Las películas en las que un individuo lucha contra el sistema para hacer el bien, siempre tienen un atractivo intrínseco que cautiva a la audiencia. Es como si el público no se cansara de que le cuenten la historia de Robin Hood una y otra vez, versionada, actualizada, reconstruida y disfrazada de las mil y un formas posibles. La película Law Abiding Citizen nos cuenta la historia de Clyde Shelton (Gerard Butler), un tipo común de Philadelphia, que sufre la pérdida de su familia a manos de dos criminales. Por un tecnicismo legal, el fiscal Nick Rice (Jamie Foxx) sólo consigue la pena máxima para “el menos malo” de los criminales, mientras que el verdadero asesino es sentenciado a sólo diez años de prisión. Es aquí donde comienza esta enrevesada versión del hombre contra el sistema, en la que el personaje de Butler decide tomar la justicia en sus manos y cobrar no sólo del verdadero asesino, sino del que está condenado a muerte, del fiscal, del juez, de los abogados, de la Alcaldesa y de todo el sistema judicial y político de los Estados Unidos. Lo interesante de la película es, que luego de las dos primeras muertes (la de los dos criminales), el fiscal logra el arresto del padre de familia enfurecido. Esto no impide que, mientras el personaje de Butler está encerrado en una prisión aislada, continúen los asesinatos orquestados por él. Este es el punto de la historia que la hace verdaderamente disfrutable. El filme se vuelve entonces una carrera contra el tiempo, por parte del personaje de Foxx, para tratar de vencer el increíble ingenio del vengador preso. Pero, a pesar de su inteligente argumento, la película tiene varios fallos. Técnicamente es bastante acertada. El director F. Gary Gray cumple con lo necesario para que la acción transcurra agradablemente y lo mantenga a uno entretenido, a pesar de que llega un momento en el que los atentados del personaje de Butler se vuelven completamente predecibles. Y es que precisamente es en el guión donde aparecen algunos de los más graves errores del filme.
El problema principal es el final. Pareciera ser una de estas historias que son tan creativa y brillantemente ideadas, que no se sabe como terminarla. Los últimos minutos de la película son flojos e inconsistentes en relación al resto de la misma. No sólo es incongruente que, luego de que durante todo el largometraje nos han presentado al asesino vengador como un tipo sumamente inteligente, calculador y minucioso, falle precisamente por descuidos que cualquier espectador ya ha predicho. También es incoherente con la “moraleja” de la historia, un final en el que se contradice todo el planteamiento esencial. Sin adelantar mucho del desenlace, sólo puedo comentar que, era preferible plantear un término en el que la audiencia sacara sus propias conclusiones, simplemente dándole un castigo al crimen que queda impune en las últimas escenas. El otro problema es el hecho de que los personajes y el carisma de los actores que los interpretan, terminan resultando un inconveniente para la identificación del espectador con la trama. En primer lugar, resulta que el padre en desgracia no es un tipo común, como te hacen creer al principio. Todo su ingenio viene dado por el hecho de que es un individuo que trabaja ideando mecanismos para (¡sorpresa!) matar gente. Eso elimina un poco la gracia del ciudadano sencillo contra los mecanismos del sistema. Además, Gerard Butler es un tipo que cae bien. Es simpático, carismático y hasta buen mozo. Uno no sabe si quererlo o repudiarlo durante los ciento ocho minutos de filme. Por otra parte Jamie Foxx tiene el perfecto perfil de niño bueno y correcto. Tanto que casi cae mal por ser demasiado perfecto. Como dice una amiga “Foxx es el chico que llevas a casa de tus padres mientras Butler es el que te llevas a la cama”. Ciertamente voy a aplicar esto en un contexto muy distinto al que ella quería decir, pero tiene toda la razón. Foxx es la perfecta imagen que concuerda con el modelo papá-Estado, mientras que Butler es el tipo con el que quieres involucrarte, mantener una relación espectador personaje y aplaudir a medida que triunfa en su vendetta personal. Pero se supone que el “bueno” es Foxx. Ciertamente la película juega con los prejuicios y los conceptos básicos de nuestros principios morales, para que el espectador se pregunte ¿quién es el “law abiding citizen” (el ciudadano modelo)? Pero el problema es que argumentativamente, la historia apunta que uno debe terminar sintiendo aversión por el papá asesino y esperar que el buen fiscal lo detenga. Lamentablemente, uno sigue aplaudiendo los aciertos de Butler y los intentos fallidos de Foxx. En general, Law Abiding Citizen no es mala. Es un poco más de hora y media que se pasa bastante rápida y uno la disfruta. Pero definitivamente, en comparación a otros filmes que cuestionan la relación entre individuo y sistema, carece de los elementos contundentes que hagan que el espectador salga del cine cuestionándose si vive o no en una sociedad perfecta.