Sin duda alguna, son muchas las historias desagradables que ocurren al realizar algún trámite administrativo, que los estudiantes del sistema de la Universidad de Puerto Rico (UPR) podrían contar.
Aunque estos sucesos son muy comentados entre el estudiantado, pocas veces se escriben de ellos y menos se proponen estrategias o alternativas para mejorar el sistema. Es por esto que me di a la tarea de narrar algunas de ellas.
Echemos un vistazo a algunas de estas situaciones.
Realizar algún trámite administrativo en las oficinas del Recinto de Río Piedras (UPR-RP), por ejemplo, es una tarea que muchos y muchas odiamos. Y menciono al Recinto de Río Piedras porque tuve la oportunidad de estudiar dos años en la UPR en Humacao, donde estos trámites no eran tan desesperantes.
Uno de los vía crucis de los estudiantes del recinto riopedrense es el que se vive durante la búsqueda de un estacionamiento. Soy estudiante de maestría, por lo que la mayoría de las veces visito la institución en la tarde o noche cuando la mayoría de los estacionamientos están vacíos, en especial los estacionamientos destinados a los empleados. Durante mi primer año de estudios graduados, no tenía el sello electrónico del estacionamiento y en una ocasión me estacioné en un área segura que, aunque no estaba rotulada, resulta que no se podía estacionar. Mientras me encontraba en clase, los oficiales de seguridad del Recinto dejaron una multa en mi auto. Cuando decidí asumir responsabilidad, pagar el boleto y sacar el sello, la oficina de seguridad de Recinto me indicó que debía esperar al próximo semestre para evidenciar con mi matrícula que era estudiante de la institución y poder poner el sello. Increíble pero cierto, el sistema es tan deficiente que ni siquiera te permite reparar tu error. ¿Para qué voy a querer sacar el sello si no voy a estudiar el próximo semestre? Sólo ellos sabrán.
A pesar de los reclamos de la Asociación de Estudiantes Graduados de Comunicación, que pidió que todos los estacionamientos, tanto de empleados como de estudiantes, estuvieran abiertos después de las 4:30 pm para los estudiantes nocturnos, la petición fue negada.
También puede volverse engorroso algo tan sencillo como usar un libro del Sistema de Bibliotecas de la Institución. En una ocasión, visité una de las bibliotecas de mi amada Alma Máter en aras de solicitar dos tesis para leerlas. Como sabemos, las tesis no pueden salir de la biblioteca y sólo puedes utilizarlas durante tres horas. A los pocos días, regresé a dicha biblioteca para sacar otro libro. Cuando el estudiante bibliotecario entra al sistema, me indica que tengo una multa por no haber entregado dos tesis. ¿Cómo no voy a entregar dos tesis que ni siquiera pueden salir de la biblioteca? Después de asombrarme por dicho error, le indiqué que sí había entregado las tesis. Cuando verificaron, las tesis sí se habían entregado, pero las habían puesto en otro lugar, por lo que aparecían como que no habían sido entregadas. No dudo que sea muy posible que los libros se coloquen en su lugar y aparezcan como entregados en el bendito sistema.
Pero la dificultad extrema, esto es el problema número uno generación tras generación, es el que emerge cada semestre durante los consabidos procesos de matrícula. Es imposible olvidar las múltiples ocasiones que compañeros y amigos me han enviado mensajes de texto diciendo “estoy en un fila quilométrica, desde bien temprano, pagando la matrícula”. Y eso que amigos que entraron a la universidad antes que yo me dicen que ha mejorado porque antes era peor, o sea, que hay esperanza de que podemos seguir mejorando.
Para cerrar con broche de oro, no pueden faltar los memorables errores que surgen en la emisión de diplomas y la inscripción de premios y medallas que se entregan en las oficinas de Plaza Universitaria. Una gran amiga me contó que fue a buscar su toga y demás artículos pertinentes a la graduación. Al pasar por una de las oficinas para que le indicaran si tenía medalla de honor, verifican y le indican que no le correspondía porque su promedio no era el indicado para dicho reconocimiento. Luego de la graduación y de desfilar sin medalla, a mi amiga le llega una carta para que pasara a buscar su medalla de honor. No creo que haya sido muy difícil verificar esta información antes de dar una respuesta errónea.
Aunque agraciadamente en lo personal no he pasado una mala experiencia en la oficina de Asistencia Económica, una compañera que no ha tenido la misma suerte me contó: “en el último semestre de mi tercer año me dieron 800 dólares, de la nada en mi cuenta apareció esa cantidad de dinero. Yo sabía por dónde eso iba y yo nos lo toque, incluso fui a Asistencia Económica y les dije que no se suponía que me depositarán ese dinero porque a mí no me sobraba beca, verificaron en los documentos y me dijeron que ese dinero era mío. Fui a Recaudaciones y me dijeron que no sabían de donde había salido ese dinero que supuestamente me habían aprobado dinero de más. Un disparate porque eso debe salir en el sistema. Yo seguí con la inquietud y efectivamente después me lo cobraron. Me cobraron 800 dólares que me habían depositado; me depositaron un dinero de una beca de otro estudiante. Al final, lo tuve que devolver, yo soy maliciosa con las cosas de la Universidad”.
Si le buscamos el lado positivo de todo esto, nos damos cuenta de que como dicen por ahí, “el que se gradúa de la IUPI se gradúa de la vida”. Esto de alguna forma aporta a nuestra formación, ya sea adquiriendo paciencia, malicia, tolerancia, así como otras virtudes que se desarrollan a lo largo de los años de estudio.
No todo es malo, estoy muy consciente de que el sistema también cuenta con excelentes empleados, que están muy comprometidos con su trabajo, pero no son la mayoría desde mi perspectiva. Al escribir esto, no busco difundir la crítica sino proponer la concientización y el cambio. Con esto, busco exhortar a los empleados docentes y no docentes del sistema UPR a que no olviden que están trabajando en el primer centro docente del País, y que de ellos no se espera nada menos que amabilidad en el trato y eficiencia en su labor.