
Hay poemas que empiezan en noches húmedas por culpa de todo un día de lluvia.
Hay, también, poetas que se reúnen en noches húmedas a leer poemas.
Por ejemplo, el pasado jueves dos de junio, a las 7:23 p.m., en el segundo piso de la Casa de Cultura Ruth Hernández en Río Piedras, puertas abiertas y sillas repletas, y donde los que llegaron a cuentagotas hasta desbordar el salón estaban unidos por la expectativa de pasar una noche diferente.
Porque una noche de poesía en estos tiempos es inusual. Son esas noches las que se deben disfrutar antes de que se extingan. Y son las noches que, para los tres poetas que recibieron abrazos, aplausos y risas –Guillermo Rebollo-Gil, Cindy Jiménez Vera y Rubén Ramos–, deberían hacerse tradición. Hábito. Cotidianidad. Audacia.
Rebollo-Gil inicia la velada disculpándose por la tardanza. No hace una introducción formal porque, dice, está cansado de las presentaciones usuales. Supongamos que habla de esos discursos planeados, vacíos y aburridos que tanto escuchamos hoy, en especial de los políticos de temporada. Igual hay un elemento de naturalidad: lo improvisado resulta mejor, dice más. Y también otro de confianza, porque en realidad, allí todos éramos/somos amigos. Por eso nunca le fue suficiente agradecer a quienes llegaron a escuchar poesía.
Y así, sin mucho discurso, los poetas comenzaron a leer. Mientras, el público disfrutaba de versos –de palabras y frases que sí decían/dicen mucho– porque en medio de tantas vicisitudes –la deuda, la crisis, la muerte– hay esperanza.
Ojalá reportásemos más poesía y menos política. Más arte y menos trivialidades. Más paz y menos violencia.
A continuación, un vídeo con varios de los poemas que se leyeron durante la noche del jueves pasado.