Temprano en la mañana suena la alarma de muchos puertorriqueños. Con la taza de café en mano y prisa por llegar al trabajo, suben a sus vehículos y encienden la radio para escuchar las noticias que acontecen en el País. Al mismo tiempo, oyen las maquinarias de los trabajadores que construyen edificios, puentes y carreteras. A esto, se suma la estruendosa sinfonía de bocinas a causa de la congestión vehicular.
Al conjunto de todos estos sonidos amplificados y de gran intensidad se le conoce como ruido y este es considerado como contaminación.
El crecimiento poblacional en las zonas urbanas durante los últimos años ha sido un factor determinante en el aumento del ruido en la Isla. De acuerdo con el censo del 2000, en Puerto Rico, de aproximadamente 3.6 millones de habitantes, el 95 por ciento vive en zonas urbanas. Esto ha aumentado no solo el ruido, también la cantidad de personas afectadas por este.
Según la audióloga Iris Sánchez, egresada del Recinto de Ciencias Médicas de la Universidad de Puerto Rico, “la mayoría de las personas que sufren pérdida de audición en Puerto Rico provienen del ámbito laboral industrial”. Las personas más afectadas son aquellas que han trabajado por mucho tiempo en construcción, en fábricas, en aeropuertos y en el ejército.
Sánchez comentó además que también “hay algo de lo que no se habla mucho y es la vibración que acompaña estos ruidos”. Explicó, por ejemplo, que escuchar música a un alto volumen en un lugar cerrado, como los autos y discotecas, produce vibraciones que afectan el sistema nervioso central. Según la especialista, las personas no lo saben, pero hay un daño acumulativo. Algunos de los efectos pueden ser estrés, tensión muscular y aumento en la presión arterial.
Por otra parte, el ruido puede perjudicar el aprendizaje, especialmente el de los niños, ya que afecta su memoria, atención y su capacidad de procesar información causándoles problemas al leer y comunicarse.
Precisamente, en el 2007 el Departamento de Geografía de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, en colaboración con el Worcester Polytechnic Institute de Massachusetts, realizó una investigación en cuatro escuelas del área metropolitana acerca de la contaminación sonora y cómo la acústica de los salones afecta la dinámica que se da en ellos.
La investigación reveló que el nivel de ruido en los salones rondaba entre los 55 a los 63 decibeles lo que es muy significativo. Además, como parte del estudio se suministró un cuestionario a 45 maestros de las distintas escuelas con el propósito de conocer cómo estos perciben los ruidos en sus tareas diarias.
Gráfica 1: Fuentes de Ruido que afectan la dinámica en el salón de clases
Como se puede apreciar en la Gráfica 1, la mayor parte de los ruidos son producidos por las personas. Sin embargo, los autos, las construcciones, la música, el transporte público y otras fuentes no identificadas también contribuyen de manera significativa en la producción del ruido. Esto queda comprobado ya que el 89 por ciento de los maestros indicó que durante sus clases debían hablar por encima del ruido exterior debido a que la mala acústica de los salones amplifica los ruidos ambientales.
Desde el año 1976, la Junta de Calidad Ambiental de Puerto Rico (JCA) ha establecido reglamentos para controlar el ruido en la Isla. A pesar de esto, según José Alicea Pou, gerente del Área de Control de Ruidos y Contaminación Lumínica, el nivel de ruido promedio en San Juan se encuentra en los 68 decibeles durante todo el día debido a la gran actividad humana en la zona.
En cuanto al problema que representa el ruido para los estudiantes y maestros en Puerto Rico, Alicea Pou expresó que la JCA y el Departamento de Educación han dialogado sobre el asunto y que actualmente se está tomado en cuenta dicho factor al momento de construir y localizar nuevas escuelas.
Por otra parte, el funcionario informó que el ruido está afectando el comportamiento de la fauna en Puerto Rico. Ejemplo de esto lo es el múcaro común, que emite sonidos a una frecuencia igual al ruido que provoca un auto y, por lo tanto, ha optado por emigrar a espacios más silenciosos. Además, estudios han revelado que el patrón de vocalización del coquí ha sufrido alteraciones que perjudican su capacidad de comunicarse con otros miembros de su especie.
Otro caso es el del manatí antillano, especie endémica en peligro de extinción, que está siendo afectada por la contaminación acústica submarina ya que el ruido de las embarcaciones lo inhibe de su capacidad de orientación al momento de evitar el impacto de una nave. Igualmente, el ruido puede provocar que reviente su vejiga natatoria y su tímpano, ocasionándole la muerte.
“Puerto Rico no es una isla silenciosa por naturaleza ya que cuenta con una fauna nocturna muy activa. (…) Sin embargo, el ruido ha limitado nuestra capacidad de apreciarla y disfrutar de ella”, señaló José Alicea quien, además, confesó que la política pública sobre el control de ruido en Puerto Rico no está unificada y esto representa una dificultad al momento de aplicar los reglamentos.
Como parte de su esfuerzo por educar a la ciudadanía sobre la contaminación acústica, la JCA llevará acabo un simposio en celebración del Día para la Concienciación sobre el Ruido el próximo miércoles 30 de abril desde las 8:30 a.m. en el edificio del Departamento de Recursos Naturales en San Juan. En el evento se conversará sobre el ruido y las personas de edad avanzada. Además, se expondrán los resultados de investigaciones relacionadas al tema.