Llegó a Diálogo para finales de la década del 80. El periódico El Mundo –donde se había destacado como reportera– había cerrado, y nuestra redacción la acogió con entusiasmo. Se trataba de una periodista sagaz, inteligentísima, con mucha conciencia social, un alto sentido de la ética y mucha sensibilidad. Así era Maritza Díaz Alcaide, quien falleció en la tarde de ayer.
Sus colegas de GFR Media informaron que su inesperado deceso se debió a una embolia pulmonar.
Maritza fungió como nuestra jefa de redacción por varios meses. Diálogo, que en ese tiempo era un mensuario, comenzó a experimentar por primera vez las dinámicas de producción del hard news gracias a ella.
Era una mujer dinámica, resuelta, muy organizada y súper disciplinada con una agilidad mental impresionante. Recuerdo que en una ocasión estaba escribiendo una historia sobre unos niños de una escuelita elemental de Río Piedras que hacían sus pininos en la poesía. Jugué con varios títulos pero ninguno me convencía.
Quienes laboramos en este oficio reconocemos que titular es un arte, pero todo lo que concernía al periodismo Maritza lo llevaba impregnado en su piel, como si lo tuviera grabado en su ADN. Aquella tarde solo le bastó leer el texto una vez y, voilà, salió el titular: “Niños poetas al acecho del universo”. La frase fue contagiosa, tanto así que se convirtió en el lema que usaron aquellos niñitos para dar a conocer su proyecto posteriormente.
En Diálogo, Maritza fue más que una jefa de redacción. También hacía de jefa de información, de editora y sobre todo de maestra. Con Maritza me di cuenta que no sabía nada y que me faltaba un largo camino por recorrer en esta profesión.
Nunca olvidaré cómo me dirigía en cada historia, desde la línea de preguntas a llevar en un reportaje de investigación hasta el ritmo narrativo con el que debe presentarse un artículo de interés humano. Fue una de las personas que me inspiró a cultivar el periodismo ambiental, rama en la que ella también se distinguió por muchos años.
Recuerdo que en una ocasión me tocó reseñar una investigación complicadísima con la que no daba pie con bola. Ella la tomó y logró transformarla en una pieza periodística digna. Esa experiencia fue una gran lección de humildad que me enseñó que no me lo sabía todo y que me faltaba mucho por aprender.
Unos años después coincidimos en una conferencia de prensa. Se me acercó y me dijo: “Te he estado leyendo y has mejorado muchísimo”. Fue el elogio más grato que había oído porque venía de alguien que conocía cómo habían sido mis inicios; una persona que era una veterana en estas lides, una profesional muy respetada y estimada en el gremio.
Desde la distancia también seguía sus escritos, una redacción prístina, nítida… Continuaba aprendiendo. Extrañé su byline cuando se jubiló hace unos cuantos meses del diario Primera Hora.
Supe que desde el retiro se mantenía informando a través de sus cuentas en las redes sociales, pues el periodismo era esa huella que se había grabado profundamente en su vida.
¡Descansa en paz, querida Maritza! ¡Gracias por tanto!
Un abrazo solidario de parte de todo el equipo de trabajo de Diálogo para su esposo, José ‘Che’ Paralitici, su hermana y demás familiares.