Dos tazas de café sobre la mesa. Una artesanía de Don Quijote en la sala. Nos acompaña la lluvia. Parece ser la mañana perfecta para conversar del arte de hacer teatro. Un teatro que, a pesar de los retos económicos que enfrenta el país, nos brinda una riqueza cultural incalculable.
Rodeado de libros y poemas, lucía relajado y atento: parecía dominar el espacio escénico del que era protagonista. Así abrió las puertas de su hogar Eduardo Bobrén Bisbal, maestro, diseñador de luces de teatro en Puerto Rico y quien recientemente publicó su segundo poemario titulado Carpeta confidente.
Bobrén, naciste en Guayama. ¿Qué te gusta y qué extrañas del sur?
Del sur me gusta la vegetación. Guayama conserva dentro de su topografía una gran variedad. Tiene montañas, laderas y mar. Hay un poema muy bonito que escribió Luis Palés Matos, es un soneto que dice ‘como si una nube se hubiese dormido sobre la esmeralda del cañaveral’. Y esa fue una imagen que él agarró de la caña verde vestida de guajana (flor de la caña), porque antes de que la vista alcanzara el mar, lo único que se veía era verde.
También extraño la convivencia, eso se pierde cuando uno entra a la universidad y se convierte en un profesional. Aunque ahora la estoy recuperando con amigos de la época. Guayama tiene una peculiaridad, y es que tiene calles largas, esa forma del pueblo te ayuda a adoptar dirección. Ahí no te pierdes, sino que tienes un sentido de seguridad.
Eduardo estudió un bachillerato en Educación Secundaria y Estudios Hispánicos en la Universidad de Puerto Rico (UPR), Recinto de Río Piedras. Cursó estudios de diseño y producción teatral en la Universidad de Washington, en Seattle y cuenta con una maestría en Administración y Supervisión Escolar de la Universidad Interamericana.
Con el sentido de humor a flor de piel narra su vida con orgullo y detalles. Utiliza muchos gestos con sus manos, sobre todo cuando habla de dos de los temas que más le apasionan: la poesía y el teatro. Su obra favorita es el Zoológico de cristal, de Tennesse Williams.
La UPR, el teatro y “Poldín”
Fuiste discípulo de don Leopoldo Santiago Lavandero, quien fue el fundador del Departamento de Drama de la UPR, ¿cómo describes esa experiencia teatral junto con él?
Del teatro lo único que me gustaba era verlo. Yo soy de una época en donde en la escuela se hacían juegos florales, que eran unas actividades donde cantaban y hacían escenas de teatro, pero yo nunca participaba porque era tímido. En la clase de español todos teníamos que leer en voz alta y eso nos daba unas destrezas maravillosas. Mis cuatro años en la universidad fueron en una época bien interesante. El teatro era un lugar común (ese espacio al cual todo el mundo iba). Era como ir ahora a un merendero. Cuando me gradué, logré una plaza como maestro y luego decidí ir a estudiar teatro.
En el bachillerato recuerdo haber tomado un curso de la poesía de Palés Matos, que era también de Guayama. En ese mismo tiempo tomé Historia del Teatro. Ese era un curso fundamental de la poética de Aristóteles. Fui a un seminario a aprender teatro con la posibilidad de convertirme en maestro. Yo conocía a Lavandero nada más que de oído, no personalmente, pero era un gran tipo.
De pronto, se pierde la voz de Bobrén. Entró en personaje y encarnó en cuestión de segundos la voz y los gestos del gran “Poldín”, como le decía de cariño a Santiago Lavandero. Entonces, comenzó a imitarle: “Recuerdo que íbamos a una cafetería y él con este vozarrón tan grande hablaba así, y todo se escuchaba. Hay un gesto que yo automáticamente imito de él, y es que él para sobarse la cabeza ponía los espejuelos y hacía así (finaliza la actuación con sus manos en la cabeza). Del alboroto pasábamos a la carcajada (ríe) y luego por un café. Era una persona inspiradora, tenía capacidad para crear y alma para enseñar, porque enseñar teatro no es fácil”.
Bobrén sale del personaje y prosigue: “Yo fui a ese seminario como una esponja. Poldo se convirtió en un jefe-amigo, era una persona en la cual tú podías conversar y diferir. Siempre fue un maestro. A mí me enseñó a respetar el teatro. Siempre prevalecía un gran afecto. Él sabía que yo me convertiría en uno de sus colaboradores del Teatro Escolar”.
¿Qué aportó ‘Poldín’ al teatro nacional?
Lo que él hizo por este país es innegable. Creó el Departamento de Drama de la UPR, se lo deben a él. Trabajó en WIPR y creó el programa de Teatro Escolar en el sesenta. Recuerdo que en el proyecto de la Compañía Teatral de Maestros teníamos seis semanas para montar una obra. Hacíamos una escenografía, cocíamos vestuarios, pintábamos, aprendíamos maquillaje y presentábamos la obra en la séptima semana. A veces yo no salía en escena porque me ponía a hacer otras cosas de producción. En ocasiones, él me permitía manejar el área técnica y ahí comencé a gozarme el teatro. Me di cuenta que el teatro es poesía. Y cuando descubrí la luz, vi que la iluminación teatral es magia.
[Esta entrevista ha sido dividida en dos partes. En la próxima publicación Eduardo Bobrén Bisbal comparte los secretos para la iluminación escénica y qué lo inspiró a escribir dos poemarios].
La autora es estudiante de la Maestría en Periodismo de la Escuela de Comunicación de la Universidad de Puerto Rico. Este texto se produjo originalmente para el Seminario en Periodismo I: “Retratos: la entrevista creativa y en profundidad” (COPU 6725), que dictó el doctor Mario E. Roche Morales este semestre.