Para los medios de comunicación es cada vez más peligroso cubrir los enfrentamientos entre las fuerzas de seguridad de Israel y los manifestantes palestinos en Cisjordania. El número de periodistas heridos, en lo que parecen ser ataques deliberados de soldados israelíes, sigue en aumento.
En los últimos 12 meses, la Asociación de la Prensa Extranjera (FPA, en inglés) de Israel emitió numerosos comunicados de protesta contra el manoseo, el acoso y los disparos sufridos por miembros de los medios de comunicación extranjeros y periodistas palestinos.
“La Prensa Extranjera pide a la policía de fronteras israelí (una unidad paramilitar) que cese de inmediato la ola de ataques contra los periodistas”, señalaba uno de los comunicados de la FPA en 2014.
Añadía que en poco más de una semana esta fuerza “llevó a cabo al menos cuatro ataques contra periodistas que trabajan para medios de comunicación internacionales, hiriendo a reporteros y dañando equipos costosos. Parecería que estos ataques no fueron provocados”.
“Un cambio en la política parece ser la razón de la conducta agresiva sin precedentes de las autoridades contra los periodistas que cubren las manifestaciones en Jerusalén”, afirmaba otra declaración de la FPA.
Entre los ataques se incluyen disparos directos de balas metálicas recubiertas de goma contra los periodistas.
Granadas de gases lacrimógenos, que según la ley israelí deben dispararse desde una distancia prudencial en un arco ascendente con el fin de no arriesgar la vida, también fueron disparadas directamente contra periodistas a corta distancia, incluso cuando los trabajadores de los medios de comunicación estaban fuera de la línea de fuego.
La tendencia creciente del uso de munición real de parte de las fuerzas israelíes contra los manifestantes palestinos ahora también incluye a los periodistas.
Los más afectados por estos ataques serían periodistas y camarógrafos palestinos que trabajan para agencias extranjeras y medios locales, porque la agresión y el abuso de la población palestina, y de los varones en particular, es una parte integral de la ocupación del territorio palestino por parte de Israel.
Un camarógrafo de la televisión palestina recibió un disparo en la pierna hace varios meses con una bala calibre 0.22 pulgadas, disparada desde un rifle Ruger por un francotirador israelí, cuando filmaba un enfrentamiento en la norteña aldea cisjordana de Kafr Qadum.
En una ocasión anterior, cuando el camarógrafo salía de la aldea, soldados israelíes detuvieron su vehículo, lo sacaron a la fuerza y lo agredieron.
Otro camarógrafo, este de la agencia Reuters, recibió en una protesta dos disparos en las piernas con una bala de metal recubierta con una capa de goma de 0.5 milímetros. La semana anterior le habían disparado directamente una granada de gas lacrimógeno.
“Estamos muy preocupados por el marcado incremento en el número de periodistas palestinos que son blancos intencionales de las fuerzas de seguridad de Israel”, señalaba un comunicado de Reporteros sin Fronteras en mayo de 2014.
“Reiteramos nuestro llamado a las autoridades israelíes, especialmente a los militares, de respetar la integridad física de los periodistas que cubren las manifestaciones y les recordamos que el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas aprobó una resolución el 28 de marzo reconociendo la importancia de la cobertura mediática de las protestas y condenando todo ataque o violencia contra los periodistas que las cubren”, añadía la organización internacional.
La situación fue peor durante el conflicto armado de Gaza, en julio y agosto de 2014, cuando las Fuerzas de Defensa de Israel mataron a 17 periodistas palestinos, incluso cuando no estaban próximos a los combates.
IPS ha sido testigo de numerosos ataques contra periodistas en los últimos años y también fue acosada por soldados israelíes cuando procuraba cubrir los enfrentamientos.
El viernes 3 esta periodista fue retenida durante más de dos horas al sol por soldados israelíes mientras intentaba ingresar a Kafr Qadum, donde se estaban produciendo enfrentamientos de considerable entidad.
En ese lapso tampoco se les permitió el paso a otros trabajadores de los medios de comunicación, ambulancias o manifestantes.
Con una acreditación de prensa otorgada por el gobierno israelí, un documento que se le niega a la mayoría de los periodistas palestinos, IPS tuvo la oportunidad de ponerse en contacto con el portavoz de las FDI que coordinó la entrada de esta corresponsal, pero solo después de permanecer al sol varias horas de pie.
Esta periodista no fue agredida ni se le confiscó equipo alguno, otro privilegio de ser blanca y occidental.
Un camarógrafo palestino recibió un trato muy diferente en marzo cuando un soldado israelí le confiscó la cámara en las afueras del campo de refugiados de Jelazon, cerca de Ramalah.
Cuando intentó recuperar el costoso equipo se le advirtió que retrocediera, y decidió acatar la orden.
Sin embargo, cuando IPS le planteó el problema al oficial al mando, la cámara le fue devuelta a su dueño.
En otra ocasión, esta periodista acompañaba a una ambulancia palestina que intentaba llegar al campamento de Jelazon para ayudar a jóvenes palestinos heridos durante enfrentamientos con las fuerzas israelíes.
Varios jeeps militares bloquearon la carretera que conduce al campamento y se negaron a moverse cuando así lo solicitó el conductor de la ambulancia.
Cuando esta periodista salió a hablar con los soldados, mostrándoles una vez más sus credenciales, uno de los vehículos militares dejó pasar a la ambulancia.
Al parecer, a las fuerzas israelíes todavía les parece importar, hasta cierto punto, la forma en que las muestran los medios occidentales.
Esto se hizo evidente para esta corresponsal de IPS al cubrir enfrentamientos violentos. Una vez que se confirma que es australiana, blanca y mujer, la agresión de los soldados israelíes disminuye, incluso tratando de ponerse de su lado preguntándole si está bien y advirtiéndole que se cuide.