En momentos en los que el País encara una sequía que se remonta al año 2013, y que se ha dejado sentir finalmente en un rígido racionamiento del servicio de agua potable en los abonados de los embalses de Carraízo y la Plata, el Departamento de Ciencias Ambientales de la Facultad de Ciencias Naturales en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras (UPR-RP) realizó el pasado martes, 25 de agosto un foro sobre el apremiante tema.
El salón 233 del edificio de ciencias naturales, lleno a capacidad, no logró acomodar a todas las personas en asientos. Estudiantes, profesores y miembros de la comunidad en general se dieron cita a la actividad.
Los panelistas y expertos que brindaron sus conocimientos y peritaje fueron: los doctores Ángel Torres, climatólogo y profesor en el Recinto; Olga Mayol, química atmosférica y profesora en el Recinto; y Greg Morris, hidrólogo y experimentado ingeniero.
Al inicio de la presentación se dejó claro que la situación de la sequía, además de alarmante, no es un hecho aislado. El planeta ya presenta unas concentraciones de dióxido de carbono (CO2) atmosférico ascendentes a 400 partes por millón, un aumento escalonado de 3.2 milímetros en el nivel del mar anualmente, un fenómeno del niño calificado como el más fuerte de la era moderna y un mes de julio, catalogado como el más caluroso según los registros. Puerto Rico solo es parte de un problema que aún no se ha identificado del todo, y que lo padece junto a las Antillas y otros territorios en el mundo, según trascendió en el foro de la UPR.
Ante ese panorama, que parecería vislumbrar más problemas y hecatombes naturales, el panel partió por el tema de la climatología y su contexto. El profesor Torres, asumió su posición dejando claro que, como climatólogo, estudia los patrones del clima a largo plazo, a diferencia de los meteorólogos.
“Puerto Rico tiene mucha variabilidad en su actividad climática y de precipitación”, dijo el también miembro del Consejo de Cambio Climático. Enfatizó también que la sequía es un evento climático usual que toma lugar cada 10 o 15 años, y que de no tomarse las medidas correctas puede desembocar en un daño en el contexto humano, como ha sucedido desde mayo pasado en la Isla cuando inició el racionamiento.
Torres señaló que la sequía ha sido observada por los hidrólogos desde el 2013 cuando comenzó la merma notable en la precipitación, mas la población lo nota cuando enfrenta limitaciones en su cotidianidad. El estudioso se mostró preocupado porque, a ciencia cierta, no se sabe qué está causando la sequía.
“Un estudio analítico hace falta […] Los estudios que tenemos son inconclusos porque no explican por qué no ha llovido”, sostuvo el investigador. Su planteamiento se basó en la ilustración de algunos trabajos científicos en el País, que apuntan a la merma en la precipitación pero no explican el por qué de esa reducción. Por tales razones, la opinión pública se ha desbordado en repetir información que se ha difundido a través de los medios, en ocasiones sin corroborar, y que apuntan al fenómeno del niño como el causante de la sequía.
En otros casos se apunta a la contaminación ambiental o al uso de sustancias químicas que se liberan en el aire como los detonantes. Mas, el profesor del recinto riopedrense insistió en que no hay evidencia, y que, ciertamente las cosas mencionadas podrían ser factores alicientes a esa crisis.
Al concluir su presentación, el climatólogo comentó que, “la zona de convergencia intertropical” –donde se encuentran los vientos de los hemisferios norte y sur- “no se ha estudiado”, y merece observarse con detenimiento. Asimismo, sugirió reforestar, crear una política pública de conservación, evitar la erosión y la sedimentación y, por supuesto, aumentar los estudios analíticos con nuevos enfoques.
Nubes y su siembra
Luego de la opinión climatológica, le correspondió el turno a la química atmosférica, doctora Mayol, que se dedicó a los temas de las nubes, la precipitación y la controversial siembra de nubes.
“Voy a tratar de hablarles de la manera más resumida posible, porque esto es un tema de microfísica, y es más complicado”, comentó Mayol para proceder a hablar extensamente sobre la tropósfera (capa más cercana a la atmósfera), los estratos, nimboestratos, cúmulos, cúmulonimbos y demás.
Su ponencia fue una de introducción para luego entender cosas más sofisticadas. Por lo tanto partió de la formación de las nubes. “Están hechas de partículas sólidas o líquidas dependiendo de su altura […] Esas partículas interactúan y pueden reducir o aumentar la precipitación”, explicó.
Para contestar cómo ocurre la precipitación, la perita mencionó que hay dos procesos: uno es el de las nubes cálidas, que depende de la colisión y coalescencia de las partículas, y que ocurre mayormente en zonas tropicales; y el otro proceso se da en las nubes frías entre las partículas líquidas y los cristales de hielo en las nubes, que ocurre en zonas mayormente templadas y rara vez en el trópico.
Mayol entonces pasó al tema que ha causado controversia en las redes y en la opinión nacional: la siembra de nubes. No obstante, antes de proceder a explicar sucintamente ese proceso, aprovechó la ocasión para aclarar que ni ella, ni otros profesores como Rafael Méndez de la UPR en Carolina y Héctor Jiménez del Recinto Universitario de Mayagüez guardan relación con las operaciones de la siembra de nubes que realiza la compañía Seeding Operations and Atmospheric Research (SOAR), contratada por el gobierno de Puerto Rico.
Sobre el proceso de la siembra de nubes, la profesora de la facultad de Ciencias Naturales declaró que está en desacuerdo y no lo favorece. “Básicamente, en la siembra de nubes el yoduro de plata funciona como los cristales de hielo en las nubes frías, y en las nubes cálidas usan sales para favorecer la colisión y coalescencia”, puntualizó.
Esta práctica no es novedosa. “Existe desde los años 30”, añadió. Igualmente, esto ya se ha estudiado en la Isla y no se ha encontrado que sea nocivo a la salud de las personas.
El éxito de la medida es muy variado, de hecho muy bajo, según Mayol. “Estudios indican que ha aumentado el potencial de precipitación de algunas nubes en un 30 por ciento, a veces en un 15 y a veces, pues ha sido un fracaso”, dijo.
Lo que sí encuentra desmedido es el gasto. El gobierno contrató a SOAR por seis meses, lo que conlleva un gasto ascendente a medio millón de dólares en una práctica que no es la mejor según la experta, porque es una medida parecida a un juego de azar, donde “puede que sí aumente el potencial de las nubes de un 20 por ciento a un 22 por ciento –que es de 10 pulgadas a 11 pulgadas- como igual puede que no”.
El mal manejo del recurso
Por otro lado, Morris se encargó de exponer unos datos más controversiales sobre el asunto del manejo y conservación del agua en Puerto Rico. El estadounidense radicado en la Isla desde los años 70, fue presentado como un conocedor de los embalses del País y como un estudioso trotamundos de estos temas, que recién llegaba de Nepal.
“Hay que tomar en cuenta la sedimentación cuando se habla de agua”, expresó al comenzar. Sin embargo, realizó un señalamiento más serio: “se pierde más agua por deficiencias en la estructura que por el hurto”.
Analizando las sequías más prominentes de la Isla, Morris sostuvo que la de 1994 fue una más corta pero que azotó al País entero. La de 1967, que podría compararse con la actual, “fue grave y causó que Carraízo no se llenara por 18 meses”, mencionó. Mas, lo interesante del asunto es que esta sequía es solo del este porque al oeste e interior oeste hay un exceso de agua.
El experimentado ingeniero no perdió oportunidad para arremeter contra las administraciones públicas de Puerto Rico, que solo han concentrado su labor en arreglar lo que se ve en la superficie. Criticó particularmente el proyecto del Superacueducto, “que decía que no habría más racionamiento, nunca más […] Y ahora lo estamos otra vez”, anotó.
“Fue un proyecto que beneficia solo a la costa, Condado, Isla Verde, etcétera, y costó más de un billón de dólares”, añadió muy seriamente.
Considerando que bajo el sistema operativo de la Autoridad de Acueductos y Alcantarillados (AAA) se pierde un 60 por ciento del agua, Morris comentó que debe ser prioridad arreglar eso, y llevar esa pérdida a un 10 o 15 por ciento. Para eso, “nos tenemos que quitar las gríngolas y hacer las cosas diferentes”, sugirió.
“Cuando se construyó el superacueducto, muchos pozos se cerraron, y eso fue malísimo”, opinó. El estudioso también señaló que la AAA tiene que lidiar con la realidad de que tienen sobre 45 mil abonados menos para cobrarles, debido a la ola migratoria que sigue en aumento, y que la activación de pozos es un método más barato y efectivo para el País.
Otra seria deficiencia en la AAA, según Morris, es el mal concepto organizacional y burocrático. “He visto cómo empleados de la AAA arreglan algunas cosas, pero si en su ronda encuentran una avería y no está reportada o asignada, no lo hacen”, criticó el ingeniero con sumo descontento.