“La chicha te hace bailar, reír, llorar, cantar… eso es la chicha”. Así nos dice Aurora Ramos, la protagonista de su historia y punto focal del Documental Etnográfico: ‘Vivir la Chicha’ (2003). Aurora es una mujer peruana de los altos Andes que recurre a la música tropical peruana conocida como la chicha para sobrellevar sus días. El documental retrata en media hora el transcurrir de sus días en el taller de confección de zapatos que fundó y el proceso de viajar hasta la ciudades de Cusco y Lima para vender su producto. Vemos a través de la cámara de Sharis Coppens, directora de este trabajo, el arduo proceso de creación de zapatos en esta risueña peruana, sus viajes, la historia de un divorcio sufrido y el importante rol de su familia, entrelazada con entrevistas, música y el inevitable baile que le nace al escuchar la chicha. Todo gira en torno a la chicha porque como nos dice Aurora: “parece que la hicieran para nosotros para nuestras vidas, para los que sufrimos”. Este ritmo es asociado a los pueblos pobres y desventajados del Perú y carga el estigma de ser descrito como música de maleantes. A pesar de esta fama, la chicha le da a los desventajados el poder del desahogo y la fuerza para que, al final del día, bailen solos como nuestra protagonista. Este documental formó parte de una muestra de sobre 36 documentales presentados en el 1er Festival Internacional de Documental Etnográfico llevado a cabo del 21 al 24 de abril entre el Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico, la Universidad del Sagrado Corazón y la Filmoteca Nacional. Cada documental ofrece una perspectiva antropológica a su tema. Más allá del tratado tradicional que se le da a lo etnográfico, comúnmente asociado a lo exótico o lo extraño, los documentales presentados en el Festival invitan a la exploración de los aspectos de la vida social y las prácticas humanas en nuestra actualidad. Para el profesor Paul Henley, director del Granada Centre for Visual Anthropology de la Universidad de Manchester, Inglaterra e integrante del jurado en este Festival, el rol del antropólogo ante su documental es ofrecer una mirada que combine la observación, la participación y la inmersión en la cultura que se busca comprender. En ese sentido se distancia del documental tradicional, en el énfasis que requiere para capturar las prácticas sociales, su cultura y sus costumbres. El Festival cerró con sabor nacional. El último documental presentado fue el trabajo de la puertorriqueña Karen Rossi, ‘Isla chatarra’ (2007) el cual ofrece una mirada a la cultura del automóvil en Puerto Rico.
La película fluye entre las historias individuales de varios puertorriqueños y la relación particular que cada uno posee con el vehículo. Así captamos a una madre que inicia su rutina diaria con su pequeño hijo antes de salir el sol para evitar el tampón mañanero; vemos a un grupo de entusiastas del automóvil quienes ofrecen en su club de carros escolta a una quinceañera que sueña con cumplir los 16 para que le regalen un carro bien ‘pimpiao’ y conocemos al Don que posee una inmensa colección de carros a escala, porque si no los puede tener grandes por lo menos se los disfruta en miniatura. El documental de Rossi resulta seductoramente educativo, proveyendo estadísticas alarmantes que posicionan nuestra Isla como un país obsesionado y planificado en torno al automóvil. La mayoría de estos datos provienen de las entrevistas que atinadamente surgen en el vehículo en marcha del profesor de Geografía Urbana de la UPR de Río Piedras, Carlos Guilbe. El catedrático nos revelará que Puerto Rico, que mide poco menos de 9,000 kilómetros cuadrados, posee 25,000 kilómetros lineales de carretera asfaltada, una de las proporciones más altas del planeta. Además, nos indica que existen alrededor de 86 carros por cada 100 personas, lo cual nos ubica como el tercer país en el mundo en este renglón. Múltiples factores que inciden a esta cultura automivilística, están atados a los procesos de consumo existentes en el País. Como muestra sugestiva, el documental presenta a un club de minivans que se reúne todos los meses en el estacionamiento de un centro comercial. A su vez captamos a dos jóvenes que apenas pueden precisar la cantidad de dinero gastado en las modificaciones que han realizado a sus vehículos, como el constante aumento a los tamaños de los aros, para ponerlos ‘ready’. Estos jóvenes son de esos que nacen viendo el auto como un tema de conversación más que como un vehículo de transportación. Existe en el trabajo fílmico de Rossi elementos que detonan la risa al explorar este tema. Este es el caso del profesor Guilbe, quien al hablar sobre la necesidad de carros que soporten las malas condiciones de la carretera del País, se topa con un hoyo que le obliga a pausar por un momento. A su vez el coleccionista de autos a escala reconoce con una sonrisa pícara que adora más a su colección que a su mujer. En el otro extremo, el documental retrata la dura realidad de un ex integrante del cuerpo de voluntarios de rescate quien da testimonio de la cantidad de personas que socorrió en accidentes automovilísticos. Con la ayuda del pietaje captado por su cámara, cargada de escenas crudas sobre las víctimas accidentadas, este hombre nos muestra los efectos de la negligencia y la velocidad de los conductores. Vemos en este hombre cómo lleva esa carga en el alma, cuando irónicamente rinde duelo a un año de la muerte de su hijo, quien como él dice, amó la velocidad y murió por ella. ‘Isla Chatarra’, es un trabajo que deja un sabor agridulce, mucho más agrio que dulce. Es probable que al salir de la sala de proyección lo hagas en una nota deprimente, y éste aspecto entiendo, que es inevitable al realizar un trabajo que explora el culto del puertorriqueño al carro. La película inicia desde la chatarra y termina con ella misma, dejando además un testimonio de la sobrepoblación de chatarra en nuestro País. No parece existir una solución real al asunto. Podemos plantear que esto es así porque no contamos con una propuesta real para desbancar el automóvil como medio principal de transportación en el País, o porque las fuentes de transporte colectivo han resultado un fracaso históricamente. Sin embargo, como todo fenómeno cultural, el cambio debe provenir de la visión colectiva que un país debe asumir, y aquí es donde posiblemente se da el estancamiento. Por el momento, como nos dirá el profesor Guilbe, tenemos que aprender a vivir con el automóvil. El Festival contó con la organización del profesor de la Universidad de Puerto Rico, Carlo Cubero y la directora del Departamento de Sociología y Antropología, Karin Weyland quienes estimularon a la discusión luego de cada proyección. Los documentales presentados estarán disponibles en la filmoteca del Departamento de Sociología y Antropología de la Facultad de Ciencias Sociales de la UPR, Río Piedras (4to piso del edificio Ramón Emeterio Betances).