Por dos minutos y diecisiete segundos colapsa la conciencia de toda la humanidad. Así nada más, cada sujeto humano que habita sobre la faz del planeta cae en un trágico sueño por este breve período de tiempo. Es decir, cada piloto de avión, cada chofer de guagua, cada médico cirujano en medio del quirófano, cada individuo que nadaba, que conducía un auto, cada controlador aéreo, cada soldado, cada presidente, cada obrero de construcción, cada alpinista… todos como muertos por 137 segundos. ¿Podrías imaginar la magnitud de la catástrofe? Y si a este pequeño estado de coma se le suma que de regreso a la conciencia, todos hemos visto cuál será nuestro futuro un día equis a seis meses del desmayo, ¿sería aún más aterradora la experiencia? Sin duda.
Pues así inicia la serie Flashforward, basada en el argumento del libro del mismo nombre escrito por Robert Sawyer y que fue transformada y producida por David S. Goyer y Brannon Braga, quienes la logran traer a la pantalla chica en septiembre de 2009. Pero no es hasta el 2011 que llega a mí para arrancarme como poseída en medio de un trance, cortesía de mis memorias de Garcilaso, la exclamación: “oh dulces prendas, por mí mal halladas”. Supe desde el inicio que estaba ante el concepto de una obra maestra.
Aunque el libro y su versión fílmica tienen notables diferencias, creo que es más que decente la adaptación conceptual que lograron los productores de la serie. Tras la abrumadora experiencia de haber perdido la conciencia, aquellos que sobreviven al letargo colectivo, se despiertan siendo pitonisas y profetas. Todos o más bien casi todos se han visto en el futuro. Unos pocos no vieron nada, por lo que se llega al desasosiego de intuir que no existe un futuro para ese “durmiente”.
Saber el futuro, sin duda, trastocaría casi todas las reglas que rigen nuestros grados de conciencia, de convivencia, nuestras creencias y pondría a prueba más de una fe. Y es así, poseídos por un profundo desasosiego, como experimentan la vida todos los personajes de esta serie. Los sujetos comunes e “irrelevantes” se entretendrán buscándole sentido a sus visiones, se agobiarán por ellas, tratarán de evadirlas, modificarlas o provocarlas. Pero los “elegidos”, aquellos a quienes les toca descubrir qué provocó el desmayo (blackout), quién lo gestó y por qué el 29 de abril de 2010 (este era el futuro en la serie) fue al futuro que todos viajaron, pondrán a prueba no solo su temple personal sino sus capacidades deductivas e investigativas para hallar las respuestas de ese futuro que ya no era en sí mismo una interrogante.
Robert J. Sawyer, autor del libro Flashforward que da pie a la serie analizada en este artículo.
El argumento pone en jaque el perenne dilema filosófico y teológico entre el libre albedrío y el destino. Incluso se desmorona la “esperanzadora” posibilidad de que la existencia esté ordenada por un plan maestro que desconocemos pero que en el fondo debe tener algún sentido. Así surge entre los personajes centrales el cuestionamiento de si su visión es un destino ineludible o si pueden hacerle tretas al futuro. Es así que el grupo de agentes del FBI, que protagoniza la historia televisiva, intenta descifrar la coherencia no solo de su historia personal sino de la macrohistoria que determinaría el destino de la humanidad. Mientras 24 y su sosísima historia con visos de facilona arroban la imaginación de las masas, esta “prenda por mí mal hallada” está tan escondida o más que el misterio del desmayo colectivo que guía la trama.
Hay un sinnúmero de asuntos y temas fascinantes intercalados en esta serie, por lo que me limitaré a solo unos pocos que cautivaron de forma particular mi atención y excitaron mis inquietudes. En primera instancia destacaría el instante mismo en que quedan separadas la vigilia y la inconsciencia. Damos crédito de manera natural a los acontecimientos que se producen durante la vigilia. Cuestionamos la percepción sobre los hechos, pero rara vez quedan en tela de juicio los hechos mismos. Los acontecimientos en sí mismos se dan por cosa cierta, mientras que los atisbos que sustraemos a través del sueño o la inconsciencia pertenecen al reino de la ficción, la especulación o la profecía. Pero, ¿si todos hemos tenido una epifanía del futuro, cambiaríamos las decisiones que debemos tomar, no tomaríamos decisiones, moldearíamos las circunstancias hasta sentirnos dueños de lo que vendrá o hasta enajenarnos suficiente para no ser responsables?
El futuro, al haber sido visitado por todos, ya no es un cuestionamiento, sino que adquiere el camuflaje de la certeza, aunque sea una certeza ilusoria, como todas. Al tiempo que el futuro se transforma casi en algo concreto, se convierte en un lugar, y como tal es susceptible de ser visitado, comprendido y habitado, incluso a priori.
Por otra parte, en su afán por dilucidar el misterio de la causa del desmayo colectivo, los agentes del FBI crean una base de datos llamada “Mosaico”, donde todas las personas alrededor del mundo pueden compartir los fragmentos del futuro que vieron. Es decir, cada quien aporta el pedazo privado de su visión con el fin de construir un tejido legible y analizable del futuro de toda la humanidad, hecha de puros retazos de futuros individuales. De esa manera se empieza a crear un inimaginable libro de historia que, en lugar de versar sobre el pasado que todos compartimos, trata sobre el futuro que todos tendremos.
“Mosaico” es una especie de nuevo edredón de Penélope que se va imprimiendo, mientras se cree que ha quedado abolido el libre albedrío y con él la posibilidad de cambiar la historia que, desde el presente, se narra, anacrónicamente, sobre el futuro. “Mosaico” se construye a partir de la memoria y con los recursos del historiador. Se parte de fuentes primarias, se busca evidencia que confirme la fuente y todo a partir de la memoria “pasada” que se tiene sobre el futuro. Es así como, con maestría, en Flashforward se construye un oxímoron genial en el que, por medio de un retruécano literario, el futuro es el pasado.
Estos comentarios son solo una mirada brevísima a los cientos de planteamientos que pueden devenir de esta historia fascinante de Sawyer que fue ingeniosamente trastocada para hacerla encajar en el competitivo mundo del mercado serial, cada vez más insaciable, más exigente e inquieto.
Aunque la serie fue nominada para varios premios, no llegó a una segunda temporada por falta de audiencia, porque las masas en muchos temas pueden y casi siempre están equivocadas. Muchos alegan que el argumento era muy intrincado. La verdad es que 12 millones de televidentes hoy son un mero nicho, como expuse en mi primera nota de esta serie de columnas, y estos proyectos no se financian con un nicho. Así que esta “prenda” está de vuelta al cajón esperando a que después de esta nota sea “hallada” por otros.
La autora es periodista de cultura.