Estos cuentos cargan con una extraña cualidad: poseen la capacidad de durar. Invitan a la relectura porque, entre otras cosas, leerlos se asemeja a ese acto en vías de extinción que es repasar una caja con fotos viejas –o no tanto– y asumir los riesgos que ello implica. Fotografías ajenas que dejan pronto de serlo si se miran con detenimiento.
En todo el texto, de modo sostenido, hay una música de fondo, un soundtrack que ata a estos personajes. Son jóvenes, jóvenes que crecen, que ya no lo son tanto y amplían lentamente su inventario de pérdidas. Tocan en bandas de rock, fuman, van a la universidad, hacen el amor, se inventan un futuro que no les corresponde.
El cuento que abre el libro, Primeras canciones, comienza con una sentencia lapidaria: “Si hubiera una cámara en el baño se los vería desnudos. Chicos recién salidos del colegio, él tiene dieciocho y ella diecinueve. Ninguno de los dos sabe que se harán mucho daño”. A modo de obertura, el texto narra una pequeña épica del desamor. El daño mayor que se infligen Saúl y Claudia, sin embargo, es la asunción de saber que ya no son más lo que eran.
El libro "Fotos tuyas cuando empiezas a envejecer", publicado por la editorial Periférica en junio del 2011 contiene 5 cuentos y puedes adquirirlo a través de casadellibro.com/ Suministrada
Las relaciones entre los personajes de Maximiliano Barrientos están escindidas por algún desvío, una jugarreta –algún guiño del azar– o por la naturaleza tácita y perecedera de cualquier vínculo, máxime en los tiempos que corren. Asomarse a este puñado de cuentos –cinco en total–, internarse en la intimidad de estos jóvenes, raya en la crudeza, cualidad no poco compleja de lograr en el género del cuento, en donde la acción casi siempre prevalece frente a los personajes.
Sorprende la capacidad del autor para crear imágenes densas, contenidas, en apenas un par de líneas. Barrientos es un maestro en los tiros cortos de cámara. Los cuentos están dotados –del mismo modo que en Hoteles, su otro libro (Periférica 2011) –, de una fuerte influencia cinematográfica.
El cuento Los adioses es evidencia de esto. Narra la relación oculta, el verdadero amor tal vez, entre Raquel y Sebastián. En medio está Ariel, el esposo de Raquel, y la decisión que toma ella, condicionada en última instancia, más por el confort que otorga el matrimonio, que por el salto al abismo que significaría elegir lo que realmente se quiere. Todo ello, narrado de forma magistral, de la misma manera que lo sugiere el propio texto: “Filmar sólo los grandes momentos. Editar una vida. ¿Cuánto quedaría de una vida editada? ¿Días, horas, minutos? ¿Minutos?”.
Se destaca el último cuento de esta colección, Las horas. En él reaparecen los personajes de Los adioses, teniendo ahora plena certeza del paso del tiempo. “Quiero decirle a mi hija (…) que esta hora, este minuto, este segundo es irrepetible e intraducible, porque alguna vez yo tendré que morir y ella tendrá que seguir viviendo”. Barrientos es parte de una camada de narradores jóvenes entre los que se destacan su compatriota Rodrigo Hasbún y el peruano Carlos Yushimito. Curiosamente, comparten una estética similar que apunta a los gestos mínimos y poco vistosos de sus personajes; materia prima de primer orden si es un autor como Barrientos quien se topa con ella.
El autor es escritor