
Un sillón. Una mesa baja. El escenario desnudo y en medio, sentado en el sillón, el filósofo, escritor y periodista Fernando Savater. Vestía camisa color salmón, chaqueta negra. El vasco estuvo a cargo de inaugurar la primera conferencia magistral en el Teatro de la Universidad de Puerto Rico. Sin papeles, conversando de forma distendida, corrieron alrededor de dos horas en las que habló en torno al tema electo por quien fuera profesor de la Universidad Complutense de Madrid: El valor de educar.
Para el autor de media centena de libros, activista político, dramaturgo y traductor, su raigambre ética ha cimentado en buena medida el contenido de su obra. Savater es poco amigo de los maniqueísmos y así lo constató. En cambio, su pensamiento cívico y democrático sienta las bases de sus planteamientos en torno a la educación en nuestros tiempos. No en balde, sus libros Ética para Amador, Ética como amor propio y Ética de urgencia, abordan una misma rama filosófica que es posible extrapolar a sus pulsiones sobre los deberes y la colosal responsabilidad del educador. Su trabajo, sin embargo, no se reduce ahí.
“Siempre, lo que he escrito, he pretendido que fuera un punto de partida y no un punto de llegada”, dijo, tan pronto comenzó a hablar. Antes, estuvo el acto protocolar. El rector del Recinto de Río Piedras, Carlos Severino, celebró la presencia del español, a la vez que instó a no confundir el conocimiento con la información. En esa misma línea opinó el invitado, al retomar lo dicho por el rector. “Necesitamos información, pero necesitamos una capacidad que nos permita navegar en esa información”, acotó.
La profesora del departamento de Filosofía, Anayra Santori, fue la encargada de presentar al invitado en una emotiva alocución. Entre otros registros, resaltó al Savater traductor, encargado de llevar a nuestra lengua la obra de los filósofos franceses George Bataille y Emil Cioran. De otro lado, celebró el carácter humano de Savater, quien se describe así mismo como un “acelerador de partículas imaginativas” y un “filósofo de compañía”.
Si algo le preocupa al español como fundamento esencial en su proyecto filosófico en torno a la educación, es la plena conciencia del otro. El semejante, no como un medio, sino como un fin en sí mismo, según sugería Immanuel Kant. “No tenemos otro destino que nuestros semejantes”, soltó Savater. Frases como estas –cercanas al aforismo– fueron la norma en la actividad que contó, además, con breves intervenciones del profesor de la Escuela de Arquitectura, Jorge Lizardi.
En esa misma línea, Savater dejó entrever que la educación tiene que prevalecer permanentemente como debate público y desarrollar la sapiencia de que nada es tan imprescindible como el semejante. “Sólo ahí somos educados, la base es la decencia, no la excelencia”. Sólo educar para la decencia lleva a la excelencia y no al revés, explicó.
Más tarde mencionó tres puntos necesarios, a su modo de ver, para darle alcance a la convivencia que defiende como estandarte y que es también medular en la educación. “Hay que tener coraje para vivir […] Generosidad para convivir […] y prudencia para sobrevivir”, explicó. Y continuó, como un mantra: “Descentrarnos de nosotros, para centrarnos en otros”.
Sobrevino una ronda de preguntas del público, por las que se discutieron temas relacionados al mercantilismo en la educación, a la idea falaz de que lo democrático hoy en día es el voto y al empoderamiento de los ciudadanos para incidir en las decisiones que afectan la vida cotidiana. Para Savater, la función educativa consiste, más que en dejar huella, en sembrar y dejar semillas. “El educador educa para que los demás puedan prescindir de él”, sostuvo.