La misma mano de aire que agredió la copa de este árbol hasta dejarla en la desnudez de sus ramas exiguas, con destreza de artista le colgó una belleza extraña. A veces, lo inerte que el azar dispersa y desordena encuentra equilibrio y sostén, y una forma nueva, si se abraza a la vida que sufre. Sin duda, el paisaje puertorriqueño que nos dejó el huracán María recuperará su verdor antes que el país recupere su infraestructura: esa otra instalación efímera.