En las montañas del pueblo de San Germán florece una noble iniciativa que desde hace poco más de un año pretende educar mediante métodos no convencionales a los niños y jóvenes del área. Por medio del amor a la tierra y a la naturaleza, los maestros de la Escuela Especializada Agroecológica Laura Mercado, en el poblado Rosario, buscan involucrar al estudiante en actividades que contribuyan al desarrollo de un Puerto Rico sustentable.
El valor de implantar este tipo de educación es enorme, según la maestra Aida Figueroa, pues los estudiantes de este plantel, aparte de cumplir con sus respectivos requisitos, también aprenden a crear una conciencia ecológica y colectiva que los motiva a sembrar, no solo para cosechar frutos, sino para poder contribuir de alguna manera al lugar donde vivimos. “Cuando los maestros se ausentan, en vez de tener tiempo de ocio, estos estudiantes vienen a las fincas”, dijo Figueroa, quien también se desempeña como agrónoma.
El estudiante Giovanni Vargas, de 16 años, destaca que antes de estudiar en la escuela ni siquiera pensaba en la agricultura. “Yo antes no sembraba, pero cuando empecé aquí me gustó y empecé a sembrar en casa. La maestra me dio plantas para yo llevarme y así empecé con los cafés y las toronjas”, señaló mientras explicaba que al día de hoy tiene una finca en el terreno de sus padres donde ha sembrado árboles de toronja, tamarindo, guanábana, café y aguacate.
Por su parte, la estudiante Rayna Ramírez explicó que la satisfacción que le brinda cosechar lo que siembra fue el aliciente para continuar desarrollando huertos en su casa. Rayna también ha comenzado a explorar las técnicas de techo verde, es decir, que utiliza el techo de su casa como espacio destinado a la siembra de frutos menores.
Los jóvenes también protegen una finca, donde cosechan frutos como el guineo.
Otro resultado que le atribuyen los estudiantes al contacto con la tierra es la paz que sienten a su alrededor, pues, según Giovanni, hace más de un año que no ocurren peleas en el plantel. “Cuando los estudiantes están trabajando se ayudan y se olvidan de los problemas. El medioambiente ayuda a controlar las emociones y eso es algo que todos necesitamos”, observó.
Aparte de enfocarse en la producción agrícola, la escuela, en la que también se imparten cursos vocacionales en enfermería y barbería, ha adoptado el reciclaje para poder subsistir, pues no reciben ningún tipo de ayuda económica por parte de agencias gubernamenta les . “Hemos acudido a Recursos Naturales, pero es muy poco lo que nos han
ayudado. Ayuda económica no hemos recibido ninguna y aunque hemos hecho acercamientos a senadores, alcaldes, no hemos recibido respuesta”, resaltó Luis Príncipe, maestro de música del plantel.
Con los pocos recursos humanos que tienen hacen maravillas. Debido a la falta de personal, entre los que se encuentran granjeros, maestros y hasta conserjes, los maestros que componen la facultad han decidido voluntariamente realizar tareas adicionales a las que les corresponden. En el caso de Príncipe, aparte de enseñar música a sus estudiantes, también se ha dedicado al estudio y la conservación del bosque que se encuentra al lado del plantel escolar. Una de las técnicas que le ha servido para lograr sus objetivos es la fusión de labores. Narró que en ocasiones, cuando acude con los alumnos a darle mantenimiento al bosque, el canto de las aves ha servido de inspiración a tal punto que ha pensado que en un futuro sus estudiantes puedan crear piezas musicales en clase inspirándose en esos sonidos.
En el bosque, una estudiante mide un tronco de árbol para realizar un proyecto escolar.
Resulta extremadamente fascinante contemplar que, a pesar de la ausencia de recursos humanos y materiales, los alrededores del plantel se encuentran extremadamente limpios y que son los estudiantes, junto a miembros de la institución y padres voluntarios, los responsables de velar por este espacio. “El maestro de barbería hace jardines o si no, limpia la escuela con los demás compañeros”, explicó la directora Lilly Ortiz.
También informó que hace varios años la escuela se encontraba en peligro de ser clausurada dado a que no contaba con suficientes estudiantes. “Decían que la matrícula de esta escuela cabe en todos los demás pueblos y que hay muchas escuelas superiores”, expresó. Sin embargo, desde que la institución se especializa en educación agroecológica han pasado de una matrícula de poco más de 100 alumnos a sobrepasar los 300. Este número aumenta cada semestre.
Si bien no son pocos los proyectos que han diseñado los alumnos, resultan particularmente llamativos los cultivos hidropónicos en forma vertical, que se han construido de esa manera para evitar consumir espacio. También han construido tanques donde habitan tilapias y peces guppies, cuyos desechos sirven como abono a las plantas que se siembran en las tierras que se encuentran dentro de la escuela. Todos estos instrumentos han sido el producto de la investigación y el trabajo de los estudiantes. “A veces uno piensa que necesita buscar un experto, pues no, los expertos son ellos mismos”, agregó Figueroa.
Maestros y algunos estudiantes de la Escuela Especializada Agroecológica de San Germán. De izquierda a derecha: Aida Figueroa, Niroshka Acevedo, Alexandra Guenard, Rayna Ramírez, Giovani Vargas, José Ortiz (padre voluntario) Guillermo Estrada e Iván Feliciano.
La experiencia del estudiante no se limita al plantel escolar, pues también cuentan con un bosque en el que los jóvenes estudian las diversas especies de árboles, plantas y animales que ahí viven. Este bosque fue rescatado por los alumnos, que con picos y palas se han dedicado a abrir paso por la vegetación, siempre tomando las precauciones necesarias para no hacer daño a ninguna forma de vida del bosque.
Príncipe admitió que el interés que han mostrado los estudiantes lo ha sorprendido. “Ha habido resultados positivos precisamente porque estamos buscándole otras alternativas a los muchachos”, añadió. Recalcó, además, que el formato de la escuela tradicional tiene que integrar ideas novedosas para que el estudiante tenga nuevas experiencias de vida.