
Aunque el fuego en la Caribbean Petroleum Corporation (CAPECO), donde ubica la antigua refinería Gulf, fue extinguido en su totalidad, aún persisten inquietudes sobre el riesgo que representan para la Isla otras operaciones que maneja esta compañía. Además de proveer servicios de almacenaje de distintos materiales derivados del petróleo, CAPECO suple combustible a las plantas de la Autoridad de Energía Eléctrica (AEE) en Palo Seco, Puerto Nuevo y al Aeropuerto Internacional Luis Muñoz Marín mediante un sistema de tuberías que discurren a través de los municipios de Toa Baja, Cataño, Guaynabo, San Juan y Carolina. La ubicación de parte de esta infraestructura en zonas residenciales y en áreas donde convergen otras operaciones económicas ha sido objeto de preocupación por especialistas de distintas disciplinas. El profesor de la Escuela Graduada de Planificación de la Universidad de Puerto Rico Félix Aponte expresó a Diálogo que particularmente le inquieta la parte de esa tubería que transporta combustible de avión hacia el aeropuerto y que pasa cerca del expreso Román Baldorioty de Castro. El académico indicó que hace unos años datos provenientes de la Comisión de Servicio Público sostenían que 500 mil galones diarios de gasolina para avión de alto octanaje fluían a través de esa tubería. Explicó, además, que el riesgo no sería que se produzca una explosión dentro de ese tipo de tubería, puesto que el líquido que transporta está en un espacio confinado que no permite esa clase de accidentes y que además, de ocurrir alguno sería más fácil de manejar. No obstante, señaló que lo que sí es preocupante es la posibilidad de que ese fluido contenido en la tubería se filtre hacia algún sistema de alcantarillado pluvial.
Aponte precisó que la peligrosidad de los combustibles líquidos se acentúa cuando se convierten en estado gaseoso. El alcantarillado pluvial, que generalmente se ubica a los costados de las calles y avenidas para recoger las escorrentías de agua en tiempos de lluvia, le provee a este tipo de combustibles el espacio necesario para lograr esa conversión. Sólo necesitaría una pequeña chispa para iniciarse la explosión. De acuerdo con el catedrático, una de las formas de evitar que situaciones como éstas ocurran es respetando la servidumbre del terreno por donde pasa esta tubería. Ese mecanismo establece que el espacio ocupado por esa infraestructura no será compartido con otros usos. Sin embargo, el planificador anotó que en una investigación que realizaba en esa zona en una ocasión, encontró que aproximadamente a dos pies de distancia del gasoducto pasa una línea de alumbrado de la AEE que se alimenta de cables soterrados. También mencionó que las compañías que ofrecen servicios de televisión por cable rompen aceras y calles para hacer sus instalaciones sin percatarse con detenimiento de lo que tienen a su alrededor. Aponte mostró preocupación sobre las reparaciones en estas líneas soterradas, temiendo que esto provoque un accidente serio. Otra de las inquietudes del profesor es que no existan planes de desalojo para lidiar con este tipo de situaciones. Informó que en la década de 1980 la Junta de Calidad Ambiental (JCA) creó una Comisión de Planificación de Emergencias para atender este asunto. Aponte, quien participó en esta iniciativa originalmente, lamentó que todo ese esfuerzo quedara en nada. “Se quedó en la conceptualización”, dijo. Añadió que en la actualidad esa Comisión no parece estar activa. Aponte especificó a Diálogo que estos planes pretendían que cada instalación pública o privada proveyese un inventario de las sustancias explosivas y peligrosas que manejaba, también debía confeccionar las medidas de seguridad a tomarse en caso de un accidente. Estos datos se manejarían desde un sistema de información centralizado que les permitirían accederlos inmediatamente durante una emergencia y manejar el problema con mayor rapidez y efectividad. El planificador también expresó sus dudas sobre la rigurosidad con la que se supervisa la estructura del gasoducto. Indicó que debido a lo crítico que es que ese combustible llegue al aeropuerto se esperaría que las autoridades realizasen un seguimiento riguroso de esas instalaciones de modo que puedan evitarse escapes; sin embargo no hay información si en efecto esto está sucediendo. Por su parte, el doctor Osvaldo Rosario, catedrático del Departamento de Química de la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras mostró preocupación por la ubicación del gasoducto. Expresó que no fue sino hasta hace poco que se enteró de la existencia de esa tubería y se sintió horrorizado. El profesor señaló que la combustión del “jet fuel” ( o combustible de avión) que transporta esa tubería, se comporta de una forma mucho más violenta. Indicó que ese tipo de combustible libera mucha energía al quemarse. “El fuego es más peligroso por la cantidad de vapor y extensión de las llamas”, detalló. Agregó que en caso de que un escape causase un incendio, el fuego no se confinaría sino que se dispersaría a otras áreas. Así como Aponte el científico manifestó su inquietud por el mantenimiento que recibe este tipo de estructuras. Resaltó que urge conocer cómo se calibra y cómo se monitorean esos sistemas. “Necesitamos saber eso”, recalcó. Diálogo preguntó al director ejecutivo de la Autoridad de Puertos, Álvaro Pilar Vilagrán, sobre el protocolo de mantenimiento de esas tuberías, pero el funcionario expresó que esa tarea la realizan dos compañías independientes que manejan el gasoducto. Quisimos conocer más detalles sobre estas compañías a través de la Oficina de seguridad, prevención y productos derivados del petróleo de la Comisión de Servicio Público, pero al momento de terminar esta nota nuestra solicitud de entrevista no había sido contestada. Entretanto, el ecólogo Alexis Molinares abundó sobre las implicaciones que tendría un escape en las tuberías en importantes recursos naturales que circundan la zona. Un derrame de combustible en la zona o una explosión del área sería demoledor para ese espacio donde también ubican humedales, la reserva de Piñones y el Estuario de la Bahía de San Juan. “Estamos sentados sobre una bomba de tiempo”, sentenció. Molinares agregó que hay tres aspectos que a su entender despiertan señal de alarma: el desconocimiento sobre la ubicación de estas líneas, que como apuntó Aponte podría confligir con otras actividades comerciales; la capacidad de respuesta de las agencias concernientes en caso de una emergencia en esa tubería y la pobre planificación espacial y física de la Isla, que es incapaz de tomar en cuenta este tipo de riesgos. Otras tuberías Pero el gasoducto de San Juan, tan sólo es una de las seis tuberías que conectan al complejo industrial de CAPECO. La compañía maneja cinco tuberías más que transportan combustible residual hacia la Planta de Palo Seco en Toa Baja y la de Puerto Nuevo en San Juan. También transportan diesel y gasolina desde y hacia su muelle privado en la Bahía de San Juan y el muelle de Cataño. Al profesor Aponte le preocupa, particularmente, la forma en que la compañía maneja el desplazamiento de sustancias distintas por esas tuberías. Le inquieta, específicamente el proceso de limpieza, si alguno, realizado previo a la mezcla de éstas. En cuanto al oleoducto que provee combustible a Palo Seco, Aponte no percibe que los riesgos de explosión sean significativos [por el tipo de combustible que maneja, no es tan fácil su combustión]. En cambio, sí le preocupaba que las emisiones fugitivas o escapes tóxicos provenientes de la áreas donde hay válvulas, conexiones o sellos de válvulas. “Las personas expuestas a esto podrían tener serios problemas de salud, particularmente en las vías respiratorias”. También Juan Rosario, portavoz de la organización Misión Industrial descartó el riesgo de una explosión grave en ese oleoducto. Explicó que si uno de los tanques que explotó hubiera disparado un pedazo de metal y hubiera partido a la tubería y se hubiera incendiado no habría tanto peligro porque la cantidad de combustible que pasa por la tubería no estaría tan concentrada como en los tanques. No obstante, aclaró que el incendio podría pasar por dentro de la tubería si ésta no posee los mecanismos de seguridad que se supone que tengan. Tomando en cuenta el historial de incumplimiento de CAPECO con las leyes ambientales, Rosario no descartó que esos mecanismos pudieran estar defectuosos. Asimismo, recordó que luego de la emergencia, escuchó a un bombero decir que entró y cerró la válvula con la mano, lo que le llevó a preguntarse si esas tuberías que alimentan esos tanques tenían los dispositivos para funcionar automáticamente. “La impresión que tengo, que es lo que he dicho todo el tiempo es que (CAPECO) sigue siendo lo que era cuando nosotros trabajamos en Cataño en la década del 1990, una cafetera vieja…eso es un montón de casquibaches viejos con tecnología vieja”, manifestó. Por esa misma razón, por ser una “cafetera vieja”, come él la llama, la Compañía, como señaló Aponte, es muy susceptible a emanaciones. Rosario afirmó que hay emanaciones todo el tiempo. “No se supone que haya emanaciones a nivel que se produzca un incendio, pero todo el mundo sabe que cuando tú tienes un tanque de ese tipo hay un montón de conexiones en donde algunas de ellas van a fallar y va a haber riesgos de incendio, que no se supone que se materialice porque se supone que hay una serie de condiciones que tienen que darse para que el incendio se convierta en eso que se convirtió y esas condiciones no son fáciles tampoco”. ¿Y qué condiciones son esas? “Necesita que se gasifiquen en una cantidad considerable del líquido, necesita que esa fase gaseosa tenga conexión inmediata con el líquido para que la explosión no se quede sola, para que encienda, sirva como mechero para encender el resto; y el otro lugar donde está el líquido tiene que tener suficiente combustible y ser suficientemente abierto para permitir que pase la llama”. Además, Rosario dijo que estas tuberías deben tener unas válvulas que impiden que el fuego se difumine. Aseguró que la American Petroleum Institute, que regula la construcción de los tanques y los tubos de este tipo de empresas, es muy estricta en cuanto a eso. “Jamás puedes eliminar el riesgo, aunque lo corriera un ángel, si no está el ángel dispuesto a hacer milagros. Siempre hay riesgo de que explote, pero se minimiza”, anotó. Al preguntársele sobre la posibilidad que hubiésemos tenido un escenario donde el fuego en CAPECO, hubiese llegado a esa tubería, descartó que hubiera habido un riesgo mayor en la zona metropolitana. “Yo no creo que hubiera sido mucho peor pero para la gente más cerquita (a la tubería), sí hubiese sido peor, porque si se hubiera roto el tubo y el combustible comienza a derramarse sobre el suelo, va a haber un fuego que se va poder propagar con la combustión de los materiales que están encima de la tierra…Yo no creo que sean escenarios probables pero posibles son, eso puede pasar”, dijo. Lo que sí podría haber más difícil en un escenario como este, es la falta de personal, según el portavoz de Misión Industrial: “Yo estoy bien preocupado, esto pasó antes del 7 de noviembre. ¿Qué pasaría si esto hubiese ocurrido después que todos los botaos estuviesen botaos y no hubiese habido suficiente personal?”, cuestionó. “Si hay una cosa que esto demuestra es la necesidad de tener agencias reguladoras fuertes, con personal completo, con recursos completos, con laboratorios completos, con instrumentación completa, con fuerza de ley completa y en vez de eso lo que vamos a tener es menos de lo que necesitamos”, alertó. Después de la humareda Tanto Rosario como Aponte, el doctor Rosario y Molinares plantearon algunas soluciones para comenzar a manejar este asunto. “Debe haber servidumbre expedita, un redesarrollo comunitario que aleje esos vecinos de los tubos”, planteó Aponte. “Esto (el incendio de CAPECO) fue una tragedia, pero más tragedia sería si no aprendemos algo de ello: planificar mejor, saber los riesgos futuros y tratar de minimizarlos”, advirtió el doctor Rosario. Por otro lado, otros entrevistados recalcaron en la urgencia de buscar otras opciones de producir energía que impliquen menos riesgo para la ciudadanía. “A mí me preguntaron que si Gulf se debe mover de ahí. ¿Sabes cuál fue mi respuesta?, que no, porque no estamos hablando de eliminar nuestra dependencia del petróleo que es la solución verdadera”, declaró el portavoz de Misión Industrial. “Si queremos eliminar esos tanques de ahí tenemos que eliminar la adicción al petróleo y para eso tenemos que tomar decisiones atrevidas y para eso necesitamos un consenso social para poder cambiar la manera en que hacemos las cosas”, añadió. “Nosotros ahora mismo podríamos reducir entre un 20 y un 25 por ciento del uso de energía sin incurrir prácticamente en ningún sacrificio. Y si reduzco el 20 por ciento puedo reducir el 20 por ciento del uso de combustible a través de técnicas sencillas de conservación. No debería haber un sólo calentador eléctrico sobre una casa terrera, todos los calentadores deberían ser solares. Debería haber sistema de acondicionadores solares en edificios grandes, por lo menos para los pisos superiores…deberíamos tener sistema de válvula de retorno para devolver el agua tibia que se pierde cuando tú la calientas lo suficientemente como para volverla a usar”, dijo. Junto a todo momento difícil adviene una oportunidad. Quizás la mayor oportunidad que nos brinda este incidente que marcará para siempre a los residentes de la zona metropolitana que se despertaron la madrugada del 23 de octubre con la explosión de la Gulf, es alertarnos a todos de que aún estamos a tiempo para tomar alguna acción. “Este incidente fue un remezón para ver cómo vamos a bregar con esto”, finalizó Aponte. Vea notas relacionadas