En cinco días se cumplen cinco años del inicio de la más reciente huelga estudiantil en la Universidad de Puerto Rico. Hace unos meses circulaba una convocatoria para una antología de artículos críticos y creativos para conmemorarla. Pensé someter un breve listado de pasados líderes estudiantiles—de la Facultad de Derecho—y sus puestos en el gobierno o de sus contratos con el gobierno e instituciones afines. Desistí pues eso hubiese sido de muy mal gusto. Me hubiera dado mucha pena o rabia o risa, además. Como alternativa, me hice la siguiente pregunta: ¿Qué podría significar en nuestro contexto político actual—marcado por la aparente ausencia de discursos y movimientos coherentes, organizados de oposición política en el país—conmemorar la pasada huelga universitaria? A manera de respuesta, redacté a mano la lista de exlíderes rápidamente al dorso del recibo de compras para un café. Me tomé el café. Boté el recibo. Las conmemoraciones son harto extrañas.
De la huelga recuerdo el café y el cuartel—el café que preparábamos en el campamento, las horas largas que pasamos frente a los cuarteles de Hato Rey Oeste, Monte Hatillo en espera de compañeros y compañeras detenidas. Cuando la pienso a partir de estos referentes caprichosos, lo hago con no poca esperanza y desde una perspectiva crítico-creativa, que, siento, me permitiría abordarla como una apertura radical, inesperada de posibilidades para la teoría y práctica política en nuestro contexto contemporáneo que trasciende no solo el momento histórico y las transformaciones particulares que suscitó en sus participantes, sino que ofrece unas coordenadas distintas para hacer la oposición en Puerto Rico, desde la multiplicidad de espacios sociales y a través de diversos colectivos y comunidades. Pensar la huelga entonces—conmemorarla en su quinto aniversario—significaría en gran medida romper con el pensar dominante actual que responde a un imaginario propio de una generación y una “clase de intelectuales” [escritores fantasmas] entregados a inventariar nuestros fracasos sociales, literarios, políticos con el fin de prevenir y/o negar todo proyecto de futuro en nuestro quehacer como activistas, gestores, artistas, etc.
El autor del libro que presentamos hoy fue estudiante huelguista, miembro del comité de acción de la Escuela de Derecho. Tomamos mucho café en el campamento. Esperé largas horas por él frente a un cuartel luego de que fuera arrestado ilegalmente en el recinto. También leímos mucha poesía en el portón 6.5 frente a efectivos de la policía de Puerto Rico durante la primavera y verano de 2010. En resumidas cuentas, es mi amigo. Hoy día se desempeña como abogado en la división legal de la universidad. Conmemorar, decía, es un asunto harto extraño puesto que, parafraseando a Badiou, es difícil mantenernos fieles a la idea de cambiar el mundo al tiempo en que vivimos en el mundo. Afortunadamente, según Badiou, la poesía “anticipa y clarifica subjetividades políticas” [mi traducción](1). En particular, el filósofo francés resalta la conexión entre la poesía y el comunismo:
…there exists an essential link between poetry and communism, if we understand ‘communism’ closely in its primary sense: the concern for what is common to all. A tense, paradoxical, violent love of life in common, the desire that what ought to be common and accessible to all should not be appropriated by the servants of Capital.(2)
Propongo que muchos de los poemas reunidos en Encandilar (Disonante, 2014) ensayan, de forma convincente y conmovedora, ese amor violento por la vida en común en el contexto puertorriqueño actual. En ese sentido, el poemario, aunque no pretende recoger las experiencias de la pasada huelga, sí retoma [y re-traza] en el espacio del poema, algunos de los aspectos más esperanzadores y urgentes de aquella toma del espacio público en protesta: el decir y decidir a partir de la conciencia y el bienestar grupal, el rechazo de las formas de opresión y cooptación del estado, la propuesta hermosa y valiente de nuevas (y amorosas) formas de relacionarnos—de articular un nosotros y nosotras— desde la igualdad y en complicidad. Se trata pues de una subjetividad poética insumisa, que logra, desde la sapiencia dura y dolorosa de las-cosas-como-son [“Así, de adentro hacia fuera,/ la dinamita ya estaba puesta,/ estratégicamente situada,/ tú sabes,/ fondos públicos,/ contratistas privados,/ expertos en la cuestión”(3).] agenciarse breves momentos de oposición e invención: “Bahía clara, faro, arena/ quiero perderme en tu litoral/ y en el instante más discreto/ prender en fuego la ciudad”(4).
En lo que concierne las posibilidades de prender en fuego la ciudad, de empezar desde cero, de—parafraseando a Game— buscar hilos conductores rompiendo los patrones desde el comunismo, Badiou escribe:
Communist poetics cannot be reduced to a vigorous and solid certainty of victory. It is also what we might call the nostalgia of the future…Communism here works in the future anterior: we experience a kind of poetic regret for what we imagined the world will have been when communism has come.(5)
En el poema titular del conjunto, Gamelyn ofrece lo que bien podría ser una síntesis perfecta de las ideas de Badiou: “He sembrado en el huerto/ de las clandestinidades/ semillas viejas de futuro/ ya tostadas de esperar”(6). Es este juego con las temporalidades de un porvenir político venido a menos aun pudiendo ser (más), uno de los elementos más fascinantes de este poemario. Cito del poema “Implosión”:
Los escombros de nuestras vidas / que corrían, volaban y nadaban / y se alojaban donde cayeran / para ser barridos y luego mapeados / o para quedarse—ahí— para siempre. / Como bastiones de resistencia. / Pedazos de memoria. / Retazos de ciudad atrincherados / en esos rinconcitos del futuro y presente / que siempre guardamos para el pasado. (7)
Hoy diríamos, con Badiou y a propósito de este libro, que el poema es tal rincón donde se anticipan y se aclaran incluso nuestras subjetividades políticas pasadas, allá para los tiempos en que nos atrincherábamos en la universidad. El poema—ese que firma Game—nos invita a retomar viejos y nuevos espacios de oposición, desde donde ensayar la fidelidad a esos sujetos que una vez podríamos haber sido. Y fuimos. Y aún seremos, cuando en el instante más discreto, prendamos en fuego la ciudad.
Yo me leí Encandilar con un café, a dos cuadras del cuartel más cercano de casa. A través de la lectura sentí que de la mano de mi amigo re-trazaba las coordenadas pasadas de nuestro porvenir: comité, café, cuartel, universidad, país. En el futuro las conmemoraciones serán hermosas.
*Texto leído en la presentación del poemario Encandilar de Gamelyn Oduardo Sierra, celebrada el 16 de abril en Libros AC.
(1) Philosophy for Militants (2012). Verso Books, en la pág. 49
(2) The Age of the Poets: And other Writings on Twentieth Century Poetry and Prose (2014). Verso Books, en la pág. 93
(3) Encandilar (2014). Disonante, en la pág. 35
(4) Encandilar, en la pág. 32
(5) The Age of the Poets, en la pág. 104
(6) Encandilar, en la pág. 32
(7) Encandilar, en las págs. 35-36