
Eugenia Rico (Gijón, 1972) ha cultivado el cuento desde el principio de su carrera. Hoy, con el respaldo de la crítica y el público que sigue sus novelas, publica con Páginas de Espuma ‘El fin de la raza blanca’, un magnífico libro de cuentos de los que no podemos despegarnos. En esta ocasión, Eugenia ha tenido la gentileza de contestar nuestras preguntas vía correo electrónico para hablarnos de las claves de su libro y de su oficio.
Un libro como ‘El fin de la raza blanca’ ¿cómo nace?
Nace de años y años de dedicarme al relato. Nace de mi amor por el cuento que es un género muy puro de la literatura cercano a la poesía. El cuento es una idea. La novela es una sucesión de ideas. El cuento es perfecto o no es. Una novela llena de imperfecciones puede ser una gran novela pero una sola palabra fuera de lugar acaba con un cuento. Después del éxito de ‘Aunque seamos malditas’ quería afrontar el reto del cuento que es el reto de la perfección. El cuento es literatura en estado puro. El cuento es como un relámpago que ilumina la noche y nos deja recordando lo que vimos con los ojos cerrados. El cuento es una historia que comienza a suceder en tu cabeza en el mismo momento en que se termina su última página.
Vuelves al cuento con ‘El fin de la raza blanca’ ¿a qué se debe este regreso?
Es el primer libro de cuentos que publico y lo hago con la editorial emblemática del género: Páginas de Espuma, que ha publicado y publica los mejores cuentos en castellano y antologías maravillosas como las de Harold Bloom.
El nombre del libro es chocante y provocador…
Es el título del último cuento del libro: un cuento musical y orientalista sobre los amores del constructor del Taj Mahal con su hija, un portugués y la prohibición de entrada a la raza blanca en la India. Por supuesto es un título simbólico del momento histórico en que nos encontramos. Durante los últimos 60 años la raza blanca (la Europa Occidental) disfruto de una prosperidad nunca conocida antes en la Historia de la Humanidad. Por miedo al comunismo se alcanzaron altos niveles enormes de bienestar social en el lado oeste del Muro. El Comunismo no trajo la prosperidad al Este pero trajo un gran reparto de riqueza en el Oeste. Tras la caída del Muro de Berlín nos dicen que la historia ha terminado. Surge el Neoliberalismo radical que pretende arrebatar las conquistas sociales que han tardado siglos en concretarse y todo esto en un mercado global en el que el “dumping” social amenaza los derechos adquiridos durante siglos en Europa. Por otro lado “blanca” es una metáfora de la pureza y una palabra con la que estoy obsesionada. Mi novela favorita se llama ‘La muerte blanca’. El blanco es el color del luto en Oriente y lo fue en Castilla hasta la muerte del hijo de Isabel la Católica. El fin de la raza blanca está de luto por un mundo que fue, pero el fin también significa la finalidad. El fin es un nuevo principio. Es el reto de un mundo diferente basado en valores en los que podamos confiar.
La división dantesca del libro (Cielo, Purgatorio e Infierno) ¿de alguna forma intenta delimitar las perspectivas desde las que experimentamos la vida? Porque más que dónde estemos, la vida tiene que ver con cómo la miramos…
La realidad no existe. El Cielo y el Infierno son el mismo lugar. En el Cielo están tus amigos y en el Infierno tus enemigos. El libro es como una historia de amor tormentosa: suele empezar en el Cielo, continúa en el Purgatorio y acaba en el Infierno. Pero en “El fin de la raza blanca” los personajes se buscan en el Cielo, se encuentran en el Purgatorio y en el Infierno se quitan las máscaras.
Tocas muchos grandes temas de ahora (memoria histórica, infancia robada, memoria de los padres, la maternidad, las relaciones tóxicas y brutales) ¿Es ‘El fin de la raza blanca’ un ajuste de cuentas con la realidad?
Todos los escritores buscamos la página perfecta y la obra total. En este sentido ‘El fin de la raza blanca’ es un libro tan ambicioso que pretende las dos cosas. Y apuesta por el cuento como revelación. ‘El fin de la raza blanca’ está lleno de personajes malvados: asesinos, pederastas, cobardes, traidores precisamente porque intento hacer una reivindicación de la bondad. Cuando era niña mis padres me decían que lo más importante era ser buena persona. No había salido del Colegio cuando ya se hablaba del “buenísimo” para descalificar a los que quieren ser buenos. Lo que en España siempre se había llamado un buen hombre pasó a ser calificado con el concepto americano de “perdedor” y se ensalzo a los “yuppys”, los tiburones. La cultura del “todo vale” nos llevo al “que nada tiene valor” y si nada tiene valor nadie lo cuida. Y ahora estamos en esta crisis que es un cambio de paradigma. La cultura “hispter” ya reivindica la vuelta a valores más auténticos, no necesitamos tanto pero necesitamos valores que nos conduzcan al futuro. En ‘El fin de la raza blanca’ mis perversos son desgraciados y están perdidos. Yo defiendo la bondad como una forma de inteligencia y la maldad como una forma de locura.
Tu cuento ‘Tren de vida’ nos narra la vida de aquellos que no se bajan del tren nunca, que no tienen ni quieren tener una visión clara del mundo que les rodea ¿A quién bajaría del tren Eugenia Rico para que se dé un baño de realidad?
Desde luego a muchos de nuestros políticos y a una cierta burguesía comodona que no se da cuenta de que nadie nos va a sacar las castañas del fuego. Sólo la imaginación nos salvará. Si una idea puede destruir el mundo (como un futuro o un derivado que son meras entelequias) entonces una idea puede salvar el mundo. El dinero es una idea, y el cuento es una idea. Luego un cuento puede salvar el mundo.
En ‘Selena’ y ‘La gata negra’ la brutalidad animal da paso a la brutalidad contra las personas ¿Qué te ha llevado a emparejar estos dos planos de violencia?
El que es cruel con los animales suele serlo con las personas. En el libro hay además una defensa del único colectivo marginado al que todos hemos pertenecido: los niños. Todos hemos sido niños pero se abusa de los niños sin que nadie los defienda. Yo escribo para defender a los más débiles. Para dar voz a los que no tienen voz. Para hablar de los que nadie habla. Los que no salen en los periódicos, los que no abren el telediario.
Conectas ‘Sala de espera’ con ‘One way’ ¿Juego con el lector atento o un cuento generó al otro?
Todos mis cuentos tienen pasadizos que conectan realidades con otras, en otros cuentos que no están en este libro se revelan secretos que han quedado escondidos aquí, todas mis novelas tienen guiños en otras novelas. Porque yo pretendo construir un mundo propio, un mundo paralelo en el que el lector ponga las reglas.
‘La gata negra’ es rotundo y directo y dibuja el perfil de víctima y agresor ¿de dónde te llegó la historia?
Es un homenaje a Poe, que es el padre de todos los cuentistas, de la novela negra moderna y de la novela moderna. Y un ejemplo de que la historia está en el punto de vista, contada por la víctima desde el otro lado del espejo se convierte en una historia sobre el alcoholismo y el maltrato. Sobre cómo es posible que te mate la persona a la que más amas. Sobre cómo matas a la persona a la que más amas.
‘El fin de la raza blanca’ (el cuento) debería convertirse en una película. Abordas el tema de la traición y el amor utilizando literatura fantástica, enraizada en los cuentos de Las Mil y una noches ¿a qué se debe este registro?
Uno de mis objetivos es mezclar lo culto y lo popular. Aquí le doy otra vuelta de tuerca a ‘Las mil y una noches’: la madre de todos los cuentos y juego con la musicalidad del lenguaje. En este cuento el lenguaje es como un laúd y los grandes temas de la humanidad se revelan ante nosotros en pocas páginas.
¿Cómo es el día a día de Eugenia Rico cuando escribe?
Kafka decía que para escribir su situación ideal es estar encerrado en un sótano, donde una mano anónima te trae de comer y tú te dedicas a escribir. Este es también mi ideal pero prefiero un lugar con más luz que un sótano. Como Goethe al morir busco “luz, más luz” y escribo a la luz del día. Me gusta trabajar el día entero. Varias de mis novelas las he escrito en un monasterio. “La muerte blanca” la escribí en Vallbona de les Monges. Me gusta el encierro completo en el proceso de escritura, luego guardarlo en un cajón y esperar. Es una receta de cocina: lo dejas reposar y la grasa sube y la eliminas. Después de un tiempo lo corrijo encerrada y del mismo modo implacable: Hemingway dice que hay que matar a los seres queridos. Eso es corregir, cargarte frases buenas y páginas maravillosas para que el resultado sea lo más cercano a la posibilidad de la perfección.
Fuente Papel en Blanco