Algunas sonrisas comienzan por las manos.
¿Con qué sintonizarán los músicos caribeños cuando cierran los ojos y sonríen un poco? ¿Será que con los párpados adormecidos se entienden mejor los ritmos del universo?
“En el Caribe todo es rumor, todo es la poesía del agua, todo es la canción del árbol que siempre tenemos cercano. Y me parece que casi pareciera que hay una suerte de condena caribeña a la música”, apalabró una vez Luis Rafael Sánchez.
Acá nunca hemos necesitado mucho para tornar el silencio en clave. Quizá por eso, aquella tarde en Río Piedras no hizo falta preámbulo para sonar el aire, traducirlo a rumba. A rumbón.
Hubo luz. Hubo voluntad. Hubo sudor.
Hubo Caribe.