La necesidad imperiosa de generar un ingreso que complemente los ingresos fijos que reciben, resulta ser la red de apoyo social que muchos ancianos no pensaban encontrar. Y es que, en efecto, muchas personas de edad avanzada que permanecen en el mundo laboral puertorriqueño, en su mayoría, están muy felices con su posición, según asegura Mildred Rivera, editora de la sección “Vivir a Plenitud”, de El Nuevo Día.
Para las personas de edad avanzada, su trabajo se convierte en la razón de su vida, en la extensión de su familia, donde tienen nuevos amigos, donde pueden hablar con personas. Normalmente, sus hijos se van y hacen sus propias familias, y se encuentran “más solos que antes”. A menos que sean personas activas en las iglesias u organizaciones sin fines de lucro como voluntarios, generalmente están más solas y en sus trabajos encuentran un grupo de gente con quien compartir. “Los ancianos, usualmente, son las personas que organizan desayunos, llevan bizcochitos y son quienes comienzan a unir a los empleados porque ellos lo necesitan”, comentó Rivera.
De igual manera, es muy interesante notar que estos ancianos resultan excelentes empleados, cuyas posibles limitaciones no influyen en su desempeño.
“De los empleadores o patronos que he entrevistado, que tienen personas mayores trabajando con ellos, el resultado o el feedback que tienen de esas personas es muy bueno. Siempre te dicen que no faltan -las personas mayores no faltan a su trabajo- son muy entusiastas, le ponen mucho empeño, lo hacen bien, o sea que aprenden lo que tienen que hacer, y una de las cosas curiosas que dicen es que no son chismosos” dice Rivera.
También opinó que esto pudiera ser resultado, quizás, por la etapa de desarrollo en que están, ya que van muy enfocados en lo que quieren hacer.
Por otro lado, algunas de esas personas que Rivera ha entrevistado trabajan en áreas diferentes a las que trabajaron durante toda su vida. De hecho, pudiera ser que a los 20 años se vieron en la obligación de trabajar en un lugar que no les gustaba, se jubilaron, y al momento de reintegrarse al ambiente laboral, escogen disciplinas totalmente distintas. Eso implica que tienen que aprender cosas nuevas y tienen más entusiasmo porque es un área que escogieron.
“En esta etapa de la vida, normalmente, les apasiona mucho y se notan muy entusiasmados”, comentó la editora de la sección “Vivir a Plenitud”. Un resultado muy positivo de este ejercicio de capacitación y de aprendizaje es que ayuda a combatir, o limitar, el riesgo de padecer de Alzheimer, añadió.
Además de la socialización que logran en el ambiente laboral, los ancianos se sienten útiles. “Esa energía les da una emoción que se les nota”, detalló la entrevistada. Rivera continúa diciendo que esta energía surge ya que “generalmente, cuando las personas están en esa etapa y quisieran algo para hacer, y si no lo quieren, cuando lo prueban y se dan cuenta que es chévere, pues se quedan porque la verdad es que le da otro sentido a la vida”.
Resistencia al cambio
Precisamente, este ímpetu por vivir se denota en Dominga Ortega Quiles. La rutina de vida de Mindy, como prefiere que le llamen, es muy distinta a la de muchas personas que tienen su edad. Mindy tiene 65 años y trabaja a tiempo completo en una farmacéutica de Cidra, por la principal razón de sentirse un ente útil en la sociedad.
Su despertador anuncia el comienzo del día a las cuatro de la mañana. Prepara su bulto, la lonchera y se dirige hasta la fábrica. Allí, comienza la jornada que ha mantenido por 11 años consecutivos.
“Trabajo turnos de 12 horas, por 40 horas a la semana. Cobro el mínimo federal” explicó la entrevistada. Y es que a pesar de su edad, Mindy considera que debe trabajar para ser productiva y no un estorbo.
Ella describe su trabajo como uno cómodo y bueno, aunque allí, las personas que tienen su misma edad, no tienen ningún tipo de rehabilitación vocacional, ni acomodo razonable. “Quizás es porque como ya no quedamos muchas personas mayores, pues, ni se molestan. Pero a mí me verán por mucho rato porque yo no pienso dejar el trabajo”, sentenció.
Aunque asegura que hay días donde los turnos se le hacen muy fuertes y ya está capacitada para recibir el Seguro Social, Mindy está convencida de que aún no es hora de retirarse del mundo laboral. Asimismo, añadió, que si encontrara un trabajo más liviano lo tomaría, pero nunca dejaría de trabajar.
“Yo no puedo estar sin hacer nada. Si yo me quedo en la casa me deprimo y me enfermo. Yo tengo que estar haciendo algo en la sociedad. Ser útil”, manifestó.
Probablemente Mindy, como tantos otros, pertenecen a un sector de la sociedad que está entrando a una nueva etapa y sufren el retiro de la vida activa.
Y así la vejez, esa fase vulnerable y temida por algunos, se convierte en una razón más para que hombres y mujeres como Mindy, se resignen a formar parte de la población de edad avanzada de la Isla. Trabajan y resisten el destierro del mundo laboral, para no pertenecer a aquel sector donde cerca del 50 por ciento permanece en la pobreza y donde las ayudas económicas nunca son suficientes. Se encuentran, entonces, en un periodo donde la identidad sufre una crisis que obliga a la búsqueda de nuevas opciones, nuevos valores y nuevos objetivos de vida.
Huyéndole al ocio
Al igual que Mindy, Valentín de Castro aún forma parte de la fuerza laboral de Puerto Rico a sus 70 años y con una excelente condición física. Afortunadamente, no lo hace por obligaciones económicas o médicas, ni por razones ajenas a su voluntad. Valentín trabaja porque lo disfruta.
A diferencia de muchos de igual edad, Valentín no se ha retirado del lugar donde ha trabajado por más de 20 años. “Llevo más de 20 años en la compañía, me gusta mi trabajo y tengo dinero adicional. No me puedo quejar”, aseguró.
Y es que, en lugar de ajustar su estilo de vida a uno más tranquilo y acorde con su edad, el hombre se rehúsa al cambio. Incluso, se mantiene físicamente activo y practica el deporte del ciclismo, donde se ha ganado la admiración de muchos por su resistencia y condición física. No obstante, confesó que aunque no padece de ninguna condición de salud, ha tenido que adaptar su rutina de ejercicios en múltiples ocasiones, por recomendaciones médicas. Para Valentín, “ese es el secreto”.
Además del deporte, asegura que el trabajo también le ayuda a mantener su mente activa. “Es algo psicológico, si me detengo, todo lo demás se va a detener. Nadie me ha dicho a mí cuál es la fecha de expiración, pero yo no me voy a poner a buscarla”, argumentó de manera jocosa.
Sin embargo, Valentín no descarta la posibilidad de concluir sus años en la fuerza laboral. No obstante, no será en un futuro inmediato, sino, “dentro de los próximos 5 años”, indicó.
Mientras tanto, continuará disfrutando de su trabajo con actitud positiva y ánimo de mantenerse activo. Todo con tal de evitar el ocio y permanecer en su hogar.
Los autores son estudiantes de la Escuela de Comunicación de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. Este reportaje formó parte de un trabajo de investigación del curso INFP 4002 del Profesor Mario E. Roche.
No se pierda mañana la parte final de la serie especial.