Varias bahías bioluminiscentes en Puerto Rico podrían verse beneficiadas este próximo año con un experimento que realiza la Universidad de Texas (UT), que reproducirá grandes cantidades de los microorganismos que producen la luz que se refleja en estos cuerpos de agua. Y es que según el estudiante de biología marina de la Universidad de Puerto Rico en Humacao (UPRH), Juan Morales Delgado, quien ha dedicado un año de estudios particularmente al tema de la bioluminiscencia, esta iniciativa de la UT intenta introducir a los ecosistemas los microorganismos conocidos como dinoflagelados. Estos organismos unicelulares se mueven por medio de dos flagelos y poseen cualidades de plantas y de animales. Entre ellas, realizan fotosíntesis y se reproducen asexualmente. El experimento podría beneficiar a las bahías Grande, en Fajardo; La Parguera, en Lajas; y Mosquito, en Vieques. La Parguera, se estima, ha perdido más del 50 por ciento de su bioluminiscencia por las acciones del ser humano. Aunque esta iniciativa promete ser una de gran impacto ambiental, Morales Delgado aseguró que el introducir estos microorganismos a las deterioradas aguas bioluminiscentes en Puerto Rico no es suficiente para poder restaurarlos y mantenerlos saludables. “Es como traer más (organismos) para que los sigan matando”, opinó el alumno. “Nosotros no sabemos apreciar lo que tenemos”, añadió. Asimismo, destacó la importancia de la labor que entidades como el Fideicomiso de Conservación de Puerto Rico (FCPR) realizan en pro de la conservación de los ecosistemas en la Isla. Morales Delgado, quien es empleado de una compañía de excursiones educativas y recreativas que brinda sus servicios en la bahía bioluminiscente en Fajardo, advirtió que si no se crea conciencia primero en la población sobre la importancia de preservar estos ecosistemas, el proyecto de restauración podría no tener un impacto positivo a largo plazo. En la actualidad, alrededor del siete por ciento de las áreas naturales de Puerto Rico son protegidas por ley para fines de conservación, según datos del FCPR. Esto no incluye los terrenos del Corredor Ecológico del Noreste (CEN), que quedaron sin protección el pasado mes, luego de que el Gobierno actual derogara la designación de reserva natural otorgada por la pasada administración. Lagunas bioluminiscentes en Puerto Rico A diferencia de lo que popularmente se cree, Fajardo, Lajas y Vieques no son los únicos municipios que cuentan con aguas bioluminiscentes. Según Morales Delgado, la bahía de Jobos, en Guayama; y la laguna San José, bajo el puente Teodoro Moscoso, en San Juan, también han dado indicios de bioluminiscencia, aunque no durante todo el año. Asimismo, existen otros cuerpos de agua en Vieques, Lajas y Culebra donde se ha podido constatar la presencia de dinoflagelados. Vicente Quevedo, asesor técnico del área de planificación del Departamento de Recursos Naturales y Ambientales (DRNA), así lo confirma. “Hay una laguna que tiene cierto grado de bioluminiscencia”, aseguró Quevedo. La laguna está en la propiedad Convento Norte, de la Compañía de Fomento Industrial de Puerto Rico. “Es una laguna costera, tiene conexión con el mar; por ende, la laguna, aunque está dentro de una propiedad patrimonial del Estado, es un bien de dominio público, porque es una laguna de naturaleza marial. Es parte de la zona marítimo terrestre”, explicó Quevedo, quien no pudo ofrecer detalles sobre la frecuencia de la bioluminiscencia en el lugar, aunque sí mencionó la probabilidad de que sea estacional. Por su parte, Morales Delgado reveló que “el fenómeno (de la bioluminiscencia) se ve en muchos lugares”. “En muchos otros lugares del mundo se observa, pero estacionalmente”, añadió. Como ejemplo, mencionó la bioluminiscencia en aguas de México. Necesario velar por la otorgación de permisos Más que a la mala planificación por parte del Gobierno, Morales Delgado adjudicó la existencia de proyectos hoteleros y de vivienda en zonas costeras al poder que tiene el dinero sobre cualquier otra esfuerzo de conservación. A la bahía de Fajardo, denunció, “(le) afecta mucho la contaminación lumínica, las luces de las casas y el centro comercial (aledaño)”. Por otro lado, aseguró, la bahía en Lajas “es un sitio más abierto, (por lo cual) no se puede tener tanto control en el área… hay muchas personas que rentan botes… las casas están bien cerca del mar”. En cuanto a los proyectos hoteleros que se desarrollan en las costas, “gente con poder, con mucho dinero, influye en esos permisos”, sostuvo. “(Los ambientalistas) no podemos llevar a dólares y centavos los recursos (naturales) que tenemos”, Morales Delgado expresó su preocupación respecto al existente conflicto entre el movimiento pro conservación y el de desarrollo de proyectos de construcción en áreas aledañas a estos ecosistemas. Explicó que a los ambientalistas les resulta difícil competir con la cantidad de empleos que produce un proyecto, o con el dinero que éste pueda aportar a la isla. “Ése es el problema”, concluyó. Conservación versus desarrollo Uno de los más recientes acontecimientos que evidencian el conflicto entre la naturaleza y el ser humano ha sido la eliminación de la clasificación como reserva natural del CEN. Para abundar en esta situación, Quevedo explicó la situación del CEN, que “en este momento, no cuenta con la protección legal” que brinda la designación de reserva natural. El Gobierno de Puerto Rico declaró la zona, recientemente, como un “área de planificación especial”. Esto es “un área costera en donde se identifican valiosos recursos que ameritan una planificación detallada y en cuyo interior pueden figurar recursos con méritos para designarse como reserva natural”, señaló Quevedo. Por el momento, los desarrolladores de proyectos no podrán aprovecharse de la situación, ya que, según Quevedo, la Junta de Planificación (JP) “declaró una moratoria para todo tipo de consulta de ubicación dentro de los terrenos”. “Hasta que ellos no redefinan y redesignen la reserva, no se atenderá ningún proyecto de desarrollo”, aclaró. De manera que, por el momento, en el CEN no debe haber cabida para la construcción. Mientras tanto, se espera que proyectos de restauración como el de la UT puedan producir la vida que falta a los ecosistemas en la Isla. Pero no podrán producir conciencia. Ésa le toca, a cada cual, crearla en sí mismo. Este trabajo fue realizado como parte del curso CIBI 3035: Ecosistemas y Biodiversidad, de la profesora Ileana Galanes, y forma parte de la exposición “Nuestra Isla: ¿La Queremos Verde o Gris?”, del 1 al 11 de diciembre de 2009 en la biblioteca José M. Lázaro. Para obtener más información sobre el tema puede acceder a: https://dialogo-test.upr.edu/es/node/3515 https://dialogo-test.upr.edu/es/node/3491 https://dialogo-test.upr.edu/es/node/3520 https://dialogo-test.upr.edu/es/node/3532 https://dialogo-test.upr.edu/es/node/3605 https://dialogo-test.upr.edu/es/node/3608