Hace varias décadas, la mujer apenas podía recibir educación universitaria. Para entonces, la formación académica estaba dirigida solo hacia los varones. Sin embargo, fueron muchas las valientes que enfrentaron el prejuicio y exigieron espacios de igualdad para poder realizar sus metas y sueños.
Una de las féminas que ha aportado mucho al mundo de la ingeniería mecánica —y que al mismo tiempo mantiene una relación muy especial con su alma máter— es Alba Colón Rodríguez, quien cada año regresa a su hogar de estudios a reclutar universitarios para ofrecerles oportunidades de empleo en el campo de la ingeniería, donde su ejecutoria ha sido galardonada.
Como muestra, el pasado 7 de enero la ingeniera recibió el premio Women Who Spark by Intel, que tiene como propósito servir de motivación a futuras generaciones de mujeres para que completen sus estudios en las ramas de la ciencia y la tecnología. El galardón se le otorgó durante el Consumer Electronics Show (CES) realizado en Las Vegas, Nevada.
“Las otras damas que también fueron galardonadas están igualmente muy comprometidas con sus profesiones. Ese premio reconoce a las mujeres que rompen las barreras del género y que inspiran el desarrollo de alta tecnología de hoy día. Me llena de mucho orgullo”, afirmó Colón Rodríguez.
Asimismo, en septiembre de 2015, fue recipiente del premio Real McCoy Awards de la organización Detroit Area Pre-College Engineering Program (DAPCEP), que reconoce a personas que hacen la diferencia con niños y jóvenes en sus comunidades. La entidad se dedica a ayudar a los alumnos de escasos recursos a aprender más acerca de las carreras basadas en ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM).
“Tengo mucha pasión por Detroit, y el poder demostrar a otras jóvenes que uno puede llegar hasta las estrellas, es un privilegio. El poder representar a mi compañía, General Motors, es un honor”, añadió con júbilo.
La ingeniera nacida en Salamanca, España, se crió bajo el amparo de una familia humilde oriunda de Mayagüez. Su madre, Alba Iris Rodríguez Valentín, fue educadora en el sistema público de enseñanza. Su padre, Miguel Ángel Colón Fernández, ejerció como médico en la zona suroeste, y falleció recientemente.
Colón Rodríguez realizó todos sus estudios en la Academia Inmaculada Concepción y desde pequeña se esforzó por sacar excelentes calificaciones, pues su deseo era formar parte de la Sociedad Nacional de Honor. Perteneció a los clubes de ciencias en su escuela y en una de las visitas de orientación que hizo el programa de Ingeniería Mecánica (INME) del Recinto Universitario de Mayagüez (RUM), Alba decidió en ese momento lo que estudiaría una vez se graduara. Fue la única mujer en el grupo al que admitieron.
Ya como colegial, Alba recuerda un primer día de clases a uno de sus profesores decir: “Mira a tu izquierda, y a tu derecha. La persona que está a tu lado, no va a graduarse de la universidad”. En efecto: quienes le acompañaban, no pudieron graduarse.
“Había muchachas en INME, pero eran pocas. Aquí en el Colegio fui Presidenta de la Asociación de Féminas de Ingeniería Mecánica (AFI). La gente me preguntaba en ese entonces cómo se sentía ser mujer en un campo dominado por hombres, pero aunque no éramos muchas, nos llevábamos muy bien”, recordó.
Sin embargo, para ese entonces, la colegial no se visualizaba trabajando para la industria automotriz; más bien, “yo quería ser astronauta. Mi sueño era irme para la NASA, pero no me entrevisté con ellos. ¡Cómo cambian las cosas! Eso le digo a los estudiantes, tú puedes tener ciertos planes, pero de momento las cosas pueden cambiar, así que no te resistas al cambio”.
Mientras estudiaba en el RUM comenzaron las primeras versiones del carro solar. Como vivía cerca del recinto, se unió al doctor David Serrano, del Departamento de INME, quien se convirtió en su mentor. “En ese proyecto aprendí tanto, no solamente a aplicar todo lo aprendido, sino a buscar fondos y materiales con un fin en común de elaborar el carro solar. Pudimos ir a la primera competencia en Michigan, y aunque nuestro auto no se veía tan deslumbrante, esa experiencia me dio tremenda lección”, rememoró.
“Me di cuenta que teníamos que aprender más para poder perfeccionar nuestro trabajo. Y cuando venía en ese avión me dije: ‘Yo quiero hacer esto de nuevo el año próximo’. Así que teníamos que reclutar más estudiantes y aunque no ganamos, todo el mundo nos felicitó”, sostuvo.
En el verano de 1992, Alba terminó sus estudios en el Colegio, pero no se graduó hasta mayo de 1993. Una vez recogió su diploma, se marchó a trabajar a la industria Sterling Pharmaceutics en Barceloneta. En esa empresa laboró durante año y medio, sin abandonar el trabajo voluntario con el carro solar bajo la dirección del doctor Serrano junto a nuevos alumnos de INME. Es decir, los autos seguían ocupando un espacio importante en su vida, aunque estuviera fuera de la universidad.
Para el año 1993, el grupo acudió nuevamente a la competencia en Michigan y al año siguiente, dos caballeros de la compañía automotriz General Motors se encontraban en el lugar reclutando nuevo personal experto en la ingeniería. “Ellos estaban observando varios equipos, hablando con los integrantes, pero lo que verdaderamente estaban haciendo era reclutando a candidatos”, añadió.
“El último día de la competencia me dieron su tarjeta de presentación y me expresaron que deseaban conversar conmigo. Ese día fue domingo. Al otro día, todo el equipo visitó las instalaciones de la compañía General Motors. Quedé maravillada con ese lugar. Fui a la entrevista, y un mes después me mudé a Estados Unidos”, relató.
Cuando Alba pisó el suelo estadounidense se topó con otra realidad: se encontraba sola, y únicamente había otra puertorriqueña laborando en la empresa. “Hubo días que me bebía las lágrimas. El cambio de idioma y de clima llegaron de un cantazo”, sostuvo.
Desde ese entonces, Alba ha laborado en diferentes posiciones para la empresa, a la vez que visita el RUM para reclutar estudiantes. “Al principio venían dos personas para hacer entrevistas, porque el propósito era convencer a General Motors de que aquí teníamos las personas indicadas que necesitaban. Antes (los candidatos) se tardaban en convencerse, pero como está la situación ahora mismo, de inmediato se van a nuestra empresa”, subrayó Colón.
La ingeniera se desempeña como gerente del Nascar Sprint Cup Program Manager for Chevrolet, posición que le ha permitido viajar a diferentes partes del mundo. En las carreras de vehículos deportivos Formula SAE Michigan Competition, Colón representa a la compañía y ofrece colaboración técnica a los equipos, al tiempo que trabaja en el desarrollo de nuevos motores, elementos de carrocería y toda la gama que compone un vehículo de carreras.
“Este año tuvimos un joven con un excelente resumé. Lo pensábamos reclutar y nos dijo: ‘yo me quiero quedar en Puerto Rico, alguien se tiene que quedar en la Isla para ayudarla’. Es la primera vez que alguien me lo dice y yo también estoy de acuerdo. Algunos de mis muchachos me dicen que algún día esperan volver y colaborar con el País”, señaló.
Dentro del proceso de reclutamiento, en ocasiones Alba y el grupo de boricuas radicados en Michigan han tenido que albergar a los nuevos empleados temporeramente en sus hogares mientras estos consiguen ubicarse en la empresa, así como proveerles un incentivo en lo que reciben su primer cheque o ayudarlos a conseguir apartamento o un carro. Inclusive, la propia Alba ha tenido que hablar con los padres para tranquilizarlos por la decisión que tomó su hijo o hija.
La colaboración genuina de esta puertorriqueña no se limita en buscar nuevos empleados para General Motors. Colón Rodríguez también siente un compromiso profundo hacia su alma máter y pertenece al Advisory Board del Departamento de INME. “Yo no quiero solo reclutar jóvenes, también deseo colaborar como lo hacen otras compañías para que mejoren los laboratorios, la infraestructura, y amplíen los currículos de los programas, porque tenemos una pasión de ayudar al RUM”, afirmó.
Alba se encuentra felizmente casada con el estadounidense Jeffrey Ruedisueli. Como dato curioso, cuando su esposo vino a pedirle matrimonio, lo hizo frente al Pórtico del Colego. Al poco tiempo se casaron, ya que “él sabe el amor que le tengo al Colegio de Mayagüez. Y como la catedral de Mayagüez, donde hice todas mis graduaciones, se encontraba en reconstrucción, me casé en la de Ponce, el 8 de junio de 2002”, comenta con júbilo.
Un consejo que la ingeniera brinda a los universitarios es “never give up, nunca te rindas, hay que trabajar por las cosas que uno quiere”. Y con un abrazo y la promesa de un próximo encuentro, Alba se marcha a toda velocidad “con sus muchachos” para participar de la Feria de Empleo que todos los años se realiza en el Coliseo Rafael A. Mangual en el RUM, donde entrevistará a muchos jóvenes repletos de sueños, al igual que los sueños que ella tuvo mientras era una estudiante colegial.
Publicado originalmente en: http://www.uprm.edu/portada/article.php?id=3508.