De acuerdo con dos expertos del RUM, el mundo se está acercando al punto de no retorno en cuanto a la utilización del petróleo como principal fuente energética. Esta situación obliga a la humanidad no sólo a buscar fuentes de energía alterna, sino a comprometerse con otros estilos de vida.
-Albert Einstein Se necesitarían alrededor de tres planetas Tierra para suplir el consumo energético y de recursos naturales a nivel global. En el caso de Puerto Rico, serían necesarias unas cuatro islas más para abastecer el consumo local. Y es que si se mira para el lado, esta Isla con cuatro millones de habitantes, la misma población de Costa Rica, consume casi cuatro veces más recursos y energía que dicho país, cuya extensión territorial es mucho mayor. Las preguntas importantes son evidentes: ¿Cómo llegamos aquí? ¿Cómo se va a atender esta crisis? ¿Qué alternativas existen? El tan discutido calentamiento global asociado al incremento de gases de efecto invernadero; el agotamiento de las reservas de combustible fósil; así como los debates éticos, políticos, económicos y sociales que representa el establecimiento de nuevos modos de generar energía son algunas de las vertientes centrales de esta problemática. En la actualidad, los combustibles fósiles representan el 97% de la energía primaria que consume el mundo: un 38% proviene del carbón, un 40% del petróleo y un 19% del gas natural. Con el consumo y la demanda actual, el petróleo debe durar alrededor de 45 años más; mientras que el carbón, 230 años según el informe Energy (R)evolution de la organización internacional Greenpeace. Ya no se trata de proyectar soluciones sino de poner en práctica las alternativas que han estado engavetadas por décadas. La crisis energética, el desarrollo de energía renovable con menor impacto ecológico y la posibilidad de que el llamado oro negro no dure para siempre no son temas nuevos. Desde los años setenta, cuando Estados Unidos empezó a usar mucho más petróleo de sus reservas, se comenzó a hablar en el mundo de la necesidad de buscar alternativas. Fue un indicador inmediato de que no se podría satisfacer la demanda. Esto sin mencionar los factores ambientales. En ese momento, el primer pico del precio de este combustible fósil, de tres dólares por barril subió a diez. El presidente Jimmy Carter empezó a apoyar programas muy agresivos de búsqueda de fuentes alternas de energía y se comenzó a tomar en serio el tema de la energía renovable. Sin embargo, al colapsar el precio del petróleo en los años 80, todos los programas de energía renovable se quedaron poco a poco sin presupuesto. Dejó de ser prioridad, pues el bolsillo del Estado y del consumidor ya no se veían afectados. El segundo susto ocurrió en el marco de la primera Guerra del Golfo Pérsico bajo la presidencia de George Bush, padre. El precio del petróleo se disparó por la especulación de que una guerra provocase limitaciones en la reserva. La región resultaba muy sensible. Esta segunda crisis demostró la vulnerabilidad mundial al oro negro. Cualquier país en esa región podía desatar unas crisis mundiales con connotaciones económicas, políticas, bélicas, sociales y, sobre todo, ambientales. Hace apenas unos meses se volvió a experimentar un incremento en el precio de este combustible. El consumidor lo advirtió en sus facturas y el problema, que figuras públicas como Al Gore y científicos alrededor del mundo llevaban años alertando, volvió a cobrar notoriedad. Pero no todo el debate se centra en Estados Unidos, aunque sea el principal consumidor energético del mundo. Actualmente, países como India y China, éste último con sobre dos mil millones de habitantes, tienen una actividad económica, industrial y energética impresionante que complica la ecuación. “Se pierde de perspectiva que, por ejemplo, prácticamente China es el manufacturero del mundo. Casi todo trae su letrero de made in China y no se puede pretender que tengan los mismos niveles de consumo energético del resto del planeta. Estos países quieren tener una mejor calidad de vida”, observó el doctor Efraín O’Neill, director del Instituto Tropical de Energía, Ambiente y Sociedad, iniciativa orquestada desde el Recinto de Mayagüez de la Universidad de Puerto Rico (RUM). Tanto para el doctor O’Neill como para el doctor José Colucci Ríos, decano de Ingeniería del RUM, institución que lleva la batuta en torno a las investigaciones relacionadas con el tema energético en el País, más allá de hablar de que se acaben definitivamente los recursos, lo preocupante en este momento es que el mundo se está acercando al punto en que la utilización de recursos energéticos excede la reserva. Es decir, que la vulnerabilidad será mucho más alta. Esto puede provocar no sólo que los países con menos recursos se vean seriamente afectados en su capacidad de atender la demanda nacional, sino que podría tener repercusiones bélicas, como ya se ha visto.
Ante la realidad del desgaste de las fuentes energéticas tradicionales (especialmente el petróleo) así como el devastador impacto de su uso y producción al medio ambiente, se ha planteado la necesidad de retomar la ruta de las energías renovables. Cuando se habla de energía renovable, se refiere a aquella que se obtiene de fuentes naturales, consideradas virtualmente inagotables; unas por la inmensa cantidad de energía que contienen y otras porque son capaces de generarse por medios naturales. Éstas se pueden dividir entre las no contaminantes o limpias y las contaminantes. En el primer grupo están: el sol, el viento, los ríos y corrientes de agua dulce, los mares y océanos, el calor de la Tierra, las olas y la llegada de masas de agua dulce a masas de agua salada, ésta última, la llamada energía azul. Mientras que las contaminantes son aquellas que en su combustión emiten dióxido de carbono, gas de efecto invernadero y partículas sólidas contaminantes como es el caso de la biomasa, el bioetanol o biogás. Éstas, las llamadas energías verdes parecen estar en boca de la mayoría de los gobernantes de países con influencia. Tan cercano como el pasado mes de enero, representantes de más de 100 países se reunieron en Bonn, Alemania para inaugurar la nueva Agencia Internacional de Energía Renovable (IRENA). Esta entidad es una iniciativa del gobierno alemán y, junto con España y Dinamarca, capitanea este esfuerzo global que pretende promover la adaptación y uso de energías renovables. De este modo, se buscará apoyar proyectos que promuevan el reemplazo de las fuentes de energía convencionales basadas en combustibles fósiles por fuentes de energía renovable como el viento, el agua y el sol. Este tipo de iniciativas mundiales, además de legitimar un esfuerzo global necesario, despiertan a su vez el debate con relación al financiamiento de estas fuentes de energía. Puesto que indudablemente, cada país apoyará proyectos conforme a sus intereses nacionales antes que al interés mundial, habría que preguntarse: ¿Cómo se logra la rentabilidad de estas tecnologías? ¿A quién beneficiará económicamente? ¿Cómo se atenderá el impacto ambiental de estas alternativas (ya que, por ser energías renovables no dejan de tener repercusiones ecológicas)? Apenas algunas interrogantes que los gestores de estas iniciativas deberían tomar en cuenta.
Uno de los grandes retos de la energía renovable es que los mecanismos para generarla son insuficientes, se gasta muchísimo más de lo que se necesita. Además, el pensamiento utilitarista domina muchas de las sociedades que enfrentan esta crisis. La idea de que mientras el poder adquisitivo lo permita el consumo es aceptable, la cultura del exceso y la ostentación, los estilos de vida fundamentados en el despilfarro –tanto energético como de alimentos y artículos de todo tipo–, son variables indispensables al momento de evaluar cualquier alternativa de desarrollo de energía renovable en vías de un futuro energético sustentable. Lo mismo sucede con la falta de consenso entre la academia, el gobierno, el sector privado y los movimientos ciudadanos en torno al tema. Para el doctor Gerson Beauchamp, del Departamento de Ingeniería Eléctrica y de Computación del RUM, hablar de alternativas sobre energía renovable sin fomentar una importante disminución en el consumo, no es sólo una salida a medias sino que no atiende el problema de raíz. “Hay que ser más eficientes, hay que cambiar el modo en que se utilizan los edificios, las casas y la transportación colectiva”, sostuvo. Con el coincidió el doctor Carlos Padín, decano de la Escuela de Asuntos Ambientales de la Universidad Metropolitana (UMET). Padín ha tenido la oportunidad de examinar el funcionamiento de políticas de planificación urbana en áreas de transportación colectiva y energía en otros países, gracias al interés de esta institución del Sistema Universitario Ana G. Méndez por conocer iniciativas de posible aplicación en la Isla. “Esto habla de cuán sofisticada es una sociedad en términos de entender que el problema es de todos y entre todos lo van a resolver”, manifestó Padín al referirse a la concienciación que debe tener un país sobre este tipo de asuntos vitales para su progreso. “Nosotros visitamos Dinamarca y allí el sistema es a base de cooperativa”, comentó Padín quien, junto a un grupo de expertos, viajó a Dinamarca para estudiar el modelo de energía eólica (generada por corrientes de viento). “Vimos una (ccoperativa) de una calle, tenían dos carros para toda la calle, una biblioteca, bicicletas para prestar, las viviendas eran muy pequeñas, en el supermercado cada persona lleva su bolsa de tela cuando aquí para una tontería te ponen dos bolsas de plástico. Todos los edificios tienen paneles solares”, recordó. “Con un mayor nivel adquisitivo que nosotros, generan 2.5 libras de basura por persona mientras que nosotros generamos 5 libras. Ellos han incorporado esto a su estilo de vida, prefieren conocer que consumir”, concluyó.
Puede obtenerse a través de un sistema de paneles fotovoltaicos o de un sistema solar térmico.
Se basa en la energía potencial que poseen las corrientes de viento. Es ideal para desarrollarse en zonas costeras y de vientos constantes.
Genera electricidad mediante la energía cinética y potencial del agua, que cuando cae mueve una turbina que a su vez mueve un generador eléctrico.
Consiste en usar la diferencia de temperatura entre las superficies y las profundidades oceánicas.
Proviene del uso de cultivos como el maíz, el azúcar y otros vegetales para producir etanol, sobre todo para el uso de algunos medios de transporte o para mezclarlo con la gasolina.
Se produce a través de procesos como la combustión directa, la conversión térmica, la fermentación alcohólica y la descomposición anaeróbica de materia prima como excrementos de animales o celulosa, entre otros. Puede producir carbón de leña, etanol, metanol o alcohol metálico. Diálogo Verde – Marzo 2009