
Nadie queda. Sólo él. Es el año 1988. El Centro de Estudiantes en Río Piedras es, como tantos bolsillos de la ciudad universitaria, un lugar de paso. A cierta hora las voces se apagan y son apenas el eco de lo que estuvo. Él barre, desordena esos ecos. Llegará otro día. Llegarán otras voces. Quedará él. Quedarán los ecos.
Foto por Ricardo Alcaraz, texto por Christian Ibarra.
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