor retumbe en los oídos de cada puertorriqueño para que su trabajo deje de ser silencioso de una vez y por todas.