
Las manos inexpertas de un grupo de estudiantes se enfrentaban por primera vez a la tarea de confeccionar un producto a base de material agrícola, que tuviera potencial de venta en el mercado local.
Estos estudiantes pertenecen al Departamento de Tecnología Agrícola del más pequeño de los campus universitarios del sistema público del País. Ese que se encuentra en Utuado, en el centro de Puerto Rico, entre montañas, vegetación y el fresco de los ríos.
Entre los cursos de este programa hay uno que lleva por nombre Economía Agrícola y, según el profesor que lo imparte, Javier Pérez Lafount, este requiere que los estudiantes desarrollen un producto innovador, con potencial de comercialización y que su materia prima sean productos agrícolas locales. Muchos de los alumnos crean el concepto simplemente para cumplir con los requisitos de la clase, pero hay quienes hacen de esa tarea su proyecto agroempresarial a corto y largo plazo.
Diálogo conversó con cinco estudiantes de la UPRU que hicieron de su proyecto de clase una fuente de ingreso exitoso.
Crostata de piña
Marey Camacho, utuadeña de 19 años de edad, se encuentra a un paso de terminar su grado asociado del Programa de Producción Agrícola. Cuando se enfrentó al curso de Economía Agrícola decidió modificar una famosa receta familiar para que fuera acorde con las exigencias del profesor. A su producto lo llamó Crostata de Piña.
“Es como si fuera un pie, pero es diferente en la forma y la masa. Los productos son de Puerto Rico, trato de usar cosas que se cultiven aquí, como la piña. También tiene canela y azúcar. La masa se hace, se deja reposar en la nevera por unos 30 minutos, después se rellena con la piña y después se hornea por unos 45 minutos”, explicó Camacho.
Al estar estudiando en la Universidad a tiempo completo, Camacho vende tartas cuando le hacen pedidos, sin embargo, una vez se gradúe espera poder conseguir los permisos para comercializarlo y desarrollar nuevas recetas donde incluya otros frutos locales.
Mantecado de café
Luego de estudiar diseño gráfico, Miguel Nazario, de 23 años, aceptó que su pasión era trabajar la tierra. Por lo que aplicó para la UPRU y fue aceptado en el Departamento de Tecnología Agrícola. Hace un semestre se enfrentó con el curso de Economía Agrícola.
Junto con su compañero de clase, Luis A. Gracia, puso su imaginación a correr hasta que diseñaron un producto que podían preparar con materiales que tenían disponibles y que prometía ser agradable para la audiencia a la que iba dirigido. Confeccionaron mantecado de café.
“Yo en mi casa lo que tengo es una cuerda de café más una heladera y dije ‘pues vamos a hacer mantecado de café’. Lo hice, lo llevé a la clase y a la gente le gustó. Seguimos añadiendo y quitando cosas, de ahí surgió el producto final”, narró López Nazario.
El estudiante, que se encuentra en su segundo año de estudios en el recinto de la montaña, compartió que él y su compañero desconocían cómo se preparaba el mantecado, así que lo primero que hicieron fue investigar cuál era la base para confeccionarlo. Luego de eso, llevaron el producto a la clase donde el profesor y sus compañeros lo probaron y quedaron encantados con el sabor.
Hasta el momento, López Nazario y Gracia suplen con mantecados de café a un restaurante llamado Bocadillo, donde la propietaria bisemanalmente le ordena alrededor de dos docenas. También, su producto, que inicialmente se llamó Glacial Dorado, lo han vendido en diferentes festivales como el del Café en Jayuya y el Festival Tierra Adentro de Utuado. En ambas fiestas de pueblo vendió todas las porciones que había llevado y, además, recibió buenas críticas de los consumidores.
Para estos microempresarios ahora lo importante es obtener los permisos pertinentes y conseguir un nombre y un logo que vaya acorde al producto que ofrecen para lograr comercializarlo en diferentes lugares.
Lopez Nazario, quien posee una finca donde cultiva el café que utiliza para el mantecado, explicó que su producto también tiene marshmallow, nutella y galleta molida para ayudar a suavizar el sabor del café.
“No tenía idea de que iba a terminar haciendo helados. Yo empecé estudiando artes gráficas, pero lo que me gustaba era la agricultura. Yo pensaba tener un negocio en la finca, pero me gusta como está fluyendo la cosa con el mantecado. De aquí a unos años espero tenerlo listo y que puedan comprarlo por ahí, además de poder ofrecer más sabores”, sostuvo el joven.
Café Big K-Bron
Otro caso similar es el de Leodiams Adams. Un norteamericano de 46 años y veterano del ejército que, movido por su amor por la agricultura, se mudó a Utuado para hacer lo que más le llena el corazón que es “ver las cosas crecer” ya sean los animales o las plantas.
En estos momentos tiene una finca donde siembra guineos, plátanos y café. Pero hace tres años comenzó a estudiar Industrias Pecuarias, con beneficios de veteranos, en la UPR en Utuado. En su caso, para la clase de Economía Agrícola decidió producir café, Café Big K-Bron. Adams explicó que decidió llamar a su producto Café Big K-Bron como técnica de mercadeo y para hacer reír a la gente. Dijo que estaba convencido de que ese nombre llamaría la atención y haría que la gente recordara el producto.
Asimismo, admitió que por los estudios y compromisos con su actual trabajo, en este momento, no tiene producción cafetalera para vender, mencionó que en cualquier momento puede tener el producto listo.
“La agricultura la llevo en la sangre. Mi abuelo paterno era ganadero y agricultor de arroz, mientras que mi abuelo materno era agricultor de sandías, y cuando yo era un nene mi mamá tenía 50 cabezas de ganado”, concluyó Adams.
Nota: Esta es la primera parte de dos reportajes que reúne la historia de estos cinco pequeños agroempresarios.