
El Centro de Convenciones del hotel Crown Plaza en Managua, Nicaragua, se llenó a capacidad durante el décimo séptimo Congreso Latinoamericano y Caribeño de Estudiantes que se realizó recientemente en esa ciudad centroamericana. Entre bulla y brincos, jóvenes entraron al lugar ondeando banderas de Ecuador, Perú, Chile, Colombia, Brasil, Argentina, Uruguay, Puerto Rico, Cuba y Venezuela.
Palabras del expresidente Hugo Chávez reproducidas junto a su imagen en una pantalla gigante volvían a la vida la memoria del ex gobernante venezolano, que fue el homenajeado de la actividad. Con su rezo, “no se murió, se hizo millones, Chávez soy yo”, la delegación venezolana afirmó su devoción al fenecido líder bolivariano mientras entraba jubilosa al auditorio.
“Que viva Sandino”, replicaban, por su parte, los nicaragüenses, pues después de todo quien auspiciaba la actividad tenía que hacerse sentir en la casa.
Los vítores a las revoluciones cubana, sandinista y venezolana por parte de los jóvenes presentes durante la inauguración de este importante congreso estudiantil, más allá de provocar pasiones, le permitió al elocuente politólogo nicaragüense Orlando Núñez en su breve bienvenida, señalar como necesarias las alianzas entre los partidos políticos y los movimientos sociales para lograr hegemonía.
“Si luchamos por la unidad es porque todavía estamos divididos”, desentrañaba el hombre de cabellos plateados y rasgos indígenas, mientras describía la solidaridad como “militancia y marca latinoamericana”.
“Nos dijeron que no se puede gobernar sin una mayoría política, fuimos a construirla. Estamos construyendo una nación”, dijo refiriéndose a Latinoamérica como un “proceso permanente de revolución”.
Pero para Núñez, quien también es economista, el proyecto latinoamericano “todavía no es transformación” pues solo “dos de cada diez estudiantes latinos y latinas logran entrar” a la universidad.
El orador condenó desde el podio “la educación imperialista que ha hecho subversivas las banderas democráticas y de la paz” e invitó al pueblo a moverse sin armas, pues según él no se necesita tomar el poder para lograr acciones revolucionarias.
Siguiendo esa misma línea, el expresidente hondureño liberal José Manuel Zelaya, compartió con la audiencia que aunque en su pueblo llevan botas, sombrero y pistola, él dejó de portar armas. “He dejado de usar pistola por compromiso ideológico con la paz”, aseguró. Expresó, además, haber renunciado “a la derecha por consciencia, para estar de lado de los pobres, del lado correcto de la historia”, pues trabaja para los que “no pueden alcanzar más en el mundo”.
“Soy presidente, me botan. Soy diputado, me botan. ¿Pues dónde quieren que viva? Me voy a los foros de estudiantes”, manifestó Zelaya a cinco años de lo que llamó “la tragedia hondureña”, el golpe de estado que en el 2009 lo sacó de la Casa Presidencial y lo envío fuera de su país.
El exmandatario hondureño recordó que gran parte de la comunidad internacional, incluyendo a los Estados Unidos de América y las Naciones Unidas, condenó el cambio político forzoso de su país. Sin embargo, dijo que este año trascendió en la más reciente publicación de la exsecretaria de estado Hillary Clinton que ese país había apoyado el golpe. “Nos dedicaron un capítulo”, comentó con el libro de la exsecretaria de Estado en su mano. Añadió que en esa publicación Clinton “reconoce el apoyo al golpe de estado”.
En el evento también participó Piedad Córdoba, exsenadora colombiana involucrada con su grupo Colombianos y Colombianas por la Paz en el acuerdo humanitario con las Fuerzas Armadas Revolucionarias Colombianas que logró la liberación de seis secuestrados en 2009.
La abogada defensora de la paz para su tierra natal puntualizó que “a 100 años de la Primera Guerra Mundial pedimos respeto a la soberanía del pueblo colombiano", aludiendo a la intervención de Estados Unidos en procesos políticos de otras naciones.
En su reclamo por “un buen vivir” y “una paz sin fusiles”, la exsenadora colombiana dijo no haberle pesado perder sus derechos políticos por 32 años “porque ese no es mi régimen” y reiteró que “Colombia no puede ser el portaaviones del imperialismo”.