
Esta crónica es parte de una serie producto del viaje a Cuba realizado por estudiantes del curso de Cine Latinoamericano de la Escuela de Comunicación del Recinto de Río Piedras, de la Universidad de Puerto Rico.
A inicios de abril, a las 6:30 o 7:00 pm, en La Habana todavía brilla el sol como si fuera el medio día. Por su ubicación geográfica, en Cuba la noche cae más tarde que en Puerto Rico.
Cuando en Borinquén muchos niños están preparándose para dormir o jugando algún juego electrónico y los adultos están viendo la película estreno de la televisión local, en La Habana las calles están abarrotadas de todo tipo de personas. Los niños juegan fútbol, otros se reúnen para hablar o tocar música, mientras hay quienes caminan con bolsos llenos de alimentos o artículos de necesidad para el hogar.
En ese escenario hay un par de turistas con bultos grandes en sus espaldas, gafas en los ojos, y con cámaras colgándoles en el cuello.
-¿Qué hora es?, pregunta una mujer que camina justo al lado de ellas y las mira curiosamente.
-Las siete, contesta una de las turistas.
-¿De dónde son?, pregunta la mujer que camina con su hijo en brazos y con su esposo al lado.
-Somos de Puerto Rico, contestaron.
-Parecen cubanas. ¿Cuánto tiempo llevan aquí? ¿Qué están haciendo? ¿Les gusta?
Todas estas preguntas salieron de su boca antes de que las turistas pudieran formular las de ellas. La familia cubana y los turistas caminaron juntos y conversaron como si se conocieran de mucho tiempo. Visitaron el Callejón de Hamel y tomaron algo así como un mojito, pero con miel y albahaca. Durante ese tiempo, la mujer cubana preguntó sobre los iPhone y admiró la ropa que las turistas vestían.
Luego de charlar un rato, les tocaba a las turistas formular sus preguntas. Entre tantas cosas que preguntarles, entre tantas cosas por entender, le preguntaron “¿qué les parece o qué esperan de la apertura diplomática entre Estados Unidos y Cuba?”.
Fue como tirar la piedra y esconder la mano. No sabían cómo reaccionarían con esa pregunta, pues desde el 1960 perdura en Cuba un embargo comercial, económico y financiero por parte de los Estados Unidos. Este embargo fue creado como reacción al golpe que ocasionaron las expropiaciones de los monopolios estadounidenses en la isla tras la Revolución Cubana.
Sin embargo, el 17 de diciembre de 2014 la historia tomó un giro cuando los presidentes de ambas naciones, Raúl Castro y Barack Obama, anunciaron al mundo que habían decidido abrir las relaciones entre ambos países.
Para la sorpresa de las turistas, los cubanos con los que caminaban reaccionaron como reacciona un puertorriqueño cuando le preguntan sobre algo de lo que le gusta hablar, pero que no lo habla tanto.
“Ese día en la televisión hablaron Raúl y Obama y los cubanos se pusieron muy contentos, pero que muy contentos”, mencionó el hombre. Al rato comentó que lo que le gustaría lograr es poder comprar su pasaporte, que les cuesta 100 CUC (que sería equivalente a 100 dólares) y lo que ellos ganan al mes en promedio son 25 CUC.
“Nosotros estamos racionados, tenemos una tarjeta de racionamiento. Nosotros lo que pedimos es que nos quiten la tarjeta del racionamiento y nos permitan viajar a otro país. Tenemos familias en otros países y muchos cubanos no las ven hace años”, mencionó.
Otro día y a la misma hora, una mujer, de unos 50 años, se acerca a las turistas y con un intercambio de miradas y sonrisas ya formaba parte de la conversación que estas sostenían. Y así, ya conociendo que a los cubanos les gusta hablar, una de las turistas le pregunta qué espera de la apertura en las relaciones entre EE.UU. y Cuba. La mujer, quien acababa de conseguir la licencia de productora y vendedora de flores, muy confiada dijo “no creo nada de eso. No creo que dos países tan enemigos vayan a lograr algo nunca. Suena bueno, para los nietos, bisnietos y los hijos, pero no lo creo”.
Pasaron varios días hasta que las turistas -periodistas- puertorriqueñas volvieran a preguntar a un cubano sobre la apertura de relaciones entre su país y EE.UU. Esta vez la víctima fue una abogada que juraba vivir enamorada de los artistas puertorriqueños Marc Antony y Gilberto Santarosa. Entre risas y conversaciones interesantes, las puertorriqueñas soltaron la pregunta y con una seguridad que caracteriza a los cubanos al hablar, la abogada respondió.
“Yo pienso que eso va a ser bueno y favorable, pero imagínate, hace 50 años que ellos fueron los que quisieron romper. Nosotros los principios no los vamos a cambiar. Ellos tienen que adaptarse a lo que nosotros hacemos aquí, no pueden imponernos nada. Porque una de las cosas que hizo la revolución, fue precisamente que toda compañía de electricidad y todos aquellos grandes negocios que ellos tenían se intervinieron. En eso no vamos a dar un paso atrás. Hay gente que piensa que todo lo van a manejar ellos. ¡No, si aquí hay un gobierno! Esos principios que hemos vivido, esa historia, es muy linda, hemos pasado mucho trabajo, pero me enorgullece. Me siento contenta”.
Por otro lado, un profesor de periodismo y comentarista de deportes, ante la misma pregunta de las puertorriqueñas comentó que las negociaciones entre su Cuba y Estados Unidos beneficiarán la práctica del periodismo en ambos países.
“Con esto los norteamericanos pueden venir y ver la realidad cubana con todos sus matices y nosotros podamos ir también a allá, para que la agenda cubana entre más en los medios estadounidenses a ver si nos conocen un poco más. Hay mucha desconfianza que se puede solucionar. Podrían los estudiantes ir a estudiar allá y los de allá acá, que haya un diálogo académico. Podríamos sacarle provecho a la tecnología, yo podría explicarle Twitter a los estudiantes, les diría, vamos a hacer una cobertura de Twitter para que ellos agarren las claves. Cambiaría muchísimo, sería formidable”, expresó el profesor.
A un día de su partida de la isla hermana Cuba, las turistas entablaron conversación con una profesora de periodismo de la Universidad de La Habana y, muy abierta al diálogo, aceptó responder la acostumbrada pregunta de las turistas.
“Yo creo que la mediación de relaciones entre Estados Unidos y Cuba es algo que atraviesa a la nación cubana, no solo por lo que significa en el orden político sino por lo que significa en el orden cultural y sentimental”, compartió la profesora.
“Pienso que ha llegado el momento de que fluyan las relaciones entre dos pueblos que en mi opinión han estado lejos, pero cerca, porque el cubano admira de cierta manera el modo de vida de los Estados Unidos. Hay influencia norteamericana en la cultura cubana y creo que ambos se deben. Se deben comunicación, se deben intercambio cultural y conocimiento mutuo y esto pudiese enriquecer las relaciones entre ambos pueblos (…) Creo que de todos están libres para conversar, pero en lo que sí insisto es en el trato de igualdad. Yo soy una nación tan libre como tú, soy una nación tan fundacional como tú y tengo mi derecho de soberanía y bajo esos derechos hablaré contigo”, añadió.
La profesora insistió en la necesidad de que Estados Unidos entienda que Cuba merece ser tratada como una nación que tiene derecho a elegir su camino.
Pero, ¿qué ha pasado desde el anuncio de la apertura de relaciones entre ambos países ese 17 de diciembre de 2014?
El pasado 10 y 11 de abril del 2015, se celebró la Cumbre de las Américas en Panamá que contó con la participación de Cuba y donde los presidentes Obama y Castro tuvieron la oportunidad de reunirse.
En su discurso, Castro hizo énfasis en la importancia de la eliminación del bloqueo estadounidense sobre Cuba, ya que los priva de intercambios necesarios para mejorar el estilo de vida de sus ciudadanos. También, reiteró al presidente Barack Obama la disposición de Cuba “al diálogo respetuoso y a la convivencia civilizada entre ambos Estados dentro de nuestras profundas diferencias”, mencionó el presidente cubano.
Por su parte, Obama sostuvo que era necesario intentar algo nuevo con Cuba y dijo que “a medida que haya más intercambio creo que habrá más contacto directo y mayor conexión entre nuestros pueblos”. Las posibles relaciones entre ambos países se esperan que ocurran poco a poco.
Las turistas se despiden del pedazo de tierra que les permitió sentir que hacían un viaje en el tiempo, al pasado, entre carros antiguos y muy poca tecnología. Mientras que de regreso a su casa, ya anhelan su próxima visita a la vecina isla.